jueves, 13 de abril de 2006

CANARIAS NO ES JAUJA. ¿O SÍ?



EL IMPERIO del "dumping", las economías de escala y la tecnología a precio de ganga permiten que la mayoría de las familias canarias disfruten en sus hipotecados hogares, tarjeta de crédito de por medio, de todas las comodidades alimenticias, textiles y electrónicas, de al menos un vehículo y de la satisfacción de viajar allende las islas de año en año. A la vista está que las diferencias entre ricos y pobres se han reducido hasta ceñirse al ámbito de las marcas, las nuevas enseñas de la sociedad occidental, pero de igual forma resulta evidente el afloramiento de una nueva e incipiente distinción social sustentada en el paradigma de lo mucho que le cuesta a muchos ganar el dinero y lo poco que le cuesta a unos pocos ganar ese mismo dinero y varios montones más. Con el primer caso probablemente se identifique usted, abnegado lector, siempre que no figure entre sus ocupaciones la gestión de una empresa pública canaria, y tendrá el honor de compartir esa pena con el mismísimo presidente Adán Martín, a quien superan en sueldo nada menos que ocho de sus subordinados. Por el contrario, se encontrará en el segundo de los supuestos si es el propietario de las posaderas que cada mañana se acomodan en el sillón de uno de los ocho gerentes de sociedades públicas, la mayoría deficitarias, que cobran más de cien mil euros anuales, porque aunque usted trabaje como un condenado y el director de su sucursal dé saltos de alegría cada vez que le ingresan la nómina, tenga en cuenta que tal vez alguien, quizás cientos o miles de personas, en la intimidad puede que hasta usted mismo, opine que Canarias no es Jauja, y que por lo tanto usted trabaja para el Gobierno de Canarias en lugar de para el de Jauja, y que con algo menos de dinero llegaría casi igual a fin de mes. Y si usted cree que se merece esto y mucho más, ahí afuera hay un universo de empresas privadas que con probabilidad reconocerán su valía y estarán dispuestas a colaborar en el pago de la cuota de su Audi. Lo cierto es que usted, como empleado público, nos sale demasiado caro.

Santiago Díaz Bravo
El Día

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