martes, 21 de septiembre de 2004

DIOS NO PUEDE ESTAR EN TODO


LAS LEYES, como las buenas noticias, casi siempre llegan tarde. La del divorcio lo hizo tras décadas en las que infinidad de matrimonios, rotos de facto, habían ideado fórmulas más o menos rocambolescas para evitar una insufrible convivencia. La del aborto irrumpió después de miles de viajes a la pérfida Albión, en no pocas ocasiones acabante de escuchar el sermón dominical. Eso en el mejor de los casos, y siempre exprimiendo de antemano la cartilla de ahorros, porque en el peor de los supuestos quedaba la opción del cuarto trasero, las pinzas y la palangana. La profesionalización del servicio militar se aprobó cuando los barracones llevaban años luciendo semivacíos, condenados a desaparecer por la pandemiade la objeciónde conciencia. La permisión del consumo de determinadas drogas consideradas menos lesivas está aún por llegar, y cuando llegue, que llegará, a buen seguro conducirá al alborozo a millones de regocijados consumidores. La eutanasia, tan de actualidad por una película, tan presente con película o sin ella, no es una excepción, y si no que se lo pregunten a las paredes de los hospitales, testigos mudos de conversaciones entre familiares, entre médicos, entre familiares y médicos. Cuando unos vamos, otros vienen, y al tiempo que estas líneas fluyen del teclado, a la vez que usted engulle estas palabras, alguien, en algún lugar, pronunciará el consabido deseo: “Que Dios se lo lleve”. Pero Dios bastante tiene con lo que tiene, que no está el mundo como para que el Sumo Hacedor se distraiga, y muy probablemente algunos de sus hijos hayan decidido descargarle de trabajo. La sociedad no espera por nadie para hacer esto o aquello, y mucho menos por los legisladores, a quienes a veces la única opción que les queda es la de plegarse a lo que ocurre al otro lado de la pared, acaso por satisfacer las pretensiones ciudadanas, tal vez para disimular que de la letra al hecho sigue existiendo un largo trecho. Cuántas palabras, miradas, muecas y lágrimas sustituirán a la ley convirtiéndose ellas mismas en ley. Nosotros que si sí, que si no, y otros, mientras, despidiéndose hasta nunca porque Dios no puede estar en todo.

Santiago Díaz Bravo
El Día

miércoles, 4 de agosto de 2004

LA COMISIÓN QUE JUEGA CON LA MUERTE


LAS CONCLUSIONES de la comisión parlamentaria que investiga la actuación del Gobierno tras los hechos acaecidos el 11 de marzo en Madrid resultan harto contundentes y clarificadoras. A saber: el gris se lleva este verano, principalmente en tonos claros, con corbata o sin ella, pero en cualquier caso con camisa de hilo. Eso en los hombres. En las mujeres predomina el traje con pantalón, preferiblemente de lino, y el pelo cortado justo por debajo de las orejas. Está de moda apoyar el antebrazo izquierdo sobre la mesa y con la mano derecha asir con elegancia unas gafas de titanio al tiempo que se despotrica contra el prójimo con verbo ágil e ingenioso. Eso los diestros. En el caso de los zurdos lo “in” es apoyar el antebrazo derecho sobre la mesa y con la mano izquierda asir con elegancia unas gafas de titanio al tiempo que se despotrica contra el prójimo con verbo ágil e ingenioso. Si de lo que se trata es de un ambidextro, lo que está en boga es apoyar sobre la mesa el antebrazo izquierdo en unos casos, el derecho en otros, y asir con la mano derecha en unos casos, con la izquierda en otros, unas gafas de platino al tiempo que se despotrica contra el prójimo con verbo ágil e ingenioso. Y está de moda un número: 190; y está de moda repetirlo hasta la saciedad; y está de moda decir que no se dijo lo que no se sabía cuando no se dijo lo que sí se sabía; y está de moda aparentar un ambicioso deseo clarificador cuando lo que reluce es una contundente actitud vengativa; y está de moda no saber perder; y está de moda no saber ganar; y está de moda empeñarse en demostrar una asombrosa incapacidad para dejar claro de una vez quién, dónde, cuándo, cómo y por qué, sin claroscuros, sin sombras que oculten la verdad, sin caretas que enmascaren las palabras ni espejos que desvíen la apocada luz de aquellos lúgubres días. La comisión se aventura hacia el fracaso porque no es consciente de su misión, porque confunde política con justicia, porque desconoce que hay asuntos con los que no se puede tontear, porque acaso ignore que con la muerte no se debe jugar.

Santiago Díaz Bravo
El Día

martes, 27 de julio de 2004

CARMINA ORDÓÑEZ Y OTROS COMO ELLA

DRAZEN PETROVIC, uno de los jugadores más brillantes que ha dado el baloncesto europeo, moría en 1993 en un accidente de ráfico en Alemania. Las declaraciones y necrológicas que se sucedieron tras el funesto acontecimiento fueron prolijas en epítetos que valoraban todo lo bueno que había sido el deportista yugoslavo a lo largo de sus 28 años de vida, que subrayaban cuánto perdíamos con su repentina desaparición. Todas, menos una. Un antiguo adversario, el ex baloncestista del Real Madrid Juan Manuel López Iturriaga, por aquel entonces articulista de un diario nacional y que durante años había mantenido con Petrovic serios enfrentamientos deportivos y dialécticos, se desmarcaba de la homogénea tónica general con un comentario periodístico contundente, sostenido en un lamento y una doble consideración: en primer lugar, el fallecimiento, máxime en tan trágicas circunstancias, se convertía, no podía ser de otra forma, en un triste suceso que le producía un profundo pesar; en segundo lugar, con él se iba el mejor jugador en la historia de Europa; en tercer lugar, Petrovic había sido un cabronazo. López Iturriaga rompía la injusta costumbre de echar flores sobre la mortaja con independencia de quién sea el amortajado, un ejemplo perfectamente aplicable al objetivo último de estas líneas, dedicadas a la recientemente fallecida Carmen Ordóñez y su coro de aduladores post mortem. Carmina, tal era conocida, cuya muerte nos apena ni más ni menos que la de cualquier otro ser
humano, era un personaje vacuo, irrelevante, patético y prescindible. Con profesión conocida a pesar de lo que se ha dicho de ella: famosaporquesí, a lo largo de la última década ejerció de avanzadilla de una legión de apoteósicos donnadies que acumulan horas y más horas de televisión, páginas y más páginas de papel couché, comentarios a cual más estúpido y fatuo. Claro que merece el llanto de sus hijos, por supuesto que el de sus amigos; cómo dudarde que se le debe todo el respeto, pero, sinceramente, ¿merecía esta columna?

Santiago Díaz Bravo

martes, 18 de mayo de 2004

CRÓNICA DEL VIAJE DE ADÁN MARTÍN A MARRUECOS (18 de mayo de 2004)

¿Sáhara? ¿Qué Sáhara?


Adán Martín se ha convertido estos días en un verdadero especialista en echar balones fuera cada vez que se le pregunta sobre el conflicto saharaui. Sabe de sobra que cualquier palabra fuera de tono, un comentario mal entendido, daría al traste con los acuerdos alcanzados con el Gobierno marroquí.
S.DÍAZ BRAVO., Rabat
Mentarle estos días a Adán Martín el problema saharaui es mentarle la bicha. El presidente canario, en plena vorágine de la visita de tres días a Marruecos, apenas puede disimular la incomodidad que le producen las preguntas que le realizan los periodistas sobre el asunto. De sobra sabe que se trata de un tema tabú y que su sola mención acabaría de un plumazo con cualquier posibilidad de acuerdo con el Ejecutivo marroquí y daría al traste con los objetivos del "despliegue diplomático" que protagoniza en compañía de tres de sus consejeros.
Martín se ha convertido en los últimos días en un especialista echar balones fuera y disparar hacia la portería del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Cada vez que un informador le inquiere acerca de si ha hablado del conflicto del Sáhara Occidental con este o aquel ministro, responde que se trata de un asunto ajeno a su incumbencia, en el que todas las competencias residen en la administración estatal. Sin embargo, el presidente habla hasta la saciedad de inmigración a pesar de su limitada capacidad en la materia. Sabe que con ello no va a molestar a nadie, ni a los ministros ni al rey.
La reivindicación soberana sobre el territorio saharaui se ha convertido en un asunto de la máxima prioridad tanto para el Gobierno que dirige Driss Jettou como para la opinión pública marroquí. Cualquier referencia que pusiera siquiera en duda los derechos marroquíes entraría en conflicto directo con el alma misma del país.
Precisamente por ello, el éxito cosechado por la misión canaria que visita estos días los diferentes ministerios de Rabat se fundamenta en buena parte, según diferentes fuentes del propio Ejecutivo de la Comunidad Autónoma, en el alejamiento institucional de las posiciones de ayuda y colaboración con la causa del Frente Polisario que propugnaban durante la anterior legislatura autonómica diferentes sectores cercanos al entonces presidente, Román Rodríguez, personalizados sobre todo en el máximo mandatario de Coalición Canaria en Gran Canaria, Carmelo Ramírez.
Oxígeno al Polisario
Marruecos sigue con interés todo lo que se cuece en las Islas, y pocas cosas le hacen menos gracia que ver como se destinan ayudas a los campamentos de refugiados, prestando con ello oxígeno a la causa del Polisario, y comprobar cómo se presiona al Gobierno español para que trate por todos los medios de trasladar las reivindicaciones antimarroquíes ante las más altas instancias internacionales.
El Ejecutivo canario se ha embarcado en una postura pragmática que trata de ignorar la existencia del problema, cuando menos de situarlo en instancias superiores. Martín y su equipo han decidido no jugar a un juego que no les corresponde por ley ni por interés, dejando cada vez más al margen a los movimientos sociales que comulgan con la causa saharaui. En este ámbito, Marruecos ha marcado unas reglas del juego concisas y contundentes. Quien no las cumple carece de posibilidad alguna.

CRÓNICA ENTREVISTA ENTRE MOHAMED VI Y ADÁN MARTÍN (18 de mayo de 2004)

El espíritu de Casablanca


El rey de Marruecos, Mohamed VI, recibió ayer al presidente del Gobierno canario, Adán Martín, en un encuentro histórico para el Archipiélago y que marca el inicio de una nueva etapa de relaciones entre ambos territorios.
S. DÍAZ BRAVO, Rabat
Casablanca. Tres de la tarde pasadas. El presidente del Gobierno de Canarias, Adán Martín, encabeza un grupo de cuatro personas del que forman parte el consejero de Economía y Hacienda, José Carlos Mauricio; el director general de Relaciones con África de la administración autonómica, Luis Padilla; y el embajador de España en Rabat, Fernando Arias Salgado. La comitiva se adentra en las habitaciones del Palacio Real, residencia oficial de Mohamed VI, rey de Marruecos, donde el monarca les espera en compañía de su ministro de Asuntos Exteriores, Mohamed Benaïssa, y de Fabel Benaid, consejero personal y uno de los hombres más influyentes del país. Se avecina un momento histórico.
El trato recibido por Martín y su séquito es similar al que Mohamed VI ha otorgado antes a personalidades de la talla del secretario de Estado de Defensa de Estados Unidos, Colin Powell, o el ex presidente español, José María Aznar: les ha hecho esperar varias horas. Han aprovechado para almorzar en compañía del propio Benaïssa, con quien el presidente canario compartió en coche los 90 kilómetros que separan Casablanca de Rabat. Luego, el propio ministro les hizo de guía en La Gran Mezquita.
El tercer regalo de Martín
Tras los saludos y las preceptivas presentaciones, Martín hizo entrega al monarca de tres regalos. El tercero de ellos, según los presentes, le impactó. En primer lugar le mostró una bandeja de plata de diseño moderno, realizada por una artesana grancanaria, donde rezaba una inscripción que fijaba para la posteridad el momento. Seguidamente, el denominado "Príncipe de los creyentes" recibió de manos de Martín un jarrón de barro alusivo a la cultura bereber. El destinatario del tercer presente no fue el monarca, sino Su Alteza Real Moulay Elhassan, de un año de edad recién cumplido y heredero del trono: un álbum de fotos.
El encuentro se extendió por más de media hora y, según el presidente canario, quien comentó sus impresiones nada más regresar a Rabat, dentro de un ambiente de cordialidad y hospitalidad. Mohamed VI expresó su deseo de conocer las Islas, aunque ello no implica necesariamente una visita a las mismas.
También se refirió, siempre según Martín, al problema de la in-migración ilegal, sobre el que ex-presó su compromiso de seguir ahondando en la lucha contra dicho fenómeno.
La recepción del monarca al presidente canario, jamás confirmada porque el rey no confirma nada y su agenda no depende de nada ni de nadie, se había convertido en un secreto guardado celosamente por el Gobierno que, en el peor de los casos, podía no llegar a materializarse.
El sí definitivo, aunque siempre dependiendo del humor del Mohamed VI, llegó casi coincidiendo con el inicio del viaje el pasado domingo.
El encuentro celebrado ayer ad-quiere una dimensión histórica pa-ra las Islas y evidencia la predisposición de Marruecos a entablar relaciones estables con Canarias en materias concretas. Adán Martín no es el primer presidente autonómico que logra entrevistarse con el rey; antes lo han hecho el andaluz Manuel Chaves, el valenciano Eduardo Zaplana (en su etapa de presidente de la Generalitat) o el delfín del catalán Jordi Pujol, Artur Mas. No obstante, la reunión ad-quiere un significado simbólico pa-ra una región vecina a Marruecos, más cercana al reino alauí que al resto del territorio nacional y sobre la que hasta hace no demasiado tiempo Rabat evidenciaba una cierta voracidad colonizadora basada en criterios geográficos.
Un giro en las relaciones
La apuesta marroquí por acercarse al Archipiélago, o más correctamente, por dejarse acercar, encuentra su origen en el giro de las relaciones entre Madrid y Rabat tras la pintoresca crisis provocada por la invasión del islote Perejil. El Ejecutivo canario no es ajeno a que esta novedosa estrategia del equipo que encabeza Driss Jettou, el primer ministro, es una anexo de la política estado-estado, pero entien-de que las Islas pueden beneficiarse de dicha coyuntura.
A todo ello se suma una nada desdeñable circunstancia: al contrario que en España, en Marruecos el rey ostenta un considerable poder ejecutivo que le convierte de facto en presidente.
Precisamente por ello, su implicación en la visita oficial que realiza Adán Martín, decidida sin duda por él mismo, concede un mayor valor a lo que un ministro marroquí definía ayer como "el espíritu de Casablanca".

jueves, 8 de abril de 2004

TOROS


A QUIENES entendemos deleznable la práctica del toreo, lo que de verdad nos molesta no es que quienes la defienden lo hagan manteniendo unos irrisorios argumentos pseudoecologistas, que afirmen sin rubor que “la fiesta” resulta imprescindible para la conservación de tan brava especie; lo que ciertamente nos indigna es que nos tomen por imbéciles.
El toreo, ni es arte, ni nada que se le parezca, sino una tortura gratuita convertida en un espectáculo execrable, una tradición que muestra a las claras que a España, Portugal, algunos países de América y determinadas regiones de Francia les queda aún un largo trecho para convertirse en sociedades civilizadas.
Nada que ver con el arte porque, en primer lugar, el arte se engendra en la sesera de los artistas, y para los individuos en cuestión, los toreros, matarifes de escasa monta y ceñidos atributos, el arte es morirse de frío. Calificar de artistas a Manolete, Paquirri, El Cordobés o Jesulín de Ubrique se torna en un sacrilegio tal que, en busca de la equidad, ensañarse a pisotones con una cucaracha (eso sí, elegantemente y marcando lo que hay que marcar) podría equipararse a un Modigliani.
En nada se diferencia el toreo de esa otra salvaje y deplorable “fiesta” en la que los quintos, al trote de un caballo, arrancan de cuajo la cabeza a una gallina atada boca abajo (las más de las veces fallando y provocando dolorosísimas lesiones al animal); y tampoco de la cuaternaria costumbre de tirar una cabra desde lo alto de un campanario. Es el sufrimiento por el sufrimiento, y lo que es peor: acompañado de vítores, aplausos y caspa, mucha caspa.
Los instrumentos que una sociedad articula para proteger a los animales permiten realizar un diagnóstico más o menos certero de su grado de civilización, y si el ayuntamiento de Barcelona acaba de pronunciarse en contra de las corridas, lo que no significa que las prohíba porque, simplemente, carece de competencias para ello, el Parlamento de Canarias adoptaba hace años una decisión pionera, valiente y ejemplar que afortunadamente nos evita el agravio de sentirnos tercermundistas.

Santiago Díaz Bravo

jueves, 12 de febrero de 2004

ÁGUEDA QUIERE A OTRO

Mañana, cuando se acomode tras la mesa de su despacho y caiga en la cuenta de que el sábado se celebra la onomástica de San Valentín, en la cabeza de Águeda no se asentará una barba grisácea, sino un bigotillo castaño recortado hasta la saciedad. Cuando llegue el momento de decidirse por un regalo, de su estilográfica manará una firma que cumplirá los deseos de su amado José Manuel. Sin reparar en gastos, que el amor es el amor y quien manda, manda. Para Adán, un beso volado, que ella es mujer de un solo hombre y es a un solo hombre a quien debe el mérito de su fulgurante carrera política. De bien nacidos es ser agradecidos, piensa. Y para ella, deportista, mujer de acción, pensar es hacer. Y viva Telde y sus parados, y Las Palmas y los suyos; y para el resto, feliz Navidad y próspero año nuevo.
Curiosa tesitura la suya: un conveniente matrimonio de conveniencia en segundas nupcias sin dejar de recibir, día sí, día también, las procaces llamadas del otro. Y pide; y pide; y pide, como el conejito de Duracell. Y ella contenta; y contenta; y contenta, porque nada peor que se olviden de una, que la vida es larga y da muchas vueltas, y hoy por ti y mañana te acuerdas de esto. Águeda es mucha Águeda, y si algún temerario auguraba que iba a ser poco más que un adorno majorero, que se vaya preparando, porque en pocas ocasiones a un consejero recién estrenado le ha resbalado hasta tal extremo el qué dirán y se ha preocupado tan poco por, cuando menos, guardar las apariencias.
Águeda ha entrado como una elefanta por una cacharrería, le ha extendido un cheque en blanco al chatarrero y le ha pedido que envíe los trastos a la calle Bravo Murillo 21 de Las Palmas de Gran Canaria. Y si hace ruido, mejor, que se entere el populacho, que es para mi José Manuel y mi José Manuel se lo merece todo. Y si alguien protesta, que proteste, que protestando se entiende la gente y mi madre tiene una lavadora blanca.
Majorera, del PP y española, muy española, Águeda, cuando quiere, es que quiere de verdad. Y viva Telde y sus parados; y Las Palmas y los suyos; y a los demás, que pasen buen Carnaval.

Santiago Díaz Bravo

miércoles, 28 de enero de 2004

LOS CUERNOS DE PASQUAL

UN BUEN DÍA, Pasqual regresó al despacho antes de tiempo y pilló a Josep Lluis con otro. Encapuchado y bien armado, su competidor escuchaba con oídos atentos las palabras que brotaban bajo el poblado bigote del hijo del señor Carod. Pasqual, sorprendido, cerró la puerta con un violento ademán y, refunfuñando, se encerró en la biblioteca contigua para sumergirse aceleradamente en la lectura de La Celestina. Necesitaba respuestas. El sabio Fernando se las procuraba, al menos lo intentaba, cuando rechinaron unos goznes. Ambas miradas se cruzaron, la del amante desairado y la del pendón desenfadado. ¿Por qué?, preguntaron las pupilas de Pasqual. ¿Por qué no?, respondieron las de Josep Lluis. Me debes una explicación, sentenció taxativo Pasqual. De sobra sabes que no eres el primero, le recriminó Josep Lluis con energía. Pasqual propinó un sonoro puñetazo a la mesa de madera y se dirigió iracundo en pos de él. Pensaba que todo había acabado, gritó a escasos centímetros de la pilosa faz. Y así es, le aclaró Josep Lluis en similar tono, pero donde hubo, siempre queda, añadió, y nos une cierta amistad. ¿Qué significa amistad?, inquirió el hijo del señor Maragall. Amistad significa amistad, y gracias a ella creo haber conseguido algo bueno, no deberías tratarme así, apuntó Josep Lluis gesticulante a la par que conciliador. Tú dirás, espetó Pasqual. Acabo de salvar la vida a nuestros retoños, a nuestros queridos ciudadans, pronunció con emotividad Josep Lluis. ¿He hecho mal?, añadió. ¿Qué has ofrecido a cambio?, se apresuró Pasqual. Hablar, me convertiré en su voz, eso es todo, respondió contundente Josep Lluis. ¿Eso es todo?, reiteró Pasqual. Todo, respondió Josep Lluis. ¿No me escondes nada?, pesado Pasqual. Nada, paciente Josep Lluis. Durante unos instantes, Pasqual fijó la mirada en la cara regordeta. Luego se dio la vuelta para encaminarse hacia el amplio ventanal. Un grupo de niños hacía cabriolas en la plaza de Sant Jaume. El silencio envolvió la estancia y los suspiros emprendieron una larga conversación. Hablar, Pasqual para sus adentros. ¿Eso es todo, Josep Lluis?, pesado Pascual a viva voz. Todo, Pasqual, paciente Josep Lluis. ¿Todo? Todo. Hablar, eso es todo.


Santiago Díaz Bravo
El Día

jueves, 22 de enero de 2004

EL ENIGMA DE CASCOS



FRANCISCO ÁLVAREZ CASCOS se ha despedido de la política llevándose su gran secreto, evitando compartirlo con nadie, condenando a la impotencia a cientos de miles de españoles que veíamos en él una guía y aspirábamos a imitarlo. Paco, así le gustaba que lo llamasen sus allegados, presumía de portar fabada en sus venas, de atesorar las místicas artes de un avezado pescador fluvial, de construir las carreteras más largas y las líneas ferroviarias más rápidas, de levantar la voz y hacer temblar de indignación al rojerío patrio. Paco, que se ha ido sin revelarnos lo que tanto deseábamos conocer, llegó a convertirse en el enemigo número dos del entonces decadente gobierno del señor González, quien al final, tanto le insistió, se fue. El doberman, mote que le brindaron sus adversarios socialistas, se transformaba más tarde en vicepresidente y sus ladridos se tornaban en órdenes gubernamentales. Pero no duró demasiado, porque poco a poco su estrella se fue diluyendo y sus competidores, al acecho, ganándole terreno en las preferencias del número uno. La amistad, como el amor, y de eso sabe mucho Paco, se encuentra al pairo de los acontecimientos. Aunque debilitado, nadie logró apartarlo del todo, y allí siguió un cuatrienio más, mandando en lo que mandaba y aprovechando mejor que ningún otro las horas libres entre reuniones y cortes de cinta. Y la discreción, porque Paco, al que no le perdonaremos jamás su egoísmo, largarse sin más, sin decir esta boca es mía y ocultarnos, en definitiva, el gran enigma, nada tiene que ver con su colega Rodrigo. A Paco jamás lo habrían pillado transportando un vulgar tendedero, acción pecaminosa cuando de un ministro se trata, máxime siendo el de Economía, que mal debe andar el país si hasta él carece de dinero para comprar una secadora. Paco Álvarez Cascos, si alguna vez regaló un tendedero, lo hizo en la intimidad, que esos momentos, como bien practicaba el número uno cada vez que conversaba en catalán, deben mantenerse alejados de ojos ajenos. Sin embargo, nada de ello lo justifica. Nunca conseguirá que le perdonemos por haberse marchado sin descubrirnos cómo es posible que un tipo tan feo tenga tanto éxito con las mujeres.

Santiago Díaz Bravo (22/01/2004)

jueves, 8 de enero de 2004

DON JOSÉ MARÍA

DON EULOGIO, severo y recto religioso donde los hubiere, nos aseguró una tarde, hasta caer en la pesadez, que en su hora podíamos expresarnos libremente, que cualquier remordimiento que albergásemos, por sonrojante que fuese, obtendría su comprensión y una sabia respuesta. Erre que erre, incansable don Eulogio, que cualquier fechoría que cometiésemos, por vergonzosa que nos pareciera (y le pareciera al director del colegio), sería, no podía ser de otra forma, merecedora de su perdón. El de Dios era otro cantar, que él llegaba hasta donde podía. Nos convino entonces a delatar al autor de la mamarrachada que lucía en la pizarra, graciosa, por qué no reconocerlo, aunque sin duda hiriente. Una mano se alzó, la que todos sabíamos que debía alzarse. Segundos después, la misma mano servía para mitigar un errático aterrizaje tras un sonoro bofetón y un esperpéntico vuelo entre dos pupitres. Don Eulogio era un mentiroso, pero atizaba que daba gusto. Jamás volvimos a creerle, ni a él ni a ningún otro de los profesores que a diario pasaban por aquella inolvidable aula. Pintadas similares, peores, ensañándose con don Eulogio hasta límites extremos, volvieron a aparecer; no sólo en la pizarra, sino también en las paredes del baño y hasta en algún muro exterior. Después de aquello, don Eulogio no volvió a ser el mismo.
Don José María es un pesado. Llevaba tiempo diciendo que la violencia es mala, que no arregla nada, que cualquier idea puede defenderse a través de las instituciones democráticas sin necesidad de hacer daño a nadie. Erre que erre don José María con la prevalencia de la palabra para sostener cualquier pensamiento, porque don José María, como muchos otros, ha animado a quienes apoyan a los miserables asesinos de ETA a cambiar las armas por el verbo, las pistolas por los escaños, a decir esto o lo otro le guste o no a don José María. Pero se ha alzado un dedo, el de Esquerra Republicana de Catalunya, y don José María se ha enfadado, se ha desdicho de su propio discurso y trata como lo que no son a quienes, con mejor o peor tino, no hacen sino defender aquello en lo que creen. A partir de ahora, nadie va a creer a don José María, que, además, atiza que da gusto.

Santiago Díaz Bravo
El Día