jueves, 30 de julio de 2009

UN INFORME DE RISA


Perdonen ustedes que me entre la risa floja al leer las conclusiones del informe del Consejo General de Enfermería sobre la muerte de Rayan, el bebé al que una inexperta e imprudente enfermera suministró un preparado lácteo por vía intravenosa. Reza dicho informe (ahora aguántese usted la carcajada, si es que puede) que la joven nunca debió asumir la responsabilidad de atender a recién nacidos porque su capacitación profesional se limita a pacientes de cuidados generales. O lo que es lo mismo: la muchacha tenía que haber obviado la orden de su jefa y mandarla a freír espárragos si hubiese sido menester, que un desempleado más casi ni se nota en estos tiempos que corren.
Pero los mandamases del Consejo General de Enfermería, empeñados en alegrarnos el día con un humor cuya sofisticación nos recuerda la del maestro Arévalo, apuntan al mismo tiempo que la enfermera supervisora jamás debió enviar a la joven a la unidad de neonatos. O dicho de otra forma: tenía que haberse plantado en el despacho del director del hospital para conminarlo a contratar más personal so pena de cortarse las venas, que en un centro hospitalario de tales dimensiones un par de suturas más, un par menos, ni dan trabajo ni se tienen en cuenta.
Y guarden fuerzas, que viene lo mejor y corren el riesgo de que se les desencaje la mandíbula: el informe reprocha al gerente del centro que haya permitido la presencia de enfermeras inexpertas en el área de bebés. Vamos, que el buen señor tenía que haber visitado al consejero de Sanidad y además de darle los buenos días, tardes o noches, según correspondiese, haberle puesto sobre la mesa un listado de necesarias contrataciones ante las que no cabía un no por respuesta.
Y perdone que acabe, pero es que además de terminarse la columna, tanta risa se vuelve insoportablemente triste.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

miércoles, 29 de julio de 2009

LA AMBICIÓN DE LLANOS


La ambición es uno de los motores que mueven el mundo. Sin ella la humanidad no disfrutaría ni de la mitad de los logros de los que hoy en día puede enorgullecerse. Contrariamente al tópico que la sitúa en el listado de vicios humanos, su aportación cabe considerarla imprescindible para el desarrollo del hombre y de las sociedades. Pero es al mismo tiempo un arma de doble filo, una virtud tendente a volverse en contra de quien se muestre incapaz de dominarla, de quien se afane por seguir sus consejos sin medir los tiempos y las consecuencias de sus actos.
Ángel Llanos, destituido ayer de sus cargos en el Ayuntamiento de Santa Cruz, ha sido víctima de su desmesurada ambición política, que desde el primer momento enturbió las relaciones con un socio de gobierno tan acostumbrado al protagonismo como bisoño a la hora de compartir cámaras y micrófonos. Tal ha sido su afán por convertirse en un ser omnipresente en la vida municipal, de la misma forma que antes lo fue en el Cabildo, que la palabra paciencia jamás ha encontrado acomodo en su diccionario de práctica política. Y la paciencia no es sólo la madre de la ciencia: a veces es la única vía posible para colmar las legítimas aspiraciones.
Pero Llanos es un clarificador ejemplo de la nueva clase política, tan ansiosa por cumplir sus objetivos que ha convertido el otrora debate ideológico en un cuerpo a cuerpo sin tregua. El sosiego no encuentra cabida en la nueva escuela, donde la necesaria reflexión ha quedado relegada a un segundo plano. Los políticos, antaño corredores de fondo, se han tornado en esprínteres a tiempo completo, y tan veloces se muestran cuando se aprestan a alcanzar la meta como cuando las circunstancias les obligan a recular. Por ello podemos estar seguros de que el libro de Llanos aún no ha agotado sus páginas.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

martes, 28 de julio de 2009

GRACIAS A LA CRISIS


París, Londres, Roma, Cancún, Varadero y Santo Domingo se hallan este verano demasiado lejos para quienes sufren los sangrantes efectos de un maldito agujero en sus antaño exultantes carteras. Lanzarote y Fuerteventura también han quedado fuera del mapa, e incluso los siempre recurrentes complejos hoteleros del Sur. Así las cosas, y porque nada hay más necesario ni sano que cambiar de aires, el subconsciente colectivo ha aguzado el ingenio y el Cabildo ha tenido que hacer frente a una avalancha de solicitudes de acampada en los montes de la isla.
La misma crisis que ha llevado a un sinfín de familias a realizar un curso acelerado de productividad pecuniaria, que ha transformado en agricultores y ganaderos a fornidos obreros de la construcción, nos ofrece ahora la oportunidad de reencontrarnos con nuestro entorno natural, con esos peculiares parajes donde contemplar las estrellas es flotar en el espacio, despertar cada día es volver a nacer y apoyarse sobre un pedrusco para mirar derredor nos proporciona esa plácida sensación de haber descubierto un hermoso mundo.
Las comodidades de una cama mullida, una piscina clorada y un dispensador de cerveza tienen la culpa de que hayamos dejado de lado a la naturaleza, de que llevemos tanto tiempo sin visitarla y sin disfrutar de su hospitalidad. Ahora, gracias a la crisis, que algo bueno tenía que darnos, hemos vuelto a pedir sombra a nuestros árboles, a rogarles que nos mimen en estos complicados tiempos que nos han tocado vivir.
Y puede que cuando todo esto haya pasado, cuando los agujeros en nuestras carteras queden totalmente zurcidos, sigamos mirando hacia el monte porque nos hayamos enamorado de alguna de sus estrellas. Tal vez contemos con un motivo por el que darle las gracias a esta jodida crisis.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

lunes, 27 de julio de 2009

AVISO A EXCAVADORES


Una noche nos acostamos bereberes y unos cuantos ronquidos después nos despertamos fenicios, que acaso por aquello de ser un pueblo viajero y volcado en el comercio nos aporta más glamour y nos introduce de lleno en la alta sociedad precristiana. Tantos años mirando hacia el norte del vecino continente africano y ahora resulta que el origen de los primeros pobladores de este archipiélago se halla en el Mediterráneo. Un día de estos alguien va a descubrir que fumar es sano.
Los arqueólogos, biólogos y restantes estudiosos que han hallado en un poblado conejero los utensilios que nos hacen diez siglos más viejos no hacen sino cumplir con su deber: escarbar en el suelo porque bajo él se halla una verdad que, aunque siempre interpretable, será por un tiempo la verdad a la que podrán asirse las instituciones académicas, hasta que llegue algún otro estudioso de las cosas de antaño y nos convierta en descendientes de vaya usted a saber qué milenaria, perdida y lustrosa civilización. Porque bien podemos estar seguros de que seguiremos escarbando, empeñados en continuar la búsqueda de nosotros mismos a pesar de que hace ya tiempo que nos encontramos y de sobra sabemos quienes somos.
Y es que aquí no hay bereberes, fenicios, lusos ni galos de la misma forma que está todo lleno de bereberes, fenicios, lusos, galos y lo que sea, porque Canarias es un homenaje al mestizaje, una tierra de todos los pueblos y de ninguno, una encrucijada entre tres continentes que como no podía ser de otra forma, y por suerte, ha hecho suyo mucho de lo bueno que han traído quienes se han acercado por estos lares. Por ello, si a alguien se le ocurriese dentro de tres mil años excavar estas islas, probablemente creyese haber dado con una suerte de museo de las civilizaciones tan inclasificable como afortunado.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

viernes, 24 de julio de 2009

FECHAS PARA NO OLVIDAR


Existen acontecimientos y fechas que se inscriben en la historia a hurtadillas, como si ansiasen pasar desapercibidos, acaso sabedores de que será el futuro quien los sitúe en el lugar que les corresponde. Ayer vivimos una de esas fechas y uno de tales acontecimientos: 23 de julio de 2009, inauguración de la Fundación Cristino de Vera. Hoy tendremos la suerte de ser contemporáneos de otro de esos magnos eventos: 24 de julio de 2009, puesta de largo del Gran Telescopio Canarias. Porque la de ayer y la de hoy están lejos de ser unas inauguraciones más, unas visitas convencionales de Sus Majestades.
Quienes pueblen estas islas y este país dentro de unos siglos, siempre que el cambio climático no lo impida, leerán en los libros de historia, en la pantalla del ordenador o donde diablos se lea por ese entonces que en esas dos fechas, consecutivas, veraniegas e inmersas en una de las más graves crisis económicas que se recuerden, el Rey Juan Carlos y la Reina Sofía fueron testigos del nacimiento en la ciudad de La Laguna de una de las instituciones culturales más importantes de Canarias, dedicada a quien se había convertido en uno de los más célebres artistas nacionales, y también de la apertura de una ventana al cielo en La Palma que con seguridad será en ese momento una ridícula antigualla tecnológica, pero a la que se le reconocerá su papel protagonista en el avance del conocimiento del universo.
Como otras tantas fechas y eventos, tendrán cabida en las primeras planas de los medios de comunicación. Pero a diferencia de otras tantas fechas y eventos, la inmensa mayoría, la historia probablemente les tenga reservado un epígrafe propio, y cuando nuestros descendientes repasen lo acaecido durante estos años seguramente comentarán que, a pesar de todo, también se hicieron cosas buenas.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

jueves, 23 de julio de 2009

MEDICINA Y MEDICINA


El principal riesgo que corren quienes practican la medicina en sus diferentes modalidades es creer que su misión acaba en las gasas, las jeringuillas y los bisturíes. Pasearse por los pasillos de un hospital con una límpida bata blanca y un estetoscopio colgado al cuello sólo evidencia que dicho señor o señora visita frecuentemente la tintorería, además de presuponérsele, con el aval de un diploma universitario, capacidad suficiente para suturar una herida sin desmayarse.
Un profesional de la medicina debe ser mucho más que un título colgado en la pared, mucho más que un sabelotodo capaz de recitar los nombres, apellidos y hasta el parentesco de los diferentes rincones del cuerpo. Debe comportarse como un humanista con la suficiente diligencia intelectual para diferenciar entre una persona y un maniquí, entre los cadáveres con los que realizó las primeras punciones y el ser humano que le mira a los ojos pidiéndole que le sane, cuando menos que mitigue el mal que le atosiga.
Un sanitario que haga honor a tal denominación jamás debe olvidar que el interior del cuerpo, además de vísceras, aloja grandezas y penurias, alegrías y miserias, sentimientos al fin y al cabo. Y tampoco debería obviar la existencia de sólidos aunque invisibles lazos entre los enfermos y quienes les quieren y sufren junto a ellos.
Los escalofriantes hechos relatados por Chaxiraxi Afonso, la madre del recién nacido que murió en el año 2000 por el error de un enfermero, marcan la frontera entre el imperdonable aunque comprensible error de un ser humano y la incomprensible y mezquina actitud de unos determinados responsables sanitarios, profesionales de pacotilla que gestionaron el caso con la misma delicadeza que un mecánico se deshace de un radiador. Y es que una bata blanca y un estetoscopio no son garantía de nada.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

martes, 21 de julio de 2009

LA CONQUISTA DE LA LUNA


Nada más triste que elevar los ojos al cielo y no hallarla, saberla cubierta por cúmulos que nos impiden admirar una noche más su imponente presencia, su incontestable egocentrismo cósmico. ¿Qué sería de nuestras vidas sin ella? ¿A quién pondríamos por testigo de nuestros amores, desamores y andanzas varias? ¿Dónde recalaríamos cada vez que nuestras mentes se perdiesen dentro de sí mismas? ¿Qué ocurriría con nuestros mares? ¿Qué haríamos tras pasar por la vicaría: irnos de marte de miel, de saturno, de júpiter...? ¿Cómo podríamos imaginar a Valencia sin su brillo? ¿Hacía dónde hubiese mirado el maestro García Lorca para componer su memorable romance? ¿Qué pediríamos más imposible? ¿Dónde encontraría trabajo el hombre-lobo con esta crisis que nos atenaza?
Llegó antes que nosotros. Se instaló ahí al lado, casi a tiro de piedra. Desde lo alto nos ve nacer, crecer, hacer el tonto y morir. Todo lo contempla y todo lo sabe. En ocasiones parece que nos sonríe igual que una madre que se alegra de la suerte del hijo bien amado; a veces muestra una faz adusta, dura, tal que estuviese a punto de abroncarnos por vaya usted a saber qué travesura. Si se fuese de la lengua más de uno querría meter la cabeza bajo tierra; si contase historias bellas, contaría las más hermosas que nuestros oídos hubieran escuchado jamás.Tanto le debemos que era obligado visitarla, agradecerle todo lo que nos ha dado y nos seguirá regalando.
Estados Unidos de América, el papaíto del planeta, fue el encargado de enviar a Neil Armstrong y Buzz Aldrin con sus zapatones. Como es menester, hubo intercambio de regalos: ella nos obsequió con unas cuantas piedras; nosotros a ella con la bandera de las barras y estrellas. Nos desvivimos por conquistarla hace ahora 40 años, pero fue ella quien nos conquistó a nosotros hace ya muchos siglos.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

lunes, 20 de julio de 2009

COLLEJA A DON FRANCISCO


Una nación debe tener el mismo derecho a vanagloriarse de su pasado que a avergonzarse de algunos de los hechos y personajes que conforman su historia. Situar en el mismo lado de la balanza lo bueno y lo malo sería, además de una mentira, una estupidez, porque no existe ni un solo motivo para ocultar los pecados propios, máxime cuando por más que lo intentásemos jamás hallaríamos un solo estado que no guarde un álbum de vergüenzas.
La diferenciación entre lo que una sociedad considera éxitos y lo que tilda como fracasos, una división clara, aunque siempre discutible, entre lo positivo y lo negativo de lo acaecido décadas y siglos atrás, se torna en un sano ejercicio de reflexión colectiva, susceptible incluso de fortalecer el sentimiento de pertenencia a un grupo.
Los estados están lejos de ser entes inertes. Están tan vivos como cualquier organismo biológico. Nacen, crecen, enferman, sanan, se transforman y en ocasiones, incluso, fallecen. Proclamar a los cuatro vientos las bondades de una nación sin hacer siquiera referencia a sus miserias es una negación de la evidencia, como bien han entendido los alemanes, empeñados en trazar una frontera no sólo histórica, sino incluso penal, entre un garbanzo negro llamado Adolf Hitler y todo lo bueno que ha atesorado el pueblo germano durante centurias.
Por ese motivo, porque nada sería más injusto e hipócrita que hacer sitio en el mismo saco a ángeles y demonios, decisiones como la adoptada por el Ayuntamiento de Santa Cruz de retirar a Francisco Franco los honores de hijo predilecto hacen más nítida la historia de España, siempre compleja, siempre interpretable, pero sobre todo huérfana de una distinción contundente entre los acontecimientos y personajes que promovieron el avance de este país y quienes lo sumieron en un evidente retroceso.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

viernes, 17 de julio de 2009

TOROS Y FARMACIAS

Nadie conoce a ciencia cierta la causa por la que este país llamado España, tan moderno, tan europeo, a un tiempo tan de todo y tan de nada, se caracteriza por su exacerbada querencia a los anacronismos. El dicho más vale malo conocido que bueno por conocer ha adquirido rango de ley y las costumbres, aún cuando exista el convencimiento de que resultan arcaicas y ajenas al sentido común, se tornan poco menos que en intocables salvo contadas excepciones.
La denominada fiesta nacional, esto es, la matanza salvaje y sin sentido de un animal bajo la hilarante excusa de la estética, un argumento que otorga rango de creador a un vulgar matarife embutido en una indumentaria harto ridícula, acaso sea el más contundente ejemplo del empecinamiento en mantener lo malo porque sí, porque siempre ha sido y debe seguir siendo. Y se podrían citar otros muchos casos, probablemente ninguno tan pintoresco, sangriento y adornado por razonamientos falaces como el del toreo, pero anacronismos al fin y al cabo y por lo tanto del todo rebatibles.
Uno de ellos, estos días en boca de todos tras una sentencia del Tribunal Supremo que atañe a Canarias, es la imposibilidad de que cualquier hijo de vecino, licenciado en Farmacia o no, cuente con la opción de abrir una botica como quien abre un supermercado, una zapatería o un centro médico.
Sólo el corporativismo más rancio por parte de los concesionarios y la permisibilidad más incomprensible por parte de la administración explican que el reparto de la millonaria tarta farmacéutica se rija por criterios propios de los años mozos de María Castaña. Pero los anacronismos, por suerte, son enfermos terminales, y podemos estar muy seguros de que con el paso de los años la apertura de farmacias se liberalizará y los toreros pasarán a engrosar la lista de desempleados.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

jueves, 16 de julio de 2009

LA SUERTE DE RAYAN

Rayan, el bebé sietemesino que murió de forma terrible en un hospital de Madrid, se ha convertido sin saberlo, y probablemente sin que su afligida familia haya reparado en ello, en todo un privilegiado en estos tiempos que corren. A pesar de su enorme desgracia, de la infausta sorpresa que la vida le tenía preparada nada más ver la luz, queda el consuelo de que su trágico fallecimiento no se haya quedado en una mera estadística apenas comentada en los medios de comunicación.
Si su madre, la joven Dalila, no hubiese sufrido la desgracia de toparse con el imprevisible virus de la gripe A y permaneciese aún entre los vivos, el imperdonable error de una enfermera y las funestas consecuencias de tamaña impericia no serían objeto de un despliegue informativo de tales dimensiones, porque por mucha memoria que hagamos no hallaremos precedentes de un error médico que haya adquirido tan descomunal protagonismo entre la opinión pública. O dicho de otro modo: nunca antes una sonda nasogástrica se había convertido en asunto de debate en bares y cafeterías.
Rayan jamás tendrá la suerte de disfrutar del abrazo de un amigo, de una riña de enamorados, de un paseo por un parque, de las embriagadoras notas de una guitarra ni de un refresco en una terraza soleada. Un maldito tubo y una irresponsable muchacha se lo han impedido. Pero su trágico adiós a este mundo, la suma de su tragedia a la que previamente sufrió quien le dio la vida, lo han convertido en un ser lo suficientemente importante como para hacernos reflexionar sobre cuántos casos similares, acaso sin desenlaces tan desgraciados, pero igualmente punibles, se suceden a diario en los hospitales públicos y privados de este país sin que nadie, ni facultativos, ni autoridades, ni medios de comunicación, pongan el grito en el cielo.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

miércoles, 15 de julio de 2009

EL AMOR DURA DOS AÑOS

José Manuel hacía tiempo que se lo olía: Paulino, su querido y bien amado Paulino, ese por el que tantas veces ha dado la cara, se la está pegando con otro. Durante dos años lo compartieron todo, los secretos no encontraban cabida en tan sólida y fraternal relación. El primero salía en defensa del segundo y viceversa cada vez que era menester, y a buen seguro que lo fue en incontables y azarosas ocasiones.
Pero el tiempo es al romance lo que el sol al hielo, y Paulino y José Manuel, José Manuel y Paulino, ya no piensan lo mismo de las mismas cosas. Sus palabras difieren estos días más de lo habitual, porque lo que antes era blanco o negro sin que cupiese duda, y que a ningún incauto se le ocurriese llevar la contraria, cabe ahora la posibilidad de que sea blanco nuclear para uno y negro sideral para el otro, que los tonos grisáceos y claroscuros a estas alturas del mandato se hallan totalmente demodé.
El escritor francés Frederic Beigbeder lo definió mejor que nadie en una de sus obras más célebres: El amor dura tres años. En este caso ha errado por uno, pero es que a veces, como tan sabiamente reza la canción, el uso excesivo puede derivar en una ruptura precoz y traumática, máxime si se mete por medio el encantador del sofá, el hombre de los ojos claros y la chequera ligera, el que lo paga todo pueda permitírselo o no.
Las primeras sospechas nacieron tras advertir las tiernas miradas que se proferían en aquella reunión en La Moncloa. Meses más tarde, en las islas, bajo un sol de justicia sin que Ruano tuviese nada que ver, se les veía felices y dicharacheros, como si participasen de una travesura común. Ahora José Manuel acaba de comprobar que mientras él arremete contra el otro y los suyos, Paulino habla con el otro y los suyos a sus espaldas, y eso ni es amor ni nada que se le parezca.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

martes, 14 de julio de 2009

POBRES, SÍ; TONTOS, NO

A un político, máxime en el caso del presidente de un Gobierno tan importante como el de España, lo mínimo que se le puede exigir es guardar las formas y que en la medida de lo posible evite tomar por imbéciles a los ciudadanos a los que en teoría dedica sus desvelos. Pero José Luis Rodríguez Zapatero está hecho de otra pasta. Poco parece importarle que haya trascendido de forma tan evidente, de manera tan vergonzosamente descarada, que él manda hasta donde manda, ni un solo centímetro más allá, porque tras ese centímetro que marca la frontera de su poder, en ese espacio donde la soberanía del pueblo español se torna en el camarote de los hermanos Marx, dos partidos de ámbito regional, PSC y ERC, hacen y deshacen a su antojo y han sido quienes de facto han dado el visto bueno al plan de financiación autonómica -si lo llamásemos acuerdo nos crecería la nariz- que deberán aceptar, sí o sí, y si no, también, el resto de los gobiernos de esta España siempre a medio hacer.
Con todo, la descarada transparencia con la que se ha guiado el proceso, sea por convicción, desidia o error, sería incluso susceptible de convertirse en virtud, siempre sazonada con algún que otro argumento acerca de la responsabilidad del gobernante, aunque probablemente tales explicaciones se nos antojarían peregrinas, si el "zapatero" más famosos del orbe tras Gepetto no se empeñase en intentar hacernos creer, en firme comandita con sus adláteres, que se ha empleado la misma vara de medir para todas las comunidades autónomas.
Suárez, González, Aznar, gestionaron con habilidad las veleidades del nacionalismo catalán y llegaron a suscribir su utilidad para el resto de España. Zapatero, infinitamente menos hábil, secuestrado por los intereses de una minoría, se ha convertido en un mero pelele que encima nos ha tomado por tontos.


Santiago Díaz Bravo
La Opinión

lunes, 13 de julio de 2009

LA NUEVA RELIGIÓN

Un inocente cuchillo lo mismo sirve para cortar un delicioso solomillo que para sesgar la yugular a cualquier hijo de vecino. La mano que nos deleita con la más sensual de las caricias es capaz de propinarnos un sonoro y doloroso bofetón, si es que antes no ha optado por asir el mango del cuchillo tras nutrirse con un estupendo filete. La bondad y la maldad, lejos de poder considerarse cualidades intrínsecas de las personas y las cosas, dependen de un cúmulo de circunstancias, y la mesura es la reina de todas ellas.
Porque cuando la mesura se echa de menos, cuando la medida se torna en desmedida, algo falla, los fluidos de la vida no se encuentran en los niveles adecuados y el sentido común se va al garete. Cómo, si no, explicar lo que está ocurriendo en las últimas semanas, en los últimos meses, en los últimos años, en torno a esa nueva religión llamada fútbol, capaz de suscitar una entrega de las masas que satisfaría al más arrogante de los dictadores.
El fútbol ha logrado lo que han sido incapaces de conseguir la mayoría de los sátrapas que la historia ha regalado a la humanidad: la confusión entre lo importante y lo accesorio, fortaleciendo hasta límites extremos la santidad de un deporte que hace tiempo dejó de serlo. Lo banal se ha transformado en trascendente y el fichaje de un futbolista adquiere un rango informativo similar, cuando no superior, al de una guerra o un asesinato.
Que miles de seres humanos abarroten un estadio con el único objetivo de ver sonreír a un joven atleta, que aplaudan a rabiar las obviedades que éste expanda ante un micrófono, supone la evidencia de que la mesura ha pasado a mejor vida. Y no lo es menos lo acaecido con las colas del Heliodoro, prueba irrefutable de que en materia de desmesura Tenerife también puede inscribirse en la primera división.


Santiago Díaz Bravo
La Opinión

martes, 7 de julio de 2009

POLÍTICA DE TODO A CIEN

Arnold Toynbee, uno de los más célebres historiadores británicos, dejó entre su magnífico legado intelectual una máxima susceptible de ser aplicada a un sinfín de escenarios vinculados a la gestión pública: "El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan". Tal frase, contundente y apabullante, incisiva y jodedora, resulta del todo vigente en una coyuntura como la actual, en la que los políticos han perdido la credibilidad con la que antaño les obsequiaba la opinión pública para tornarse, lamentable pero irremediablemente, en un mal menor sólo superado por el siempre temido caos, al que los autodenominados servidores públicos deben buena parte de sus opciones de supervivencia.
La política, en el principio de los tiempos un arte, más tarde el refugio de los espíritus inquietos, luego una mera ocupación, en las últimas décadas una profesión como cualquier otra, acaso mejor remunerada y con mayores posibilidades de promoción, ha perdido el halo de respetabilidad que la alzó a la cima de las aspiraciones humanas para convertirse en un "todo a cien" donde cabe todo y caben todos.
Si el bueno de Platón levantara la cabeza y contemplase desde la lontananza el panorama político del siglo XXI, si fuese testigo del sinfín de enfrentamientos vanos que protagonizan personajes de diferentes tendencias y siglas en todos los ámbitos de la administración, si advirtiese la cantidad de tiempo y esfuerzo que se pierden en tales cuitas, más cercanas al patio de colegio que a la seriedad que deben infundir las instituciones públicas, probablemente se frotase las manos y recordase "esto ya lo había advertido yo". Si los políticos se revelan incapaces de cuidar la democracia, la democracia poco a poco nos irá abandonando.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión