martes, 27 de noviembre de 2007

UN BRINDIS POR LA ABSTINENCIA

Periódicamente aparecen estadísticas que evidencian la estrecha relación, amistad incluso, y si lo calificásemos de noviazgo tampoco andaríamos descaminados, entre la juventud española y el alcohol etílico. En el caso de Canarias, las últimas cifras, aparecidas hace unos días y difundidas con toda la alarma posible, reflejan que casi la mitad de la población de entre 14 y 18 años al menos en una ocasión se ha entregado de forma desaforada a los brazos del dios Baco, o dicho de modo menos elegante: nuestros jóvenes se cogen unas cogorzas de padre y señor mío. Y claro, las autoridades educativas y sanitarias, como es menester, se han vuelto a echar las manos a la cabeza para exclamar a viva voz su disgusto y preguntarse qué está pasando, probablemente antes de disfrutar de un agradable almuerzo regado con dos o tres copas de un fantástico Ribera del Duero, que ahora está muy de moda, y de un generoso whisky escocés, que pocos complementos hay tan agradables para la sobremesa. Parafraseando a la Biblia, que tire la primera piedra quien en su tierna adolescencia no se entregase una, dos, tres veces, a saber cuántas y de qué salvaje manera, con devoción plena y respeto al costumbrismo hispano, a la siempre aquiescente botella; que tire una segunda piedra quien no haya abundado en dicha costumbre con el paso de los años; que tire la tercera quien jamás haya emitido una ligera y mal disimulada sonrisa al presenciar los apuros del primogénito tratando de camuflar una rotunda intoxicación etílica. Y luego, tras tanta piedra, un par de cañas para refrescar el gaznate. Escandalizarse en este país por el elevado porcentaje de jóvenes que ingiere bebidas alcohólicas es acaso tan incoherentemente ridículo como lo sería mostrar sorpresa por el creciente número de obesos de los Estados Unidos, cuna del mal yantar, la multitud de italianos que come pasta o la legión de suecos que luce una espléndida melena rubia. No descubrimos nada si aseguramos que en este país el bebercio, lejos de sufrir la censura social, se ha tornado en un importante elemento de prestigio. Quién carece en su historial de alguna borrachera pintoresca que contar a las amistades alrededor de una mesa, amenizando de esa forma la melopea que se va fraguando entre plato y plato; quién no ha presumido en alguna ocasión de haber protagonizado una barbaridad bajo los efectos del amigo Dionisos, porque tanto trabajo hay que se lo han tenido que repartir entre varios dioses. Y qué me dicen de esos pueblos, unos cuantos de ellos en estas islas, donde los excesos de los alcaldes con el vino han pasado a formar parte del programa de las fiestas patronales. Allí donde naces, haz lo que vieres, parece responder la juventud a los acalorados llamamientos en pro de un hígado virgen que emite por doquier la administración pública, tan resignada en este ámbito a los brindis al Sol. Lejos queda el día en que las autoridades sanitarias y docentes puedan alzar sus copas para celebrar el triunfo de la abstinencia juvenil, tanto casi como el del lanzamiento de una línea especial de champú para ranas. Y ahora, una vez leído este ilustrativo artículo, llega la hora del vasito de agua, ¿verdad?

Santiago Díaz Bravo

La Gaceta de Canarias

lunes, 26 de noviembre de 2007

EL BURDEL DEL CARIBE


UNA FRASE, que el uso común ha convertido en tópica, refleja de forma nítida y contundente la Cuba del sátrapa Fidel Castro: a La Habana hay que ir sin novia. El dinosaurio del comunismo, el dictador aplaudido por buena parte de la izquierda retrógrada europea, ha convertido la bella isla que le vio nacer en el burdel del Caribe, en un paraíso vilipendiado que mira cada día las ocho páginas del diario oficial Granma (sin libertad es imposible publicar muchas noticias, y la mentira en abundancia resulta complicada de disimular) en busca de una esquela que le abra el camino hacia la democracia y el progreso. Sus animosos pobladores se enfrentan con el mejor humor posible, el que sólo ellos pueden exhibir y que en otras latitudes tanto admiramos, a un universo de carencias que los defensores de lo indefendible tratan de camuflar con embustes tales como el impresionante nivel de la sanidad cubana, a la que le otorgan propiedades casi mágicas, la escolarización total o la ausencia de cualquier atisbo de discriminación social. Elevados elogios para unos hospitales sin medicinas, unas escuelas sin lápices, unas cárceles pobladas de homosexuales y disidentes políticos y una clase dirigente que probablemente disfrute de más lujos de los que usted y yo conozcamos. Esa es la Cuba que ha visitado estos días el presidente canario, Paulino Rivero, a quien no le ha quedado otro remedio que hacer de tripas corazón para estrechar la mano de los colaboradores del dictador asesino, todo con tal de llevar un rayo de esperanza a la maltrecha colonia canaria, que gracias a la ayuda de la administración autonómica puede considerarse privilegiada en una nación de parias. La limosna internacional es desde hace décadas la única vía de supervivencia de un país cuyo gobierno culpa permanentemente de todos los males al bloqueo estadounidense, absurdo argumento cuando basta con echar un vistazo a cualquier cuadro estadístico para comprobar que la isla se beneficia año tras año de cuantiosas inversiones provenientes de los países más industrializados del mundo. Porque Cuba, la Corea del Norte de América, no es sino un parque jurásico del comunismo, la reserva de un sistema económico y político tan estúpido como inútil que continúa vigente con el único objetivo de que la clase dirigente, a la que perfectamente cabría llamar clase dictadora, permanezca apoltronada en su incompetencia gestora y en su incapacidad para asumir que su tiempo ha pasado, que sus responsables, o mejor, sus irresponsables, han estado haciendo el imbécil desde la aprobación de la reforma agraria en 1959 y han dejado el país hecho una auténtica mierda. Triste panorama le espera a Cuba mientras Castro y sus compinches permanezcan adheridos como lapas a los sillones del ordeno y mando, la propina sea la principal fuente de ingresos de buena parte de la población, en concreto de los privilegiados que mantienen un trato directo con los extranjeros, y la intolerancia ideológica continúe campando a sus anchas. Pésima suerte la de un país que se ha convertido en un criadero de monstruos políticos como Fulgencio Batista y Fidel Castro. La historia les tiene reservado un trato idéntico.

Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias

sábado, 24 de noviembre de 2007

CONCURSOS DE BELLEZA

A las cosas antiguas hay que hacerles sitio, porque aunque la mayoría de las veces las nuevas sean mejores, siempre habrá alguien, por costumbre o convicción, que prefiera lo de antaño. Resulta del todo aconsejable que los cambios se lleven a cabo poco a poco, sin rupturas extremas, evitando en lo posible que los amantes del pasado se sientan ninguneados. Qué decir, si no, de los concursos de belleza femenina, esos ridículos acontecimientos adornados de cutrerío y caspa donde bellas señoritas se exhiben como ganado, el súmmun del anacronismo en una sociedad que presume de moderna y hasta de vanguardista. Los defensores a ultranza de tamaño espectáculo, que no sólo denigra a la mujer, sino a la sociedad misma, han logrado sortear las acusaciones de machismo recalcitrante organizando concursos de belleza masculina, como si la solución al dolor de muelas fuese una patada en el estómago. Mientras tanto, año tras año, en pueblos, ciudades, países y continentes, bellas damiselas se convierten en floreros oficiales con la única obligación de pasearse por actos y programas de televisión de todo tipo, posar para un sinfín de cámaras, sonreír, decir lo fantástico que es esto, eso o aquello y, en general, reducir al género femenino a la condición de atracción de feria. Para añadir más sustancia a este potaje de absurdos disparates, los abanderados de la pervivencia de las “misses” se empeñan en recalcar (por favor, no se meen de la risa) que parte del mérito de las ganadoras reside en su intelecto, conclusión a la que llegan tras escuchar a las jóvenes responder brillantemente a preguntas tan complejas como cuáles son sus aficiones (el cine, salir con los amigos, ir a la playa... Leer, según la consideración de los jurados, queda para las feas y las tontas), hacia dónde les gustaría encaminar su carrera profesional (modelos, actrices, locutoras de televisión... Pena, penita, pena ), o la mención de un personaje a quien admiren (Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta suelen superar a Ana Obregón y Anne Igartiburi, que hay que quedar bien y para ello nada mejor que recurrir al topicazo). Y qué decir de los certámenes de belleza masculina, evidencia irrefutable de que la estrategia de los promotores del “cutre bussines” pasa por igualar en lo malo e indeseable a ambos sexos. Siguiendo el orden lógico de unos planteamientos harto sencillos, entienden que las chicas de feria se sienten demasiado solas, así que nada mejor que hacerlas acompañar por chicos y que juntos se paseen y hagan gracietas por doquier. Y qué detallazo, por cierto, el del Ayuntamiento de Las Palmas al subvencionar con el dinero de todas, guapas y feas, y de todos, guapos, feos y feísimos, este tipo de actividades de indudable interés público, en concreto el que mostraron los ocupantes de la mitad de los asientos habilitados para la gala de elección del florero oficial de la ciudad. Si admitimos que familiares, amigos y conocidos de las candidatas suelen ser legión, nos hallamos ante algo parecido a una fiesta privada, aunque sus defensores siempre podrán atribuir esta velada crítica a la manifiesta fealdad de quien esto suscribe que, no obstante, y gracias a la alopecia, puede presumir de estar falto de caspa.

Santiago Díaz Bravo

La Gaceta de Canarias

domingo, 18 de noviembre de 2007

AMORES A PLAZO FIJO


QUE CANARIAS fuese en 2006 la región con más disoluciones matrimoniales no debe extrañar a nadie, porque la ruptura de las relaciones de pareja no es sino el reflejo del mundo en el que vivimos, donde la temporalidad se ha adueñado de todos los órdenes de la existencia. Se cambia de pareja igual que se cambia de coche, de televisor o de microondas, y la tan manida frase “hasta que la muerte os separe” ha quedado recluida al arcón de los horrores. En la era de la prisa, donde el tiempo es el principal valor y su máximo aprovechamiento el objetivo último, abandonamos a la pareja cuando nos da problemas igual que cambiamos de nevera cuando se nos estropea dos veces seguidas, sin sopesar la posibilidad de una tercera reparación. El cambio constante, a veces desmedido, es la nueva religión, y su práctica se ve favorecida en el ámbito material por una incesante y creciente oferta de novedosos productos para cualquier actividad posible. Busque usted accesorios para la más extravagante afición y los hallará sin duda, en una perdida tienda de una gran ciudad o en Internet, pero los encontrará, y comprobará asombrado que tales accesorios se renuevan, que pocos meses después salen a la venta otros que dejan anticuados a los anteriores. La renovación ha suplido a la vigencia y lo antiguo queda relegado al sibaritismo._Del mismo modo, la oferta afectiva se renueva día a día, el mercado del amor con fecha de caducidad se nutre con las cada vez más habituales rupturas, y el único requisito para cambiar de pareja es deshacer el quebradizo lazo que nos une con alguien. Si bucea en su memoria y recuenta las bodas a las que acudió hace tres lustros, probablemente se sorprenda al comprobar que más de la mitad de aquellos simpáticos recién casados que probaban las mieles de la felicidad se han decidido a emprender caminos dispares. Y ya habrá advertido las similitudes entre las reuniones de padres de alumnos y los clubes de divorciados. Así las cosas, para qué poner a Dios por testigo si antes o después va a romperse el contrato. Mejor ser previsores, optar por el amancebamiento y evitar absurdas complicaciones legales a la hora de materializar el más que probable cambio de amorío que se producirá dentro de unos años. Los menos posibles, que en la variedad se halla el gusto y aquí estamos cuatro días, dos de ellos en los brazos de Morfeo. El matrimonio, la pareja, ya no se enfrenta a obstáculos ni a imprevistos que conlleven una tortuosa convivencia, sino a finiquitos de plazo, a cambios de temporada similares a los del pret a porter. El mundo avanza a velocidad de vértigo y las relaciones afectivas no hacen sino adaptarse a tan frenético ritmo, sin que haya buenos ni malos, justos o injustos. La vida es así y así hay que tomarla, y las nuevas parejas se reúnen en torno a la mesa para contar historias de matrimonios que se aguantaron cincuenta años y descansan en el mismo panteón, y sonríen antes de preguntarse cómo es eso posible para, enseguida, cambiar de asunto. Mientras, divorciados y divorciadas, separados y separadas, hacen planes con sus futuras pero aún desconocidas parejas al tiempo que se dejan convencer por un incansable vendedor de coches.

Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias