
MARBELLA ES VARIAS cosas al mismo tiempo. Es, en primer lugar, la materialización de una sospecha, la de que detrás de tanto cemento se escondían ceros a tutiplén ganados de forma ajena a la ley y las buenas maneras. Marbella es al mismo tiempo una evidencia, la de la impericia de los servicios policiales y judiciales, que han actuado tarde a pesar de que las prácticas ilícitas de determinados personajes públicos eran un clamor desde hacía años, máxime teniendo en cuenta la estrafalaria ostentación que les envolvía, rayana en lo caricaturesco y que pedía a gritos una investigación contundente. La localidad marbellí es también el reflejo de las miserias de la democracia, que con todas sus virtudes se muestra incapaz de evitar la equivocación de la mayoría y el consiguiente alzamiento de indeseables a los cargos de responsabilidad pública. Es, además, el perfecto ejemplo de la desidia política llevada al grado sumo, tanto por las autoridades estatales como por las andaluzas, campeonas durante lustros en el arte de mirar hacia otro lado y si te he visto no me acuerdo. Marbella es también la irrefutable prueba de que el dinero por sí solo es incapaz de moldear la virtud del buen gusto, y que aunque el tópico dice que sobre éste no hay nada escrito, haberlo haylo, cuando menos el malo. Pero con todo, si algo caracteriza a esta localidad malagueña es haberse convertido en un fantasma que sobrevuela nuestras vidas y nos deja un reguero de dudas y preguntas, porque lo realmente preocupante no es lo ocurrido en Marbella, sino la posibilidad de que sus maneras se hayan extendido a otras latitudes, o simplemente que hayan coincidido en el tiempo con otras similares que tengan por escenario cualquier ayuntamiento de cualquier otro municipio. Nada será lo mismo después de lo acaecido en esos 26 kilómetros de costa mediterránea, a simple vista tan abandonados a la suerte urbanizadora como otros tantos miles de kilómetros del litoral peninsular e insular, una evidencia que nos produce escalofríos y nos lleva a cuestionarnos si Marbella es la excepción o la regla.
Santiago Díaz Bravo
El Día
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