domingo, 20 de abril de 2008

APRENDER A QUERERNOS

Dicen de los gallegos que cuando alguien se los topa en una escalera jamás podrá estar seguro de si suben o si bajan, y lo cierto es que a menudo basta con inquirir a alguno de ellos acerca de la veracidad del tópico para comprobar que ni lo confirma ni lo desmiente, ni que sí, ni que no, sino todo lo contrario y depende. Y si nos atrevemos a jugar a las siempre odiosas aunque concluyentes comparaciones, si aplicamos la teoría de la escalera a una paráfrasis sobre los isleños, bien podríamos mantener que en un aeropuerto un canario nunca se sabe si viene o va, porque si algo caracteriza a quien vive sobre un trozo de tierra en mitad del océano, consecuencia de los efluvios del ancho y profundo mar, del amable al tiempo que repugnante aislamiento, es su peculiar tendencia a considerar lo propiomucho más propio que un continental lo suyo, aunque a la vez seamos capaces de compatibilizar tan posesivo sentimiento con la admiración, un poco a regañadientes, pero admiración al fin y al cabo, por lo de bueno que se estila en otras latitudes allende el Atlántico. Los canarios de sobra sabemos que la vida rezuma más allá del universo azul que nos envuelve, vida continental, eso sí, pero vida a fin de cuentas, que bastante desgracia tienen los pobres con habérseles negado la condición insular de la que tan afortunados nos sentimos y de la que tanto, a pesar de todo, nos hemos quejado y seguiremos quejándonos, que de pequeñitos aprendimos que quien no llora no mama y aquí estamos, risueños y llorosos a un tiempo, qué le vamos a hacer.
Los canarios nos debatimos entre el ansia de conquistar elmundo y la nostalgia por el regreso, y si algo nos une, nos identifica como colectivo, nos convierte en un todo,es la concisa comprensión de lo que pasa por la cabeza y el corazón de los otros canarios, sean de la isla que sean. Acaso por ello nos sentimos tan unidos cuando miramos hacia el archipiélago desde la distancia, cuando ni la tierra ni el mar que nos rodean son los nuestros y nos referimos sin distingos a cualquiera de los siete territorios que conforman Canarias, porque en un planeta tan grande y tan complejo Canarias es Canarias y los canarios somos canarios, y también conejeros, palmeros, herreños, majoreros, tinerfeños, grancanarios, gomeros, quién puede durarlo, pero canarios antes que nada, que no es ni mucho ni poco, sino una realidad que encuentra su origen en una contundente verdad. Ya apuntaba el sabio Pío Baroja que la
justa dimensión de un territorio se aprecia en mejor medida desde el exterior, sin claroscuros que engañen a nuestros ojos ni complejos localistas que tergiversen la plácida sencillez de las cosas.
Pero ese espíritu de pertenencia a un todo que nos embarga en Madrid, Londres, París, Roma, Nueva York o Caracas, esa disposición a manifestar un sentimiento solidario hacia los isleños de otras islas, lo hemos echado de menos en demasiadas ocasiones a lo largo de la historia, las suficientes para haber padecido las consecuencias sociales y económicas de tamaño desafecto. Ya va siendo hora, amigos, de aprender a querernos desde dentro.

Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias