jueves, 2 de octubre de 2003

EL PARAÍSO DE LA MEDIOCRIDAD


LA LLEGADA DEL OTOÑO televisivo ha evidenciado un año más los síntomas de una de las enfermedades que acucia a la sociedad actual: el nihilismo. Dos esperpénticos programas, "Operación Triunfo" y, sobre todo, "Gran Hermano", muestran año tras año hasta qué punto la televisión ha transgredido el sistema tradicional de valores, que aunque lleno de injusticias, incoherencias e incongruencias, jamás había convertido a la molicie, la mediocridad y la estupidez en objeto de la admiración popular, en paradigmas del comportamiento humano. En un mundo de iletrados, la pantalla catódica se ha hecho dueña y señora de las salas de estar, de las conversaciones en cafeterías, bares y parques, de acuerdos y discusiones, de fobias y filias. Dentro de ese maremagnum de imágenes, un grupo de personajillos cuyo único mérito conocido es el lloriqueo desmedido se convierte temporada tras temporada en el delirio de la audiencia. Es la fama por la fama, el salto a la popularidad sin que medie mayor esfuerzo que el coito bajo un edredón. La admiración pública, el odio del populacho, ya no encuentran su origen en el esfuerzo, en los logros, en la bondad, en la maldad, en la suerte. La fama ha dejado de ser "consecuencia de" para convertirse en el primer y único fin. No se es conocido por ser alguien: se es conocido para ser alguien. Y claro que resultaría injusto meter en el mismo saco al abominable "Gran Hermano" y a "Operación Triunfo", o lo que es lo mismo: a un clan de parásitos y a un grupo de jóvenes esforzados. El inconveniente del segundo es otro: parafraseando su propio título, el triunfo de lo mediocre, de lo convencional, el imperio absoluto del estereotipo. No deja lugar a la variedad, a la distorsión. Visto uno, vistos todos, y en ninguno de los casos el objetivo de los concursantes es la música como vehículo de expresión, el canto como actividad creadora. El fin del camino es la fama, el triunfo, ser conocido para ser alguien. Es la caligrafía que sustituye a la literatura, la nada que se adueña de todo.


Santiago Díaz Bravo (2/10/2003)

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