martes, 16 de diciembre de 2003

AQUELLA NOCHE


AÑOS ATRÁS, a las puertas de una animada cervecería portuense, hacía partícipe a un amigo de lo injusta que había sido la vida conmigo, al menos aquella tarde. A un dramático roce de cinco centímetros de longitud en el lateral derecho de mi flamante Renault 19 se había sumado, momentos después, aún sumido en un profundo disgusto, una multa por estacionar en un área de carga y descarga. Mis ruegos ante el estricto agente fueron en vano. Para más inri, aquel mes escaseaban mis recursos crematísticos, y la espera por el ingreso de la nómina se me antojaba eterna. Una mueca gentil y una seña para que el camarero escanciara una siguiente ronda sirvieron para escenificar su apoyo. Tampoco había sido un buen
día para él, harto como estaba de aguantar excentricidades laborales y, cuando no, de soportar reiteradas reprimendas maritales. Me vi en la obligación de hacerle una seña al camarero. Continuamos largo rato enfrascados en una conversación sobre nuestras mutuas desgracias, hasta que mis ojos advirtieron en la acera de enfrente, entre dos coches, a un joven cuyo cuerpo reposaba sobre un artilugio parecido a una silla de ruedas. Carente de piernas y por ello dependiente de aquella suerte de soporte rodado (no se trataba de una silla de ruedas al uso), había intentado sortear dos vehículos aparcados en batería para cruzar la calle, sin advertir que la diagonal que marcaba uno de ellos hacía que, a la altura del maletero, se acercase en exceso al otro y le impidiese el paso. El joven se había enfrascado en una batalla perdida: volver hacia atrás y buscar otra ruta; el empedrado de la calzada y el bordillo de la acera se lo impedían. No supimos cuánto tiempo llevaba allí, tal vez en algún momento mirando hacia nosotros y nuestro universo de preocupaciones mientras realizaba algún esfuerzo estéril por liberarse. No se lo preguntamos. Lo ayudamos a cruzar y nos ofrecimos a llevarlo adonde quisiera. Rechazó cortésmente el ofrecimiento y, tras estrecharnos la mano, continuó su camino.Volvimos a la cervecería. Estuvimos largo rato en silencio. La noche lucía estrellada. Maravillosa.
Santiago Díaz Bravo

jueves, 20 de noviembre de 2003

UNA CUESTIÓN DE IMAGEN

LES RUEGO que acudan a la edición de ayer de EL DÍA y busquen la página 17. En ella encontrarán una de las noticias más crueles y espantosas de las últimas semanas: la negativa a que cuatro niños discapacitados hagan uso de la piscina de un hotel "por una cuestión de imagen". Suficiente para removernos el estómago, para fastidiarnos el desayuno y hasta el resto del día, para avergonzarnos del artificioso mundo que, entre todos, estamos creando. Alexander, María José, Jesús y Marcos no deben ser lo suficientemente guapos para acceder a las instalaciones de un hotel portuense donde, lo damos por hecho, vetan la entrada a alopécicos, desdentados y obesos. Quienes han argüido "la imagen" como excusa deben estar convencidos de que a los germanos barrigones que campan a sus anchas por los pasillos ni siquiera se les pasa por la cabeza aliviar su vejiga al modo subacuático. Tal debe ser la estima en la que tienen a su clientela que descartan la posibilidad de que, entre tanta agua, se esconda algún esputo. ¿Flatulencias? En este hotel no se aloja nadie con ese nombre. En descarga de quienes han impedido el paso a Alexander, María José, Jesús y Marcos, de quienes, en el fondo, han evitado que sean un poco más felices, apuntamos su valentía, la que han mostrado al expresar a las claras lo que piensan: "una cuestión de imagen". Créanme si les digo que en veinte hoteles que hubieran preguntado, la respuesta a las madres habría consistido en una sucesión de excusas vagas, en un "estamos llenos", "no tenemos rampas", "el encargado está de vacaciones". Créanme de igual forma si les aseguro que en esa veintena de establecimientos la verdadera causa de la negativa sería, mera y simplemente, "una cuestión de imagen". Y llega el momento de un segundo ruego: relájese y haga memoria, viaje con su privilegiada mente hasta encontrar ese instante de la vida en el que una determinada visión, un abrupto paisaje humano, le conminó a decir lo que dijo, a actuar como actuó, a sonreír de la forma hipócrita en que lo hizo. Y todo, ¿verdad?, "por una cuestión de imagen".


Santiago Díaz Bravo
El Día

jueves, 13 de noviembre de 2003

JORDI SE NOS VA


MAMÁ ME ABRONCABA por llegar a deshora la noche anterior y yo, atufado, levantaba la cabeza hacia el televisor y allí estaba él, la reencarnación de Picio, evidenciando que con la mera inteligencia se puede llegar muy lejos. Mi chica me acababa de confesar que íbamos a continuar siendo los mejores amigos del mundo y yo, con las mejillas aún humedecidas, miraba de reojo la pequeña pantalla y allí estaba él, recordándome que mis cuitas eran poca cosa en comparación con los desaires que, día sí, día también, sufrían los catalanes por parte del omnímodo poder castellano. Me emancipé, compré mi primera caja catódica y, nada más encenderla, allí estaba él, subrayándome que lo que fuera bueno para Catalunya sería bueno para mí. Arnold Schwarzenegger desafiaba totalmente a los malos de Marte y allí estaba él, dejando clara la intergalacticidad del nacionalismo catalán. Este domingo, el adiós de Jordi Pujol a la presidencia de la Generalitat se convertirá en un duro trago para toda una generación. Primero se nos fue Heidi, luego Pipi; sin recuperarnos le llegó el turno a Marco, un poco más tarde a la Bruja Avería y, ahora, al bueno de Jordi, uno de los pocos personajes que han sobrevivido a nuestra tierna adolescencia. Él siempre ha estado ahí, reivindicando y, cuando no, reivindicando también. Jordi nos ha enseñado que el que la sigue y la persigue la consigue; ha sido capaz de que el mismísimo Aznar, mejor o peor, hable íntimamente la lengua de Pla; nos ha enseñado que Jordi se pronuncia Yordi y Pujol, Puyol. A propósito o por mor del devenir, se ha convertido en un icono de nuestra época que ha mandado, y mucho, dentro de las fronteras de su bella y floreciente región e, indirectamente, en las restantes. Jordi ha sido durante años la novia caprichosa que todos han pretendido, la amante dispuesta a plantar a su pareja por un quítame allá esas joyas, la contundente confirmación de que un verso nada tiene que hacer frente a un lujoso descapotable. El lunes, Jordi será un poco menos Jordi y todos seremos algo más viejos.


Santiago Díaz Bravo (13/11/2003)

jueves, 6 de noviembre de 2003

LETIZIA


CON MAYOR O MENOR ímpetu que cada una de las presuntas doncellas de las cortes europeas, Letizia probablemente se desperece cada mañana antes de saltar de la cama. Alguna vez, al otro lado del colchón hubo alguien, de igual forma que lo hubo, lo ha habido, lo hay y lo habrá en el lecho de la mayoría de las supuestamente castas herederas del continente; sin olvidar a los principitos, que los hay de todas clases y para todos los gustos y disgustos. En muchas o pocas ocasiones, Letizia habrá dicho "coño" y se habrá acordado con escasa reverencia de los antepasados de no se sabe quién; ni más ni menos que otras tantas reales damas, estupendas o no, que abarrotan los fastos salones de los palacios, restaurantes, hoteles de lujo y boutiques de "pret a porter" del viejo mundo. Alguien, escandalizado o atemperado, con tantísima o poquísima envidia, pero con envidia seguro, podrá comentar que la ha contemplado dándose un revolcón en los exuberantes jardines de la Facultad de Ciencias de la Información, o acaso fumando lo que parecía ser pero no era, como cualquier joven que se preciara de descubrir la vida, incluidas las excelsas, ilustrísimas, excelentísimas y reverendísimas cortesanas de aquí y allá. Durante años madrugó para llegar de madrugada a su trabajo, mientras las tatianas, victorias, carolinas y gabrielas roncaban a pierna suelta, tal vez acabantes de cepillarse los dientes y acurrucarse entre las sábanas para disfrutar de la molicie hasta bien entrada la mañana. Hace bien poco cogía la guagua, el metro y el taxi. Cuando no, acaso emulando a las jóvenes de realengo, conducía un Seat, su particular versión del lujo sobre ruedas. A pesar de las contundentes evidencias de que Letizia Ortiz Rocasolano no desmerece a las demás, e incluso de que es bastante mejor que ellas, poco han tardado en emerger una serie de opiniones, respetables en algunos casos, que se empeñan en negar la idoneidad de la futura reina bajo un argumento monstruoso: la necesidad de que carezca de pasado, un requisito imposible, porque el pasado es la vida misma, lo que marca la diferencia entre un ser humano y un florero.


Santiago Díaz Bravo

jueves, 16 de octubre de 2003

AQUELLA NOCHE

AÑOS ATRÁS, a las puertas de una animada cervecería portuense, hacía partícipe a un amigo de lo injusta que había sido la vida conmigo, al menos aquella tarde. A un dramático roce de cinco centímetros de longitud en el lateral derecho de mi flamante Renault 19 se había sumado, momentos después, aún sumido en un profundo disgusto, una multa por estacionar en un área de carga y descarga. Mis ruegos ante el estricto agente fueron en vano. Para más inri, aquel mes escaseaban mis recursos crematísticos, y la espera por el ingreso de la nómina se me antojaba eterna. Una mueca gentil y una seña para que el camarero escanciara una siguiente ronda sirvieron para escenificar su apoyo. Tampoco había sido un buen día para él, harto como estaba de aguantar excentricidades laborales y, cuando no, de soportar reiteradas reprimendas maritales. Me vi en la obligación de hacerle una seña al camarero. Continuamos largo rato enfrascados en una conversación sobre nuestras mutuas desgracias, hasta que mis ojos advirtieron en la acera de enfrente, entre dos coches, a un joven cuyo cuerpo reposaba sobre un artilugio parecido a una silla de ruedas. Carente de piernas y por ello dependiente de aquella suerte de soporte rodado (no se trataba de una silla de ruedas al uso), había intentado sortear dos vehículos aparcados en batería para cruzar la calle, sin advertir que la diagonal que marcaba uno de ellos hacía que, a la altura del maletero, se acercase en exceso al otro y le impidiese el paso. El joven se había enfrascado en una batalla perdida: volver hacia atrás y buscar otra ruta; el empedrado de la calzada y el bordillo de la acera se lo impedían. No supimos cuánto tiempo llevaba allí, tal vez en algún momento mirando hacia nosotros y nuestro universo de preocupaciones mientras realizaba algún esfuerzo estéril por liberarse. No se lo preguntamos. Lo ayudamos a cruzar y nos ofrecimos a llevarlo adonde quisiera. Rechazó cortésmente el ofrecimiento y, tras estrecharnos la mano, continuó su camino. Volvimos a la cervecería. Estuvimos largo rato en silencio. La noche lucía estrellada. Maravillosa.


Santiago Díaz Bravo
El Día

jueves, 9 de octubre de 2003

¿TONY O CHAGO?

ARNOLD SCHWARZENEGGER, alias Terminator, se ha convertido en el nuevo gobernador de California, el estado más poderoso de los Estados Unidos, casi del mismo tamaño que España y con un potencial económico muy superior. Su elección se quedaría en la mera anécdota si no fuera porque, más pronto que tarde, tal situación encontrará reflejo en la vieja Europa. Si Washington ha asumido el papel de indiscutible capital del mundo es porque se ha especializado en la exportación de modas y modelos de conducta, paso previo a la exportación de productos e ideologías. El cine, Hollywood, se tornó tras la segunda gran guerra en una suerte de avanzadilla que con el paso de las décadas, y con el indiscutible apoyo de la lúgubre etapa de la "guerra fría", se ha descubierto fundamental para la entronización planetaria de todo aquello que huela a estadounidense. Somos lo que somos, el mundo entero es lo que es, en buena medida debido a los magníficos guiones que han pergeñado durante décadas los sesudos guionistas de la Universal, a los fastuosos decorados de la Paramount, al indiscutible sentido mitad artístico, mitad comercial, de los productores de la Century, a la estudiada pose de Humprey Bogart, a la embriagadora belleza de Ava Gadner, a las imbecilidades de Jerry Lewis, a la virilidad de Harrison Ford, a las piernas de Cameron Díaz y a los indestructibles tornillos de Arnold Schwarzenegger Si el bueno de Terminator, siguiendo el camino abierto por su colega Ronald Reagan, ha logrado que sus conciudadanos le otorguen el cargo de mandamás californiano, créanme si les digo que dentro de poco seremos testigos de una encarnizada lucha por la presidencia española entre Emilio Aragón y Antonio Ozores. ¿Tiene dudas? Yo, ninguna; votaré a Ozores. Donde no lo tengo tan claro es en el ámbito de la política local porque, si le soy sincero, a la hora de elegir al futuro presidente del Gobierno de Canarias no encuentro grandes diferencias entre Tony Santos y Chago Melián.


Santiago Díaz Bravo
El Día

jueves, 2 de octubre de 2003

EL PARAÍSO DE LA MEDIOCRIDAD


LA LLEGADA DEL OTOÑO televisivo ha evidenciado un año más los síntomas de una de las enfermedades que acucia a la sociedad actual: el nihilismo. Dos esperpénticos programas, "Operación Triunfo" y, sobre todo, "Gran Hermano", muestran año tras año hasta qué punto la televisión ha transgredido el sistema tradicional de valores, que aunque lleno de injusticias, incoherencias e incongruencias, jamás había convertido a la molicie, la mediocridad y la estupidez en objeto de la admiración popular, en paradigmas del comportamiento humano. En un mundo de iletrados, la pantalla catódica se ha hecho dueña y señora de las salas de estar, de las conversaciones en cafeterías, bares y parques, de acuerdos y discusiones, de fobias y filias. Dentro de ese maremagnum de imágenes, un grupo de personajillos cuyo único mérito conocido es el lloriqueo desmedido se convierte temporada tras temporada en el delirio de la audiencia. Es la fama por la fama, el salto a la popularidad sin que medie mayor esfuerzo que el coito bajo un edredón. La admiración pública, el odio del populacho, ya no encuentran su origen en el esfuerzo, en los logros, en la bondad, en la maldad, en la suerte. La fama ha dejado de ser "consecuencia de" para convertirse en el primer y único fin. No se es conocido por ser alguien: se es conocido para ser alguien. Y claro que resultaría injusto meter en el mismo saco al abominable "Gran Hermano" y a "Operación Triunfo", o lo que es lo mismo: a un clan de parásitos y a un grupo de jóvenes esforzados. El inconveniente del segundo es otro: parafraseando su propio título, el triunfo de lo mediocre, de lo convencional, el imperio absoluto del estereotipo. No deja lugar a la variedad, a la distorsión. Visto uno, vistos todos, y en ninguno de los casos el objetivo de los concursantes es la música como vehículo de expresión, el canto como actividad creadora. El fin del camino es la fama, el triunfo, ser conocido para ser alguien. Es la caligrafía que sustituye a la literatura, la nada que se adueña de todo.


Santiago Díaz Bravo (2/10/2003)

jueves, 25 de septiembre de 2003

LA MUERTE QUE NOS ACOMPAÑA


COMO TANTOS OTROS de mis congéneres, entre ellos probablemente muchos de quienes se adentran en estas líneas, con cierta frecuencia imagino la vida y obra de los desconocidos (según recientes averiguaciones, una costumbre que creía propia he comprobado que se halla extendida por doquier). Pedir un café me resulta más que suficiente para, en el interludio, apoyándome en la mera intuición, enebrar una simple o compleja historia (dependiendo de lo que me sugieran el aspecto, los modales y el tono de voz) acerca del devenir del camarero. A las víctimas de mis elucubraciones las revivo en lejanas adolescencias de aventuras y pasiones, en oscuros pasados blanqueados por el tiempo, en casas llenas de chiquillos, en amoríos furtivos (confieso que, en ocasiones, con profusión de detalles). Salvo raras excepciones, consecuencia casi siempre de las sensaciones que me provoca el entorno, lo escabroso queda fuera de mis ensoñaciones. Pero en sólo unos días, Tony King ha logrado poner en jaque mi particular estructura onírica; ha conseguido manchar de rojo mis antaño convencionales viñetas sobre la vida de los otros. Si algo produce pavor en este recién llegado personaje es su aparente vulgaridad, su espontánea pertenencia a lo común, su aspecto de camarero, cocinero, mensajero, futbolista, abogado, médico traumatólogo, militar, policía, periodista... Tony King es la muerte que nos acompaña en cada instante, que nos sonríe y nos sirve una caña fresquita; es la violencia en forma de gesto amable; la mano que se funde en un amigable apretón instantes después de degollar a una joven, y todavía, insolente, nos obsequia con una palmada en el hombro. Será por ello que hoy, en la espera por un cortado y un pincho de tortilla, me he detenido como nunca antes en la observación del diestro manejo del cuchillo por parte de un desconocido joven. Será por ello, acaso, que no dejé propina, no agradecí su amabilidad ni lo miré a los ojos. Será por ello, me pregunto, por lo que la desconfianza en el hombre sigue instalada en mi vida.


Santiago Díaz Bravo (25/09/2003)

jueves, 11 de septiembre de 2003

IN MEMORIAM


NI ENTERRADO VIVO ni quemado, repetía papá. Voy a hacerle caso, al menos esta vez, que era hombre de ciencia y sabía lo que se decía. El humo me ciega, impide que vea la ventana; la garganta me escuece como nunca y toso con violencia; el pañuelo que aprisiona mis labios recibe un férreo castigo. A duras penas vislumbro un atisbo de claridad: la calle. Me acerco y una enorme cortina prendida en llamas cae al suelo después de acariciar mi nuca. Me acuerdo de ella, de mi chica, de mi esposa, de mi vida, de cuánto la quiero y juro ante ustedes y ante el mismo Dios que si salgo de ésta la invito al restaurante más caro de Manhattan (más tos; esputos. Giro el cuello y busco en otra dirección. ¡Mi reino por un poco de aire!). Y de ellos, claro, que a estas horas ya deben estar en clase. Anoche no me quedó otro remedio que abroncar al mayor, todo un hombrecito, y por eso mismo debe acostumbrarse a ordenar sus cosas. Hoy, antes de que se duerma, lo abrazaré hasta que me implore libertad. Entonces le confesaré cuánto lo quiero (esa sí; esa es la calle. Puedo oler a aire; a vida). El pequeño es más tranquilo. Sale a la madre. Comprendan que sonría, pero incluso en estas difíciles circunstancias invade mi pensamiento la imagen de su cara tras abrir el enorme regalo: un castillo, con duendes y todo. Cumplió cinco hace tres días. Te quiero; te quiero; te quiero. (¡bingo, la ventana! Ahí te pudras, asqueroso infierno. Bye, bye). Este domingo iremos al parque de atracciones, y luego al cine, que el día tiene muchas horas y si algo nos sobra son ganas de pasarlo bien (el aire golpea mi rostro. Pierdo de vista la avenida. El cielo se aleja). Y las vacaciones, que mañana es 12 de septiembre. No puedo olvidarme de ellas, porque el tiempo se echa encima y los pasajes no esperan. Preferimos Europa, pero aceptamos sugerencias (ladeo la cabeza y encuentro unos ojos. Le tiendo la mano. Somos muchos). Esta noche tomaremos una decisión como se toman las decisiones: con una taza de café en la mano y un beso en los labios (¿por qué...).


Santiago Díaz Bravo
EL DÍA

lunes, 11 de agosto de 2003

EL ARTE DE CALLAR


SUCEDIÓ UNA NOCHE en uno de esos programas de entrevistas cuya escenificación invita a la intimación con el personaje. El periodista, con pose de estrella de cine, le hizo al gran Buero Vallejo la siguiente pregunta: "¿Qué opina sobre el aborto?". El gran Buero Vallejo, más grande si cabe desde aquel día, no tardó ni un segundo en responderle: "Lo siento. No tengo una opinión formada". No era intención del memorable dramaturgo eludir tan polémico asunto, ni siquiera pagar con un desaire la incomprensible altivez del locutor. Simple y llanamente, carecía de una opinión formada sobre el aborto. Aquella respuesta, aquel monumento a la honradez intelectual, marcó un antes y un después en mis relaciones con el desaforado universo de las tertulias periodísticas, que, sincerándome con ustedes, reconozco que aborrezco. Un viejo, sabio y redundante dicho: zapatero a tus zapatos, resume la idea que, a mi entender, debería convertise en norma a la hora de concebir cualquier foro de opinión. Porque de vergonzosos e intelectualmente patéticos cabe calificar esos mentideros donde los invitados hablan de economía cinco minutos después de discutir sobre genética y un cuarto de hora antes de abordar el mundo de la moda, las tendencias artísticas en boga, los resultados macroeconómicos, los hallazgos astronómicos o cualquier otro asunto que proponga el moderador. Y yo me imagino acomodado en una de esas sillas a alguno de los grandes sabios de la humanidad, a Platón, a Aristóteles, al mismísimo Leonardo, y pocas dudas me caben de que sus labios se sellarían cada vez que la tertulia se adentrase en materias ajenas a su sapiencia. Pero nuestros particulares sabelotodos no esquivan asunto alguno, muestran una locuacidad diarreica y, lo verdaderamente grave: prestan un flaco favor a las mentes menos privilegiadas, carentes de un sentido crítico que amortigüe todo el mal que en ellas causan unas afirmaciones adornadas por la impericia y la más descarada imbecilidad. En no pocas ocasiones, el silencio se convierte en la más irrefutable prueba de la sabiduría.


Santiago Díaz Bravo (11/08/2003)

sábado, 2 de agosto de 2003

EL ENIGMA DEL AUTOINCULPADO


EL AIRE se tornó frío, casi irrespirable, cuando don Jaime, con aquel tono autoritario que surgía de sus adentros salesianos cada vez que le convenía, amenazaba a la clase con alargar la jornada escolar hasta las siete de la tarde, ese día y todos los que fuesen necesarios, en tanto no se desvelara la autoría de la gamberrada. Aunque de reojo, treinta y nueve miradas confluían en el pupitre donde reposaba, sosegado, como si la cosa no fuese con él, quien todos sabíamos culpable del incendio que acababa de derretir la vetusta papelera de plástico gris y, de paso, motear la blancuzca pared con decenas de manchas negras. Un índice delator habría bastado para abandonar el aula dos minutos más tarde, encontrarnos con los amigos en El Llano, degustar el delicioso bocadillo de mantequilla, queso y jamón de york que preparaba mamá o atisbar (desde lejos, que la timidez era aún mayúscula) a las niñas que, recién acabada la jornada en La Milagrosa, cruzaban el parque entre risas y miradas atrevidas. Pero preferíamos mantener el silencio, y créanme si les digo que no tanto por miedo a las represalias de aquel infame y revoltoso repetidor (que dada su estatura, fuerza y predisposición encefálica tampoco era asunto menor), sino por el más que justificado pánico que nos infundía el estigma que acompaña de por vida a los chivatos. Entonces el mundo se volvió del revés, y una tenue voz que provenía de las últimas filas se alzó para confesar "fui yo". ¿Qué diablos pasaba? ¿Cómo podía ocurrir que aquel buen muchacho, incapaz de pronunciar una palabra más alta que otra, se autoinculpara de una falta que no habría cometido en quinientos años de vida? Salimos de uno en uno, no sin antes obsequiar con una última mirada, acaso de pena, con seguridad de agradecimiento, a nuestro absurdo liberador, a quien años más tarde me tropezaba en una cafetería portuense. En mitad del intercambio de tópicos y deseos no me resigné a obviar el hecho que protagonizase dos décadas atrás, un día antes de la fecha en la que, según me aclaró, lo llamé por vez primera por su nombre.


Santiago Díaz Bravo (02/08/2003)

miércoles, 23 de julio de 2003

ELOGIO DE LA FELICIDAD



DICIEMBRE DE 2002. SINGAPUR. Ladan y Laleh deshacen las maletas en la habitación del hotel. Sus ojos reflejan un brillo especial; sus labios se revelan incapaces de contener un esbozo de sonrisa. Ladan guarda la ropa en el armario y se imagina en el probador de una boutique. Dentro de poco se verá obligada a renovar su vestuario, que no habrá mejor forma de empezar con buen pie que la elegancia y la lozanía. Laleh no la acompañará, que sus gustos son diferentes y no es lo mismo acudir a un diario que a la facultad de Derecho. Y tampoco un reportero que un estudiante, ni por posibles ni por carácter, aunque a Ladan, lo que de verdad le importa, es que la quieran mucho. Se imagina cogida de un brazo paseando entre los quince mil árboles de Yamshidieh, el bello parque de Teherán, y bajo las luces de los Campos Elíseos, y en las concurridas aceras de Oxford Street, y junto a los carteles luminosos de Time Square. Qué maravilloso es el mundo. Qué agradable sensación sentirse deseada y que el fruto del amor gatee y se coja berrinches por cualquier nimiedad.
Laleh se mira en el espejo y suspira. A pesar de todo, la vida no se va a portar tan mal con ella, que ni le ha hecho daño a nadie y nada desea más que el bien para todos. Cuánto quiere a mamá. Y a papá. Y a Ladan, cuyo rostro reflejado le sonríe cómplice. Cómo la echará de menos cuando se decida a abrirse camino en Teherán. Se promete escribirle cada día, que cosas que contar no van a faltarle. La ciudad se ve enorme, y sus calles lucen preciosas. Pero Ladan está fatigada y mañana tienen cita con el doctor Goh.
8 DE JULIO DE 2003. SINGAPUR. Los cuerpos que eran uno yacen ahora separados. Un abismo de veinte centímetros separa a Ladan de Laleh, más que suficiente para que Ahmad ajuste las mortajas. Familiarizado con el frío aroma de la muerte, el enfermero observa con sorpresa el rictus de alegría que envuelve ambos rostros. Una extraña sensación se adueña de él, y dos lágrimas, dulces como la felicidad, se escapan para siempre de sus ojos.

Santiago Díaz Bravo

sábado, 5 de julio de 2003

MARTÍN, SEXTO PRESIDENTE Crónica parlamentaria (5 de julio de 2003)

Martín, sexto presidente


La ausencia del diputado del PIL Dimas Martín fue la única nota llamativa de la segunda y última jornada de la sesión de investidura del candidato de CC a la Presidencia del Gobierno.
S. DÍAZ BRAVO, S/C de Tfe
El nacionalista Adán Martín se convirtió ayer en el sexto presidente del Gobierno de Canarias gracias al apoyo de los 23 diputados de Coalición Canaria (CC), los 17 del Partido Popular (PP) y dos de los tres representantes del Partido de Independientes de Lanzarote (PIL). El tercero, Dimas Martín, que según el PSC-PSOE ni siquiera debería ocupar un escaño debido a que existe una sentencia que lo inhabilita, no apareció por la sede del Parlamento de Canarias, según su compañera de formación, María Isabel Déniz, por motivos personales.
La ausencia del polémico político conejero fue una de las notas más destacadas en una sesión donde el único interés residió en los ataques verbales del líder del PSC-PSOE, Juan Carlos Alemán, al por entonces candidato. Los 17 diputados socialistas, que votaron en contra de la investidura de Martín, empezaron a ejercer ayer su soledad contestataria dentro del hemiciclo autonómico.
El ayer portavoz del PSC-PSOE hurgó cuanto pudo en la herida abierta en la formación nacionalista, refiriéndose a cada poco a las diferencias de Adán Martín con Román Rodríguez.
Martín le respondía insistiéndole que los problemas de cada formación se arreglan dentro de cada formación y que en aquel momento y en aquel lugar estaban para otra cosa: debatir su investidura.
Alemán no se atuvo a los requerimientos del candidato e insistió en que las diferencias entre el presidente y el vicepresidente en funciones son un asunto de interés público y parlamentario. Llegó a decir que tal enfrentamiento, mantenido a lo largo de los últimos años, ha influido negativamente en la acción del Ejecutivo, a lo que Adán Martín respondió con una retahíla de logros del "Gobierno presidido por Román Rodríguez", según apuntó.
El resto de los ayer portavoces, José Manuel Soria por el PP, José Miguel González por CC y María Isabel Déniz, que sustituyó a Dimas Martín, por el PIL, se limitaron, con mayor o menor grado de matices, a loar las excelencias del acuerdo de gobierno suscrito entre nacionalistas y populares.
Sólo González, en un alarde de coherencia programática, subrayó con contundencia que su formación no renuncia a que la Comunidad Autónoma cuente cada vez con mayores competencias, citando entre ellas la policía autonómica, proyecto sobre el que, según adelantó, tendrán que negociar con su socio de gobierno.
Déniz, mientras, realizaba en su segunda intervención un hiriente comentario como respuesta a unas declaraciones públicas de Román Rodríguez el día anterior, cuando puso en duda la idoneidad de que Adán Martín recibiera el voto de apoyo de Dimas Martín. La diputada lanzaroteña acabó su breve discurso diciendo que "hay quien no quiere votos, pero desea participar con mucho ahínco en el Gobierno".

Explicaciones sobre Dimas
Pocos creyeron, sin embargo, la explicación de Déniz en los pasillos acerca de la ausencia de su jefe de filas. Los más vieron una actitud premeditada, puede que incluso pactada con CC y PP, para evitar polémicas en el caso de que el Consejo de Ministros no conceda finalmente el indulto al diputado conejero.
Soria, ejerciendo de socio fiel durante toda la intervención, sólo se permitió la licencia de pronunciar una cita de Bertrand Russel para que Adán Martín la grabara en el cabecero de su sillón presidencial, justo la misma que salía de su boca hace unos pocos días, en la villa grancanaria de Teror, ante la Virgen del Pino.
El cruce dialéctico entre Martín y Alemán y las frases idílicas entre Martín y Soria y González y Martín se extendieron a lo largo de casi tres horas y media, réplicas incluidas. Poco después de la una de la tarde, el presidente del Parlamento, Gabriel Mato, sorteó en un pequeño bombo el número del diputado o diputada a partir del cual se iniciaba la votación de investidura.
La primera fue Milagros Luis Brito, de Tenerife y de Ican, que pronunció con convicción el primero de los 42 síes que llevaron al candidato de CC a la jefatura del Gobierno.
A su lado, con la misma firmeza, dijo sí, cuando le correspondió, su vecina de escaño, la grancanaria María del Mar Julios, también de CC, a quien la configuración del Gobierno puede traer alguna alegría. Y aunque los más indecisos se fijaban insistentemente en él, tampoco titubeó Román Rodríguez a la hora de apoyar a su subordinado, que un minuto y medio más tarde dejaría de serlo.
El propio Rodríguez se adelantó a felicitarlo con efusión cuando el presidente de la Cámara certificó el número se sufragios y otorgó a Adán Martín la investidura presidencial. Le siguió Alemán, que ya pasó por ese mismo trance en el Cabildo de Tenerife, y luego Soria, Castro, Matos, Zerolo y buena parte de los restantes 58 diputados que poblaban el hemiciclo.
También se acercaron a estrechar su mano, además de Román Rodríguez, otros tres ex presidentes: Jerónimo Saavedra, Lorenzo Olarte y Fernando Fernández, a quienes el propio Martín había invitado a la sesión de investidura. Sólo faltó Manuel Hermoso, según comentaron por motivos personales.

Idas y venidas de Rivero
No obstante, durante la sesión, las bambalinas del Parlamento acogieron su propia intrahistoria, protagonizada esencialmente por las continuas idas y venidas del presidente de CC, Paulino Rivero. A su término, bajo los soportales del patio parlamentario, el dirigente nacionalista, sin evitar un tono sarcástico, achacó a sus responsabilidades como alcalde de El Sauzal las permanentes desapariciones del palco de invitados. Recordó que anoche, en la Plaza de San Pedro, tocaba Jarabe de Palo.
Rivero intentó transmitir tranquilidad, auguró que todo se iba a arreglar y anunció que el martes, cuando el BOC publicase el nombramiento de Martín, el nuevo presidente haría pública la composición de su gabinete.

viernes, 4 de julio de 2003

MARTÍN DIBUJA UN NUEVO MODELO DE DESARROLLO Crónica parlamentaria (4 de julio de 2003)

Martín dibuja un nuevo modelo de desarrollo


El candidato nacionalista a la Presidencia del Gobierno se mostró convencido de que buena parte de los problemas de las Islas parten del desaforado crecimiento económico de las últimas décadas.
S. DÍAZ BRAVO, S/C de Tfe.
Adán Martín comenzó y terminó su discurso de investidura, de una hora y nueve minutos de duración, subrayando la obligación de todo político de crear las condiciones necesarias para que las personas logren la felicidad. En su proyecto para los próximos cuatro años, esa búsqueda de la felicidad pasa por el rediseño del modelo de desarrollo, una decisión que necesariamente conlleva una mayor implicación del Gobierno de Canarias en el control de la actividad económica. Su lectura sobre la realidad del Archipiélago se adivina contundente: buena parte de los problemas de las Islas encuentran su origen en el desaforado ritmo de crecimiento.
Martín, que esta tarde se convertirá en presidente, se mostró fiel a los planteamientos que arguyó como vicepresidente y durante la campaña electoral. Habló con concisión al señalar que el modelo económico de las Islas "está llegando al agotamiento" como consecuencia del excesivo protagonismo del sector terciario, especialmente el turismo, la construcción y el transporte, y que "los costes sociales" que conlleva tal modelo "se acercan peligrosamente a los ingresos".
Según sus palabras, Canarias ha pagado un alto precio como consecuencia de ese desequilibrio sectorial, que se ha traducido en "un impacto muy fuerte sobre el territorio" y en el fenómeno de la inmigración laboral, uno de los temas más recurrentes del discurso de los nacionalistas en los últimos años.
Martín se refirió de forma clara al elevado incremento de la mano de obra externa, que según indicó ha impedido que los canarios se beneficien de las oportunidades de empleo que conlleva el desarrollo económico y, al mismo tiempo, ha sobrecargado la densidad demográfica hasta límites extremos.
El líder nacionalista fue prolijo a la hora de demostrar con datos que si las cifras de paro no se han reducido lo suficiente no se debe a la ineptitud del Gobierno saliente, donde él mismo fue el principal responsable del área Económica. Subrayó que en el pasado cuatrienio se crearon 154.000 nuevos empleos, de los que 110.000, según enunció, se encuentran hoy en día ocupados por foráneos.
El candidato presidencial citó una segunda cifra, más contundente si cabe: en los últimos cuatro años, la población de las Islas se ha incrementado en un cuarto de millón de habitantes, un fenómeno que ha acelerado los procesos de demanda de viviendas, carreteras, educación y sanidad.
La solución para materializar el reto de un nuevo modelo de desarrollo pasa, según Adán Martín, por la aplicación de las Directrices de Ordenación del Turismo, un texto aprobado por el Parlamento en la pasada legislatura. No obstante, entiende que el objetivo último no debe limitarse a la aplicación de "mecanismos de contención o de control", sino que debe incidir en "nuevos ámbitos de desarrollo sostenible".
También se cuidó mucho a la hora de recalcar que instaurar un nuevo modelo no implica que la economía deje de crecer. La fórmula de Adán Martín resulta sencilla: generar empleo en aquellos lugares donde se concentren los mayores índices de paro. La receta se completa con el fomento de los subsectores que en las últimas décadas han visto mermado su protagonismo como consecuencia de la preeminencia del turismo: la agricultura, el comercio y la industria, incluyendo en todos los casos la búsqueda de mercados fuera del Archipiélago.
La necesidad de estructurar un discurso acorde con los planteamientos de su socio de Gobierno, el Partido Popular (PP), llevó a Martín a incluir ciertos matices y consideraciones en sus argumentos habituales. Así, a pesar de dedicar un tiempo generoso a hablar de la llegada de nuevos residentes, en ningún momento propugnó la necesidad de limitar dicha afluencia por métodos diferentes a las medidas de control económico. Una de las frases pronunciadas en este sentido resultó harto significativa: "Tenemos que garantizar una adecuada calidad de vida... Admitiendo con generosidad a los inmigrantes legales y tratando con rigor, pero también con humanidad, el fenómeno de la inmigración ilegal".
La policía autonómica, uno de los proyectos que concita mayores diferencias entre nacionalistas y populares, fue objeto de una atención específica. Martín reconoció que las posturas entre los socios son divergentes, por lo que se ha optado por una solución que agrade a ambos, aunque sin matizar si el cuerpo finalmente se creará.
En el ámbito sanitario, asunto que centró algunos de los más sonados rifirrafes electorales, el discurso de Martín se quedó en una declaración de intenciones, sin medidas concretas, y en el llamamiento a un gran pacto regional.
Más conciso, y en este caso alejado del discurso del PP, se mostró al referirse al ámbito competencial. El candidato, que no se olvidó de subrayar su ideología nacionalista, habló abiertamente de asumir puertos, aeropuertos, comercio exterior, tráfico aéreo, costas, vertidos, salvamento marítimo y el servicio meteorológico.

jueves, 26 de junio de 2003

LOS POTTER DE TODA LA VIDA

CUANDO CREÍAMOS QUE todo estaba perdido, apareció Harry. No es mas que un soñador, un aprendiz de mago, un niñato en el mejor de los sentidos, pero a pesar de esa supuesta insignificancia ha sido capaz de congregar a miles de seguidores a las puertas de unos grandes almacenes. Con sus gafas redondas y su tupida y arremolinada cabellera, este muchacho tan poco cabal y de tan buena familia, los Potter de toda la vida, se ha tornado en el salvador de lo que los petulantes han denominado la "galaxia Guttemberg", es decir, los libros; es decir, la historia; es decir, el conocimiento; es decir, la imaginación; es decir, los sentimientos; es decir, la fuerza de la palabra, cuya impresión, primero en tela, luego en papel, ha marcado un antes y un después en el curso de la humanidad. Y no obviemos que el después ha resultado bastante más fructífero que el antes. Harry, de los Potter de toda la vida, existe sin existir, y precisamente por ello aglutina las mejores virtudes de la literatura y es capaz de despertar una expectación sólo comparable a la que levantan los personajes de la cada vez más desprestigiada farándula. Las kilométricas colas de hace unos días en Londres, Manchester, Nueva York, Sidney y el resto de ciudades en las que ha comenzado a venderse la nueva edición en inglés de sus aventuras, plagadas de infantes ávidos de letras, nos sorprenden y permiten pensar que aún queda un halo de esperanza, que las nuevas generaciones van a encontrar en los libros lo que las actuales han acabado por desechar, acaso por falta de oportunidad, con seguridad por culpa de la televisión. Joanne Kathleen Rowling, la madre de Harry, de los Potter de toda la vida, acumula libra tras libra en su mansión londinense ayudada por el cine, otro arte con idéntico enemigo, y sin saberlo, probablemente sin ni siquiera sospecharlo, abre las puertas a la posibilidad de un nuevo orden intelectual y afectivo en el que, cuando menos, Flaubert comparta escenario con Beckham, Shakespeare con Bisbal y Yola Berrocal con Vargas Llosa. A pesar de todo, nos conformamos.


Santiago Díaz Bravo
El Día

sábado, 21 de junio de 2003

ARTÍCULO POCO O NADA INTERESANTE


¿ES QUE no sabe leer? Luego no diga que no se lo he advertido, que bien grandes son las letras de arriba. Es usted como uno de esos inquietos infantes cuyo único recuerdo antes de electrocutarse es el de mamá gritando “no metas los dedos en el enchufe”. Ahora, que va por la octava línea, y antes de que siga, ha llegado el momento de hablarle claro y confesarle que la definición correcta de este artículo cabe en dos palabras: pura bazofia. Pero por supuesto que es usted muy libre de leerlo, igual que lo es de embadurnarse en un estercolero, que dicen que es bueno para las estrías. Con todo, ya le advierto que más le valdría que lo dejase de inmediato y aprovechase de mejor manera su tiempo libre, que con seguridad no le sobra. A mí, fíjese si me sobra que lo empleo en la redacción de textos tan nefastos como el que le ocupa (por su bien confío en que por poco rato). Dedíquese a ordenar su escritorio o salga a la calle a tomar el aire, y después del aire una cervecita fresca, que tanto apetece con estos calores; o aproveche para comprarle unas rosas a su esposa, que las últimas que le regaló han completado varias veces el ciclo biológico; o, por qué no: acuda iracundo en pos del quiosquero y exíjale que le devuelva el importe del periódico equivalente a la superficie que ocupan estos lacerantes párrafos sobre los que descansa su vista. Como ve, fuera de esta columna hay todo un universo esperándole. Si le parece, hacemos una cosa: yo cuento tres y se va. ¿De acuerdo? Vamos allá: Uno, dos, y... ¡TRES!... Ya veo que no hay forma de que se despegue de la página. Es usted un tipo difícil de convencer, la pesadilla personificada de un vendedor de enciclopedias. Mire que llevo líneas intentado que me deje, pero usted erre que erre. No me va a quedar otro remedio que hacerme amigo suyo, porque si ha sido capaz de llegar hasta aquí es que su adentros albergan un ente admirablemente caritativo. Jáctese de dar de comer a quien no lo merece, que lo mismo le da blanco que negro, y reconozca que entre una advertencia y un enchufe siempre se interpondrán sus dedos.
Santiago Díaz Bravo

jueves, 19 de junio de 2003

EL TRÁFICO ESTÁ FATAL Cronica parlamentaria (19 de junio de 2003)

El tráfico está fatal


El retraso del aspirante a vicepresidente, Román Rodríguez, y del diputado José Mendoza, de Ican, hizo de los primeros once minutos del pleno un infierno para CC y un paraíso para PP y PSOE.
S. DÍAZ BRAVO, S/C de Tfe.
Pasaban ocho minutos de las once de la mañana cuando el diputado Pablo Matos se volvía hacia atrás para hablar con su jefe: "José Mendoza tampoco está", le decía pletórico. El mandamás del Partido Popular (PP), José Manuel Soria, intercambiaba una mirada de complicidad, con sonrisa incluida, cuasi carcajada, con Cristina Tavío, el brazo femenino de su encendido tinerfeñismo. Mendoza, parlamentario por Ican, la rama grancanaria de Coalición Canaria (CC), y el todavía presidente del Go-bierno y también parlamentario "icánico", Román Rodríguez, erán las únicas ausencias en el hemiciclo. La venganza de los nacionalistas de Gran Canaria parecía servida en forma de sillón vacío, los diputados de CC se movían en sus escaños más de la cuenta y populares y socialistas se frotaban las manos.
Once minutos le duró la felicidad al sector "soriano" del PP, compuesto por dieciocho de sus dieciocho diputados, porque ciento ochenta segundos más tarde Rodríguez y Mendoza hacían acto de aparición por uno de los pasillos laterales, culpando al tráfico santacrucero del retraso (el alcalde, Miguel Zerolo, que estrenaba escaño, no pudo escucharles) y dando al traste con las especulaciones de un periodista radiofónico acerca de tan sonada demora. El propio aspirante a la Vicepresidencia, sin que el cariño faltase, le recriminó al informador su versión, que minutos antes había narrado en directo y que, a decir verdad, coincidía con la del resto de los pobladores del pasillo. A un tiempo, Rodríguez deshacía de cuajo el titular que mascullaba una decena de periodistas y desvelaba cuál es su emisora preferida.
La sesión, como era de esperar, y a pesar de los esfuerzos del portavoz del PSC-PSOE, Francisco Hernández Spínola, que entró "a matar" al lanzaroteño Dimas Martín, del PIL, se tornó de inmediato en soporífera. Nombres y más nombres; votos y más votos, y los familiares que presenciaban orgullosos cómo su marido, esposa, hijo o padre había llegado lo suficientemente lejos en la vida como para codearse con Adán Martín, José Manuel Soria o Juan Carlos Alemán.
Al frente de todos, en una pequeña estancia acondicionada al fondo del Salón de Plenos, la esposa del líder del PP, aprovechando una de las continuas idas y venidas al estrado, le hacía una seña a su marido para que se recolocase la corbata. Dicho y hecho. A su lado, la esposa del anunciado nuevo presidente de la Cámara, el también popular Gabriel Mato, no se perdía detalle. Y sobre ellos, en el balcón superior, el resto de los invitados. Allí se mezclaban la recién estrenada alcaldesa de Las Palmas, Josefa Luzardo; el presidente de CC, Paulino Rivero, el presidente del Consejo Consultivo, el presidente de la Audiencia de Cuentas y otros destacados representantes de organismos públicos y de las fuerzas políticas representadas en el Parlamento.
Asesores por doquier
Eso en el hemiciclo, porque el exterior más parecía un congreso de asesores que un evento parlamentario. Superaban en número a los familiares, y algunos de ellos, sobre todo tras concluir la sesión, se dedicaban a medrar entre corrillo y corrillo en pos de un prometedor futuro, cuando menos para seguir igual que hasta ahora. El superasesor de Soria, Larry Álvarez, permaneció todo el tiempo en la sala de los familiares.
Y una vez acabada la sesión constitutiva, con los preceptivos discurso y aplausos incluidos, los periodistas se encargaron de dejar claro quiénes van a ser los protagonistas de la legislatura. Cámaras y micrófonos se movían juntos, como atados por una cuerda, de un lado a otro de los soportales, en busca de los parlamentarios "vip". Adán Martín, que por su diplomática labia y sus comedidos modales parece ya investido del aura presidencial, fue uno de los más requeridos. Y Soria. Y Alemán. Y, claro está, Dimas Martín. El resto, más de cincuenta, asistían como espectadores a tamaño despliegue mediático. Algunos de ellos, con la ceremonia de toma de posesión consumieron su único minuto de gloria en toda la legislatura.
Mención aparte merece Román Rodríguez, que ayer, con nostalgia o sin ella, empezó a despedirse del sillón situado en la primera fila a la derecha de la tribuna de oradores. Al marcharse miró de refilón el asiento anexo, que según lo pactado, y a pesar del PP, debería ocupar dentro de poco. Por si acaso, la medida de los restantes es idéntica.
Los periodistas trataron de recuperar el titular que el propio Román les había robado a los once minutos de dar comienzo el acto de constitución, y durante un buen rato, bajo un agobiante sol, le insistieron para que despotricase contra ATI y el PP. Lidió pregunta tras pregunta hasta que los informadores dieron la misión por imposible y se marchó en compañía de su alter ego, José María Noguerol, otro superasesor con futuro indefinido.
En ese momento, un acalorado Dimas Martín se afanaba en convencer a diestra y siniestra de que los socialistas son unos seres muy pero que muy malos.

sábado, 7 de junio de 2003

¿EN QUÉ PIENSAS?


EN SU JUVENTUD, Charles Bukowski, uno de los escritores estadounidenses más encantadoramente subversivos del siglo pasado, se declaró, sin serlo, simpatizante de los nazis. Lo hizo en una asamblea estudiantil celebrada en mitad de la Segunda Guerra Mundial. Miles de compatriotas habían perecido bajo las bombas del ejército germano, otros tantos estaban por caer y el bueno de Henry Chinaski (su alter ego literario) se confesaba admirador de Adolfo Hitler, la reencarnación del diablo. Décadas después, cuando la vida le había puesto plazo, una periodista italiana se atrevió a preguntarle por ese renombrado episodio de su biografía. Él, de forma lacónica, le respondió que aquella proclamada simpatía nacionalsocialista se explicaba, sencillamente, por su afán de llevar la contraria. No le importó quedar marcado, que le señalaran en las aulas y le despreciaran en público y en privado. Prefirió sentirse diferente, enfrentarse a la gleba al tiempo que enorgullecerse de sí mismo, que desde lejos apuntasen con un dedo hacia su desgarbada figura y sentenciasen: "Ese maldito adora a Hitler y se alegra de que mueran nuestros soldados", pero, sobre todo, que comentaran: "Ese desgraciado piensa distinto". Si la parca no lo hubiese reclamado, si Charles (o Henry) viviese aún, tomaría prestada una botella de escocés de nuestro mueble-bar, se prepararía un vaso "on the rocks" y se sentaría detrás de nuestro televisor mirándonos de frente. Cuando llevase una decena de sorbos y un sinfín de pitillos nos regalaría la más difícil de las preguntas: "¿En qué piensas?"


Santiago Díaz Bravo

martes, 18 de marzo de 2003

AJOS FRITOS

Atisbé un enorme fluorescente que rezaba "Autoservicio" y raudo me dirigí en su pos. Comprenderán que determinadas actividades corporales prefiera realizarlas en soledad. Un buen señor me preguntó "qué pasó" y yo, aturdido ante el cariz enciclopédico que había tomado la tarde aunque, a decir verdad, más pendiente de la contención de los esfínteres que de ninguna otra cosa en el mundo, me encontré en la vicisitud de decantarme entre el Génesis o las teorías de Darwin. Confiando en exceso en la fortaleza de mi vejiga, me decidí por el homo, y en esas estaba cuando el amable e inquieto caballero me interrumpió para plantearme una nueva cuestión, inquiriéndome si era cretino. Le respondí que no, que aunque viajero, jamás he pisado Creta ni ninguna otra ciudad griega. Ni creo que lo haga, porque verguenza debería darles el mal estado que presentan sus monumentos.
Notable amabilidad la de aquel paisano, que con exquisitos modales se ofreció a quebrarme el culo con su pie. De bien nacidos es ser agradecidos, y así se lo hice constar. Que no hacía falta, le expliqué, que de suerte que siempre lo he tenido dividido en dos, separado por nalgas equidistantes que tan buen servicio prestan a mis intestinos.
Qué especimen humano tan cordial, rutilante ejemplo de desprendimiento, aunque no por ello asistido en todo momento por la cordura y el buen tino, porque de buenas a primeras, sin terciar advertencia, me pregunta si habita en mí un candidato a concejal. No encontró espárragos, así que tuve que conformarme con unos ajos fritos.

Santiago Díaz Bravo
El Día

miércoles, 29 de enero de 2003

"OPERACIÓN GALLETA"


Mi plan para evitar la guerra es el siguiente: en el desayuno de mañana me privaré de una de esas galletas María que tan ricas saben con mermelada, la meteré en un sobre, disimulada entre un par de folios, y se la enviaré a George. George es un goloso. Ya lo demostró hace unos meses, cuando a punto estuvo de asfixiarse por culpa de una inofensiva galletita que, a poco que la hubieran dejado, habría inscrito su nombre en los libros de historia. De poco va a servir la VI Flota contra mi galleta, de nada sus toneladas de bombas contra mi deliciosa María. Mi galleta va a entrar en la historia y yo con mi galleta.
Sólo me preocupa que no le guste, que prefiera las danesas, las de chocolate, las de fresa, las digestivas, las rellenas de lo que sea; que la deje a un lado, o aún peor, que la regale, porque mi galleta es asesina y no entiende de piedad. Mi plan cojea. George puede salirse con la suya si no se lo impido. Es muy travieso, y si tan bien se lo pasaba chamuscando a compatriotas, cuánto más lo hará aplastando iraquíes. Es un monstruo, el de las galletas, el verdadero aunque no sea azul.
No puedo fallar. Necesito ayuda para urdir un plan sin grietas, una operación certera que impida una nueva masacre, otra más. No quiero estar solo. No puedo estarlo. Necesito soldados para formar un ejército que inunde de galletas el despacho oval. George, te vas a enterar.
George W. Bush
The White House
1600 Pennsylvania Avenue NW
Washington, DC 20500
USA


Santiago Díaz Bravo (29/01/2003)

miércoles, 22 de enero de 2003

TONY, NO TE QUIERO

ACABO DE CERRAR la maleta y de comprobar que mi pasaporte está en regla. Les ruego encarecidamente que estas líneas no vean la luz hasta pasadas unas horas, cuando un avión me haya dejado fuera del alcance de la turba. Esto me pasa por ser sincero, lo reconozco, qué le voy a hacer, si ya de pequeño perdí un amigo por advertir el hirsutismo labial de su María. Si era verdad, si aquella chica tenía bigote. Me pregunto qué tiene eso de malo, porque de acuerdo en que Aznar luce uno, pero Groucho también y tanta gracia que nos hacía. Que de verdad lo siento, que me perdonen, y si alguna vez se topan conmigo allende los mares, más cerca o menos, porque ni de lejos les voy a comunicar mi paradero, feliz me harían privándome de exabruptos y escupitajos. Si fueran tan condescendientes, tan amables de limitarse a vengar mi traición apartándome la mirada. Vergüenza siento, de verdad, con la mano en el corazón, y sólo espero que mi exilio pague la deuda que contraigo con ustedes. Lo confieso: no me gusta Tony Santos, detesto su forma de cantar porque, influenciable que soy, pobre de mí, me quedo con Antonio Vega, Auserón, Lennon, Cohen, Bowie y Joey Ramone. Por igual detesto las maneras musicales del resto de los concursantes porque yo, de karaoke, lo justito después de unas cervezas de más y por la mañana trágame tierra. Y si alguien me preguntase si me alegro de que lo hayan eliminado le respondería que sí, y no es que tenga nada contra su persona, que a mí no me ha hecho nada y tan a gusto me tomaría un café en su compañía. Y mantengo que María tenía bigote.


Santiago Díaz Bravo
El Día