COMO TANTOS OTROS de mis congéneres, entre ellos probablemente muchos de quienes se adentran en estas líneas, con cierta frecuencia imagino la vida y obra de los desconocidos (según recientes averiguaciones, una costumbre que creía propia he comprobado que se halla extendida por doquier). Pedir un café me resulta más que suficiente para, en el interludio, apoyándome en la mera intuición, enebrar una simple o compleja historia (dependiendo de lo que me sugieran el aspecto, los modales y el tono de voz) acerca del devenir del camarero. A las víctimas de mis elucubraciones las revivo en lejanas adolescencias de aventuras y pasiones, en oscuros pasados blanqueados por el tiempo, en casas llenas de chiquillos, en amoríos furtivos (confieso que, en ocasiones, con profusión de detalles). Salvo raras excepciones, consecuencia casi siempre de las sensaciones que me provoca el entorno, lo escabroso queda fuera de mis ensoñaciones. Pero en sólo unos días, Tony King ha logrado poner en jaque mi particular estructura onírica; ha conseguido manchar de rojo mis antaño convencionales viñetas sobre la vida de los otros. Si algo produce pavor en este recién llegado personaje es su aparente vulgaridad, su espontánea pertenencia a lo común, su aspecto de camarero, cocinero, mensajero, futbolista, abogado, médico traumatólogo, militar, policía, periodista... Tony King es la muerte que nos acompaña en cada instante, que nos sonríe y nos sirve una caña fresquita; es la violencia en forma de gesto amable; la mano que se funde en un amigable apretón instantes después de degollar a una joven, y todavía, insolente, nos obsequia con una palmada en el hombro. Será por ello que hoy, en la espera por un cortado y un pincho de tortilla, me he detenido como nunca antes en la observación del diestro manejo del cuchillo por parte de un desconocido joven. Será por ello, acaso, que no dejé propina, no agradecí su amabilidad ni lo miré a los ojos. Será por ello, me pregunto, por lo que la desconfianza en el hombre sigue instalada en mi vida.
Santiago Díaz Bravo (25/09/2003)