jueves, 28 de febrero de 2008

PERIODISTAS DE PARTIDO


EL PERIODISMO ha sido históricamente una profesión prestigiosa, tanto por la altura intelectual que se les ha presupuesto a los informadores como por la peligrosidad que conlleva alguna de sus modalidades, tal es el caso del siempre admirable pero escasamente valorado reporterismo de guerra. Además de contar a sus congéneres las cosas que ocurren, las cercanas y las que acaecen en tierras extrañas, el periodista, no nos engañemos, siempre ha opinado, incluso cuando no ha tenido la intención de hacerlo y ha tratado de evitarlo por todos los medios, sencillamente porque la objetividad es una mera falacia, porque un acto a primera vista tan simplón como la redacción de un titular lleva aparejado un innegable proceso de interpretación de la realidad que bien puede entenderse como una toma de postura.
Y hasta aquí nada que reprochar, porque opinar, hacer partícipes a los lectores y espectadores de unos planteamientos que encuentran su origen en el exhaustivo conocimiento de una materia determinada, es una práctica no sólo conveniente, sino incluso imprescindible para la salud democrática de una sociedad. Transmitir al prójimo los convencimientos propios, tratar de influir mediante el razonamiento, aunque velando siempre, eso sí, por no entremezclar tal ejercicio con lo que se entiende por información veraz, que no objetiva, forma parte de los deberes de los medios de comunicación.
Pero las tornas llevan tiempo cambiando, y los otrora sesudos analistas de la realidad, emisores de mensajes más o menos acordes con el sentir de la opinión pública, pero siempre comprometidos con unos ideales propios, se están retirando para dejar paso a los estómagos agradecidos, una panda de impresentables aprendices de nada que se limitan a asumir las tesis de quienes les pagan como si les fuera la vida en ello y a defender sin ambages, olvidando la autocrítica, imbuyéndose de los presuntuosos modales de quienes se creen asistidos por la sagrada virtud de la razón, la postura de una determinada formación política.
Un programa de Televisión Española, 59 segundos, se ha convertido en el principal escaparate de ese nuevo periodismo en el que una parte de sus protagonistas defiende al PSOE, la otra al PP, con mayor fiereza que los propios representantes de ambas organizaciones. Esos periodistas de partido que tanto envilecen la profesión han encontrado acomodo en los cenáculos madrileños, en decenas de tertulias televisivas y radiofónicas que sirven de altavoces a sus diatribas, pero su indeseable estela, como cualquier otra moda, amenaza con extenderse al resto del país para emponzoñar aún más la deteriorada imagen de los informadores, antaño tan respetados, hoy en día considerados una suerte de monos de feria por culpa de unos pocos cuya única ocupación, en este caso sí, es hacer las monerías suficientes para satisfacer a un tiempo sus hambrientos egos y los intereses de los partidos a los que, digan lo que digan, protesten o pataleen, venden sus servicios.
Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias

viernes, 22 de febrero de 2008

TÚNEL SÍ, POR SUPUESTO


LA ENVIDIA SE HA ASENTADO en este mundo cruel e inhóspito para hacerse dueña y señora de las actitudes de los seres humanos. Cómo, si no, podríamos entender que uno, dos, varios desalmados, criaturas sin corazón a las que más les valdría no haber nacido, que desde aquí maldecimos por los siglos de los siglos y a las que ojalá les siente mal la comida y se lo hagan en los pantalones, osen criticar la legítima decisión del Parlamento de Canarias de construir un pasadizo bajo tierra para unir la actual sede de la Cámara con un edificio situado a nada más y nada menos que ¡cuatro metros! de distancia. ¿Quieren que les diga lo que pienso de dichos individuos? ¿De verdad? Pues prepárense: son unos sinvergüenzas. ¿Más claro? Sin-ver-güen-zas. ¿Más alto? SIN-VER-GÜEN-ZAS. ¿Dónde tienen la cabeza? ¿Es que se creen el centro del mundo? ¿Acaso no tienen familia ni nadie que les espere en casa? A tal extremo llega su ira, a tal punto su descomunal oposición al bienestar del prójimo, que de sobra están dispuestos a exponer a sus señorías a toda suerte de peligros por ese incomprensible empeño en que se trasladen de un inmueble a otro a la intemperie. En su irracional ensimismamiento, o al menos eso nos gustaría creer, porque aunque nos cueste admitirlo seguro que en sus entrañas albergan algún sentimiento de bien, probablemente no hayan evaluado los enormes riesgos que supone atravesar una vía peatonal de tamaña anchura, enfrentarse a horrores tales como un resfriado, una resbaladiza cáscara de plátano, un rayo rezagado, un ciclista suicida, un Boeing 747 en caída libre, Pepe Benavente ofreciendo amor o una sueca beoda pidiendo guerra. Qué importa que cueste más o menos. Sus señorías se lo merecen todo porque para eso son sus señorías mientras que usted y yo somos las nuestras propias, algo que ni es bueno ni malo, sino todo lo contrario, aunque a veces, eso sí, sea un poco costoso. Pero qué mas da, porque cualquier cantidad estará bien empleada para que ellos, nuestros dignos representantes, se sientan cómodos y solazados. Que hace unos años padecían estrecheces y se encontraban hacinados, pues se expropian los inmuebles anejos y punto, y si resulta que hay informes desfavorables se mira hacia otro lado y ya está, coño, que no vamos a andarnos con estúpidos miramientos cuando de los excelsos, ilustres y dignísimos legisladores se trata. Que ahora consideran una cuestión de estado, o al menos de nacionalidad, evitar las contingencias de una ciudad tan extremadamente violenta como Santa Cruz a la hora de recorrer los cuatro metros que les separan del nuevo edificio, pues se les construye un túnel, por amor de Dios, que luego, si les pasa algo, el remordimiento nos corroerá el alma y el espectro de Castro Cordobez se nos aparecerá noche tras noche a los pies de la cama portando sobre la cabeza la maceta que acabó con su larga vida de servidor público, y sólo de pensarlo se nos abren las carnes. Marchando un túnel, por favor.

Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias

jueves, 21 de febrero de 2008

POLÍTICA PRECOCINADA


LA ORATORIA, la dialéctica, son artes intrínsecamente ligadas a la política, toda vez que el intercambio de ideas entre los contendientes es uno de los fundamentos de la democracia, además de la necesaria e imprescindible antesala para que el votante se decante por una determinada opción. Pero el debate es algo vivo, tendente a la improvisación, al cambio de rumbo, a la utilización de todos y cada uno de los vericuetos de la lengua en pos de ganarle la partida al adversario y lograr el favor del electorado. Precisamente por ello, la utilización del término debate para hacer referencia a los encuentros públicos que mantienen estos días los candidatos a las elecciones generales del próximo 9 de marzo, que alcanzarán su momento culmen con los dos “shows” televisivos que protagonizarán José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, se nos antoja del todo inadecuada. La obsesión por el segundero, por el listado de asuntos a abordar, por los encuadres de las cámaras, por la temperatura en los estudios, provoca que cualquier parecido con un debate podamos calificarlo de mera coincidencia. El control, más que absoluto, ridículo, sobre todo lo que ocurra ante la audiencia, desvirtúa lo que debería ser considerado como el evento más importante de la campaña, que se torna por contra en una escandalosa falta de respeto hacia los valores democráticos. A tal extremo llega la escenificación precocinada por los responsables de las distintas formaciones políticas que siempre arrastraremos la duda de si esos elegantes, sonrientes y resabiados señores, que se dicen capaces de representarnos y gobernarnos con toda la eficiencia que podamos imaginar, son en realidad lo suficientemente diligentes para defender sus planteamientos de forma civilizada y razonada, incluso de si atesoran la capacidad de improvisar que se le presupone a cualquier ser humano medianamente ducho en las materias que incluye en su discurso. Los lemas publicitarios, y perdonen ustedes la reiteración, que este asunto ya ha sido tratado de forma prolija en artículos anteriores, han sustituido a las ideas, y los erróneamente denominados debates entre aspirantes se convierten en el escenario ideal para aprovechar tan estudiadas como vacías frases, para que los golpes de efecto, las ocurrencias pseudoingeniosas, los trapos sucios, en no pocas ocasiones sazonados con cifras totalmente interesadas, ensombrezcan cualquier atisbo de disputa dialéctica. Argumentos y razonamientos se han convertido en meras antiguallas de museo. Los publicistas, una vez desalojados los ideólogos de sus despachos, han tomado las riendas para reducir la dialéctica política a una minúscula anécdota en mitad de un océano de gestos. Las cámaras y los micrófonos han sustituido a los ciudadanos en las preferencias de los candidatos hambrientos de sufragios, sabedores éstos de que una sola palabra vale más que mil si se pronuncia en el momento y el escenario oportuno. Creíamos que nos quedaban los debates, pero estábamos equivocados.

Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias

miércoles, 20 de febrero de 2008

ADIÓS FIDEL; HOLA CASTRO


FIDEL DICE ADIÓS, PERO CASTRO SE QUEDA. Tan pesimista reflexión se instaló ayer en buena parte de la colonia cubana en España, consecuente con la idea de que la única forma de que desaparezca la dictadura, al igual que ocurrió con Franco, colega del alma de aquel le guste o no, pasa inexorablemente por el óbito del dictador. No les falta razón a los cubano-españoles cuando aseguran que se trata de la mera escenificación de una retirada imposible, porque con toda seguridad en los despachos oficiales de La Habana no se moverá un dedo sin que el comandante en jefe dé su visto bueno, al menos mientras el padre de la patria mantenga lúcido su revolucionario cerebro, pero acaso no se hayan percatado los tristes exiliados de que ese inconcebible adiós se ha convertido en el principal garante de la caída del anacrónico y criminal régimen. Si Fidel Castro no cede abiertamente el poder, si continúa mangoneando detrás de las bambalinas, utilizando a su querido y siniestro hermano como albacea de unos planteamientos políticos anodinos e ineficaces, el sistema que con tanto ímpetu ha defendido durante toda su vida irá perdiendo fuerza a la par que su principal impulsor. Un día menos para Castro será un día a restar para el incomprensible comunismo caribeño. El sistema cubano, no sólo por cuaternario e inadecuado, sino sobre todo por sus estúpidos criterios desde los puntos de vista económico y social, basados en unos argumentos marxistas absolutamente faltos de sentido común y cuya materialización se ha tornado en un descomunal desastre para los países que los han sufrido, está condenado a desaparecer a corto o medio plazo, pero si alguna oportunidad le queda de alargar su larvada existencia es lograr que el jefe supremo se jubile de verdad, que el anciano que ha llevado a la nación a la ruina, que la ha convertido en una suerte de burdel internacional de baja estofa, abandone de una vez los correveidiles del poder y deje paso a una nueva generación de dirigentes, por denominarlos de alguna forma, que insufle algo de oxígeno al enfermo terminal en el que se ha transformado el despótico engendro implantado en 1958. Un régimen donde Fidel siga mandando será cada vez más débil e irá muriendo con él. Cuando la parca cumpla su misión ambos dirán adiós a un tiempo, y llegará entonces el día del ansiado cambio aunque los herederos del sátrapa hagan lo posible por impedirlo. La fórmula, vayan ustedes a saber, pero nadie podrá impedir que la democracia y el estado de derecho desembarquen en la isla. Sin embargo, en el caso de que el dictador delegue, los plazos se alargarán, los gerifaltes contarán con renovados argumentos para tratar de convencer a los desencantados ciudadanos de que habrá cambios de verdad. Fidel Castro, que en paz transcurra su retiro, a ser posible telefoneando cada cinco minutos a su hermanísimo Raúl, es a estas alturas la principal garantía para la desaparición del régimen que él mismo fundó y ha dirigido con mano inmisericorde.

Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias

viernes, 15 de febrero de 2008

ODA A CACARECO

AUNQUE USTEDES NO SE LO CREAN, hubo una vez un candidato que logró una aplastante victoria en unas elecciones sin haber realizado una sola promesa, sin haber pronunciado una sola palabra, sin haber siquiera sonreído. Ocurrió en 1958, cuando un movimiento popular de protesta contra la corrupción de los partidos que optaban a gobernar en el estado brasileño de Sao Paulo desembocó en una curiosa iniciativa: la presentación como candidato de un hipopótamo de nombre Cacareco, toda una celebridad en el zoológico de la capital paulista. El hartazgo de la población, unido a un sistema de votación sin papeletas impresas, en el que cada elector introducía en la urna un trozo de papel caligrafiado, provocó que por vez primera en la historia de la democracia un animal se alzara como triunfador en un proceso electoral. La imaginativa protesta frente a la insatisfacción generalizada que provocaban las principales formaciones políticas se tornó en una monumental humillación para la clase dirigente, que no fue ajena a tan importante toque de atención. Aquel hito histórico, al que se sumaron posteriormente otros componentes del Arca de Noé en distintas partes el mundo, tales fueron los casos de un mono, un perro, un gato y hasta una cabra, aunque ninguno de ellos con tan magníficos resultados, ha sufrido el ninguneo de la ciencia política moderna cuando a todas luces se trata de un fenómeno aplicable a los tiempos que corren. Porque quién puede garantizarnos que llegado el caso el osito panda Chu-Lin, que en paz descanse, no se hubiese convertido en alcalde electo de Madrid, el gorila Copito de Nieve de Barcelona y el jamelgo Imperioso de Marbella, por citar a tres celebridades del panorama socioanimal patrio. Y_qué me dicen de la mona Chita, una magnífica opción populista para la Casa Blanca, y de la perrita Laika, que acaso podría haber apartado de las mieles del poder al propio Putin si no hubiese sufrido tan desgraciado final, y de la oveja Dolly, una suerte de revulsivo para la convulsa política británica. Y quién puede asegurarnos que la opción preferida de los canarios no sea el célebre mero Pancho, un privilegiado ejemplar que se pasea desde hace cuatro décadas por las aguas de El Hierro sin otra preocupación que hacer el pez. Cacareco, gracias a un proceso electoral mínimamente reglado, congregó involuntariamente en torno a sí el voto de castigo hacia las organizaciones políticas predominantes. Un enorme y pacífico hipopótamo brindó a los ciudadanos de Sao Paulo la oportunidad que esperaban desde hacía años, la excusa perfecta para expresar el profundo disgusto que guardaban en sus adentros. Por eso hoy, 15 de febrero de 2008, cuando se cumplen cincuenta años de la primera incursión animal en el complicado universo de la política y a punto de entrar en la siempre intensa campaña electoral, nos asalta una procelosa duda: ¿tendrían alguna oportunidad José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy frente al tirón electoral de la gallina turuleta?

Santiago Díaz Bravo

La Gaceta de Canarias

jueves, 14 de febrero de 2008

PROHIBIDO TRABAJAR


Las sociedades no progresan porque sí, sino que lo hacen de forma directamente proporcional a las capacidades de los ciudadanos que forman parte de ellas. La principal diferencia entre un país como Alemania, motor productivo de Europa a pesar de haber padecido dos cruentas y destructivas guerras, y otro como Ruanda, por citar un ejemplo de desvertebración social y económica, no radica, huelga decirlo, en que unos son arios y otros negros, ni en la mejor o peor suerte de estos o aquellos, que la de los germanos ha sido bastante horrenda. Si la RFA salió adelante tras la Segunda Guerra Mundial fue gracias a la ayuda financiera de los Estados Unidos y, sobre todo, a la existencia de un tejido humano capaz de aplicar sus vastos conocimientos en derecho, biología, medicina, ingeniería, química, arquitectura, electricidad, fontanería, carpintería, albañilería o agricultura, lo que posibilitó la creación de empresas innovadoras con un elevado nivel de competitividad. En sólo unas décadas, la pericia profesional de buena parte de la población volvió a situar a la Alemania occidental a la cabeza del viejo continente. La suculenta ayuda aportada por los aliados no habría servido de nada si se hubiese topado con un muro de incompetencia laboral como el que caracteriza a la mayoría de los países infradesarrollados de América del Sur, África y Asia, donde la carencia de expertos en las diferentes materias del conocimiento ha impedido el asentamiento de unas bases económicas sólidas y con perspectivas de desarrollo. Hasta tal extremo llega la importancia de los profesionales en los índices de bonanza económica que la única salida para buena parte de los estados del denominado tercer mundo pasa por la “importación” de cerebros, bien motu proprio, bien mediante la implantación de empresas foráneas. Precisamente por ello, porque el progreso económico de cualquier territorio, y consiguientemente el social, pasa en buena medida por la existencia de especialistas nativos, y en el caso de que falten por su reclutamiento, existe el riesgo de que las medidas proteccionistas sobre el empleo que pretende aplicar el Gobierno canario acaben por desvalorizar el tejido productivo. Si las ventajas para la contratación de isleños llevan al gerente de un hospital a decantarse por un ginecólogo residente en Arrecife por el mero hecho de serlo, a pesar de que cuenta sobre su mesa con un currículum infinitamente más brillante de un ciudadano de Bruselas, la sanidad canaria perderá una magnífica oportunidad de mejorar. Y lo mismo ocurrirá con la ingeniería, y con la arquitectura, y con la agricultura, y con la construcción, y con el comercio… Tal vez haya llegado el momento de eliminar de entre nuestras sienes la idea de que quienes arriban al Archipiélago lo hacen para arrebatarnos los puestos de trabajo, aunque sólo sea porque en no pocos casos la aportación profesional de los recién llegados supera con creces a la de los locales, y de ello, con total seguridad, nos beneficiamos todos. Por eso y porque un sistema de acceso al empleo en exceso proteccionista está abocado a convertirse en una puerta abierta al triunfo de la mediocridad.


Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias

miércoles, 13 de febrero de 2008

VOTANTES PORQUE SÍ


EN ESTE PLANETA que nos ha tocado vivir a lo largo de los siglos unos se han ido, otros han llegado, algunos se han marchado para siempre y muchos han regresado para no volver. La población de los diferentes países se ha conformado mediante continuos movimientos migratorios de entrada y salida. Grandes naciones como los mismísimos Estados Unidos no son sino el resultado de una incesante llegada de pobladores, primero europeos, luego africanos, en las últimas décadas asiáticos y sudamericanos, un fenómeno que se repite ahora a gran escala en los estados de la Unión Europea. En todos los casos las migraciones se consideran parte intrínseca de los procesos de variación del censo, incluido el electoral. Si diez mil ciudadanos abandonan su lugar de origen con destino a una nación que les brinda mejores oportunidades, donde desarrollarán su vida y pagarán sus impuestos, será en dicha nación donde deberán ejercer sus derechos políticos, jamás en la de origen porque, entre otros contundentes motivos, ¿cómo diablos puede alguien enjuiciar a miles de kilómetros de distancia, siguiendo criterios razonables, la labor realizada por un determinado gestor público o las promesas de un candidato? Sólo los argumentos sentimentales, la lástima que provocan en sus congéneres quienes por necesidad se ven obligados a abandonar la tierra de sus ancestros, permiten justificar el mantenimiento de un vínculo que vaya más allá de lo afectivo hasta el extremo de incluir el derecho al voto. Pero cuando la fecha de caducidad biológica se cumple y surge la segunda generación, formada por individuos sin más ligazón con la madre patria que las reiterativas y melancólicas historias de mamá y papá, cualquier razonamiento tendente a la conservación del derecho al sufragio se envuelve en criterios emocionales no sólo harto discutibles, sino categóricamente aberrantes desde el punto de vista del sentido común. Por supuesto que España debe velar por el bienestar de sus emigrantes, que tanto colaboraron en los años difíciles a revitalizar la economía nacional, y también, por qué no, por el de sus hijos y el de los hijos de estos, que cuando se tiene, se puede dar, pero de ahí a que un caraqueño mantenga el derecho a elegir al alcalde de San Juan de la Rambla, al presidente del Cabildo de Gran Canaria, a los diputados autonómicos o a los congresistas y senadores no sólo va un trecho, sino un abismo. La participación masiva de los emigrantes de segunda, tercera y sucesivas generaciones en los procesos electorales, que para más inri suele estar envuelta en un halo de sospecha debido a las escasas medidas de control de los países donde realmente son ciudadanos, ha provocado la perversión del sistema electoral español. Y qué decir del caso concreto de Canarias, donde la incidencia del voto exterior ha llevado a los principales partidos a incluir a Venezuela en la campaña electoral, un ejemplo más del escaso respeto por los valores del siempre mejorable sistema democrático.

Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias

miércoles, 6 de febrero de 2008

LOS INDIANOS


LES VOY A CONTAR UN SECRETO: ayer, en las primeras páginas de La Gaceta de Canarias y El Mundo para la provincia tinerfeña, la imagen fue la celebración de la fiesta de Los Indianos en Santa Cruz de La Palma; mientras, en la edición de Las Palmas, el protagonismo, con similar tratamiento informativo, recayó también en Los Indianos, pero en este caso en los de la capital grancanaria. De sobra sabemos que a buena parte de los palmeros no les habrá hecho gracia alguna tal revelación, pero entiendan, queridos amigos, que ni se le pueden poner puertas al campo, ni es posible ningunear la realidad. Mal que les pese, a los defensores de la exclusividad de esta fiesta para la isla de La Palma no les queda otro remedio que resignarse, porque en un país libre, cuando un amplio colectivo de ciudadanos se empeña en llevar a cabo un proyecto y participar en él, lo más probable es que nadie pueda impedírselo. El riesgo es evidente: el mayor peso demográfico y mediático de la Las Palmas de Gran Canaria, una ciudad que ronda los cuatrocientos mil habitantes, puede convertir a Los Indianos de la calle Triana en un evento conocido nacional e internacionalmente, relegando a un segundo plano la fiesta original, la que tiene por escenario desde el siglo XIX el entorno de la plaza de España de la capital palmera. A los habitantes de la Isla Bonita siempre les quedará la satisfacción de saberse los creadores de tan original festejo, de poder clamar a los cuatro vientos que allí surgió lo que probablemente dentro de unos años se convierta en una atracción del Carnaval grancanario paralela a la Gala Drag Queen. Pero tampoco debemos olvidar que las fiestas y las tradiciones obedecen a las necesidades, creencias y deseos de las personas, y mucho menos que estamos en una tierra de emigrantes donde las costumbres, igual que los sentimientos, se llevan en la maleta junto a la ropa y la pena. Si Las Palmas de Gran Canaria disfruta desde hace años de la fiesta de Los Indianos es porque así lo han querido los palmeros, en este caso la numerosa colonia que reside en esa ciudad. Si las fiestas pertenecen al pueblo, a las personas, nadie puede negarles el derecho a reivindicar su origen, a abrir el equipaje que un día se llevaron y dejar que fluya el sentimiento de pertenencia a una Isla que sin querer, tal vez sin reflexionar lo suficiente, ha optado por darles la espalda. Bien podría Río de Janeiro reivindicar la exclusividad de las comparsas, tan populares hoy en día en los carnavales de Santa_Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran_Canaria, y Venecia la de las máscaras, que aunque casi desaparecidas, se convirtieron en una de las referencias de las Fiestas de Invierno. Y qué decir de las murgas, un “invento” gaditano que se ha tornado en un auténtico fenómeno social en las Islas. El monopolio de las fiestas es una misión imposible porque el hombre es un ser plagiador por naturaleza, un selecto sibarita que aspira a llevarse consigo todo lo que de bueno encuentra por el mundo.


Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias

viernes, 1 de febrero de 2008

PEDIR, PEDIR, PEDIR


LOS RESPONSABLES de las administraciones públicas han sido históricamente unos pésimos patrones. La explicación es harto sencilla: cuando el dinero es de otros y esos otros, es decir, usted y yo, nos guste o no y gritemos o pataleemos, vamos a acabar pagando los desfases de quienes gestionan la hacienda común, resulta tremendamente sencillo decir que sí a todo, sean sueldos descomunales o condiciones laborales donde el trabajo es poco más que una anécdota. Tamaña impericia ha originado con el paso de los años la consolidación de una clase funcionarial que se plantea su relación con el resto de los mortales en términos de mínima productividad y máximas prebendas. Huelga decir que los convenios que rigen en el sector público resultan del todo inaplicables en el ámbito privado, desde donde se observa con preocupación y recelo los privilegios de unos asalariados anacrónicos que, pese a llenárseles la boca cada vez que hablan de servicio público, se han atrincherado en un castillo de ventajas que los aparta de las necesidades reales de la sociedad a la que supuestamente sirven. Si tiene usted que tramitar un certificado, arréglelas para pedir permiso al jefe a cambio de quedarse una hora más. ¿Por la tarde? Ni se le ocurra, que los señores funcionarios están obligados a echar una siesta antes de salir a pasear, y eso, día tras día durante años, estresa que no se imagina. Que prevé traer una criatura al mundo, pues vaya ahorrando para inscribir a su retoño en actividades extraescolares, que los señores funcionarios, sólo faltaba, no van a rebajarse a permanecer en el centro las mismas horas que los enseñantes de los colegios privados. Pero todo tiene un límite, y desde hace años comprobamos con la satisfacción de quien paga, y además aspira a que no le sisen el dinero, una mayor diligencia de los gestores públicos frente a las periódicas subidas de tono de los sindicatos, capaces, por lo que se ve, de dejar morir de hambre al resto de los ciudadanos para que sus representados vivan más que mejor. Estas organizaciones, a quienes cabe reconocer el mérito de su imprescindible colaboración en el logro de una sociedad más justa, cabe reprocharles al mismo tiempo su excesiva vehemencia a la hora de presionar a la administración con peticiones difícilmente asumibles desde el punto de vista de la salud económica. El conflicto que vive la educación pública en Canarias es el perfecto ejemplo de quienes lo quieren todo de golpe cueste lo que cueste y sin aceptar siquiera una considerable mejora. Tal postura alimenta la pésima imagen del funcionariado en un país donde alcanzar un puesto en la administración llegó a convertirse en el principal deseo de cualquier padre para sus hijos. El motivo: de ahí no lo iban a mover, trabajase más o menos, cumpliese con su deber o se tocase durante horas salvas sean las partes. Hoy en día el panorama empieza a cambiar, afortunadamente para la economía y el desarrollo de una nación que comienza a codearse con la primera división europea.

Santiago Díaz Bravo