jueves, 9 de septiembre de 2010

SUICIDIO SINDICAL

Las sociedades avanzan gracias a un cúmulo de equilibrios provocados por fuerzas contrapuestas. La dialéctica es el necesario combustible para el desarrollo social y económico, y el papel de los sindicatos resulta imprescindible dentro de tan complicado juego. Pero ese imparable avance obliga a los diferentes actores a renovarse, a tomar las medidas oportunas para inmunizarse ante el virus del anacronismo, principal causa de la pérdida de perspectiva y el consiguiente descrédito social.
Donde antaño se erigía el Muro de Berlín crecen hoy hermosos jardines; donde antes se sentaban infames enemigos de la dignidad humana lo hacen hoy atareados inversores, que en no pocos casos se arriesgan a perderlo todo a las primeras de cambio; donde hace décadas se reunían personajes comprometidos con la defensa de los derechos de los trabajadores, infatigables camaradas que actuaban en nombre de la justicia en un mundo dividido entre explotadores y explotados, se siguen citando sus sucesores, que tan respetuosos se muestran con la herencia de sus mayores que la conservan impoluta, sin separarse un ápice de unos preceptos convertidos en una suerte de religión.
La realidad ha cambiado a pasos agigantados, pero los grandes sindicatos permanecen apegados a las consignas de la hoz y el martillo, un ejercicio de nostalgia que poco a poco, ante los ojos de una sociedad que jamás ha dejado de necesitar sus servicios, los va convirtiendo en vetustos objetos de museo. Su discurso apenas ha variado con el paso de los años. Siguen entendiendo el papel del asalariado como el de una víctima del proceso productivo en lugar de considerarlo parte esencial de dicho proceso y, como tal, interesado en que las cosas marchen lo mejor posible. No se trata de renunciar a la necesaria defensa de los derechos de los trabajadores, sino de asumir que empleador y empleado, a fin de cuentas, navegan en el mismo barco y proa hacia el mismo puerto.
UGT y Comisiones Obreras han cometido un doble error al convocar la huelga general del próximo día 29: por un lado, debilitan con una decisión fuera de lugar la ya endeble economía patria, atentando contra quienes se propone amparar; por otro, se exponen a un rotundo fracaso en el seguimiento de la convocatoria, habida cuenta que las encuestas reflejan que una inmensa mayoría de la opinión pública no encuentra sentido a tan airada reacción. Con todo, como reza el dicho, no hay mal que por bien no venga, y acaso tales errores marquen el antes y el después que acelere la necesaria renovación de unas organizaciones arcaicas en sus planteamientos, ventajistas en su modus operandi y acomodadas en su papel de receptoras de fondos públicos. Sería un día memorable para este país si el previsible descalabro abriese las entendederas de los dirigentes de UGT y Comisiones Obreras, si gracias a ello los españoles lográramos contar con unos sindicatos eficaces y a la altura de todo tipo de circunstancias.

Santiago Díaz Bravo

2 comentarios:

  1. Sabias palabras las tuyas d. Santiago; no obstante, yo creo que una huelga
    gral esta mas que justificada

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  2. Y porque?: porque no hay que aceptar planteamientos
    sin sentido: jubil a los 67 ?????. En Francia es a los 60. ¿porque esa diferencia?. No es justo. ¿ porque los políticos de las 4 administraciones no se
    lo plantean a la inversa? : de donde podemos recortar para que la gente
    se pueda jubilar a p.e. Los 63.
    En fin. Los franceses salen en manada , y nosotros, pueblo cobarde no lo
    haremos

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