domingo, 4 de octubre de 2009

ZAPATERO NECESITA CARIÑO

Coalición Canaria lo ha vuelto a lograr. Con sólo dos diputados ha sido capaz de negociar de tú a tú los presupuestos estatales. La necesidad de apoyos de un presidente del Gobierno en horas bajas ha facilitado tan alto grado de entendimiento.

En política, cuando alguien aparentemente ofrece algo a cambio de nada, sólo existen dos explicaciones: maneja información que los demás desconocen o, simplemente, se halla sumido en un ingente grado de desesperación que le obliga a hacer favores para posteriormente pasar la gorra. En ocasiones ambos escenarios llegan a superponerse. Cómo, si no, explicar el sorprendente trato que recibe Canarias en el proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para 2010. La suma de obra pública y convenios a financiar arroja un resultado negativo para las Islas: 25 millones de euros menos que en el presente ejercicio, pero en el país de los ciegos el tuerto es el rey, y tal y como están las cosas el presidente canario, Paulino Rivero, haría bien en ir buscando el canto con el que golpear su pulcra dentadura.
El Ministerio de Economía y Hacienda jamás lo ha tenido tan fácil para justificar una considerable reducción de la aportación estatal a las comunidades autónomas. La crisis, a la que no es ajena ni una sola de las instituciones públicas de este país, se ha tornado en la perfecta patente de corso para convertir el no en la respuesta habitual al incesante chaparrón de exigencias autonómicas. Y a buen seguro que así lo ha entendido la ministra Elena Salgado. Basta con echar un vistazo al cuadro de inversiones previsto por el Estado para el próximo año para comprobar que el gasto baja sensiblemente en la mayoría de las comunidades autónomas, incluidas algunas de las gobernadas por el PSOE. Sube en otras, unas pocas, y prácticamente se mantiene en Canarias, donde la reducción se limita a un 1,07%. No obstante, si se toma como referencia el total de la inversión estatal, las Islas pasan de recibir el 2,3 % en 2009 al 2,4% el próximo año.
Junto al Archipiélago, sólo incrementan su participación en el global de la inversión estatal País Vasco, La Rioja, Navarra, Extremadura y Castilla y León.
Pero por si quedara alguna duda de que el huevo, como reza el dicho popular, quiere sal, la Comunidad Autónoma de Canarias se ha encontrado con un regalo valorado en nada menos que 245 millones de euros: la cifra que queda eximida de pagar el próximo ejercicio en concepto del extinto ITE. Y todo ello sin contabilizar los cuantiosos fondos estatales que a partir de 2010, y probablemente durante un trienio, recibirá el Archipiélago dentro del denominado Plan Canarias, una suerte de bálsamo contra la crisis que, digan lo que digan Rivero y el vicepresidente segundo del Ejecutivo estatal, Manuel Chaves, cabe considerar clave para que tanto el Gobierno canario como la propia Coalición Canaria se hayan decidido a cultivar nuevas y productivas amistades.
Siete es el número clave para el presidente del Gobierno estatal, José Luis Rodríguez Zapatero, porque siete son los votos necesarios de los diputados de la oposición para aprobar la ley más importante del año, la de los Presupuestos Generales, que adquiere mayor protagonismo si cabe en un escenario donde el vil metal brilla por su ausencia. En el caso de que esos ansiados sufragios no se consiguieran, Zapatero y los suyos sufrirían el mayor varapalo en sus seis años al frente de los designios de España. Pero su intención es ir mucho más allá.Y es que el presidente del Gobierno hace meses que contempla desde su trinchera en el Palacio de la Moncloa la celeridad con la que pierde afectos entre la opinión pública, producto de las dudas que alberga el respetable acerca de la capacidad de su primer ministro para hacer frente a los problemas que atraviesa España, principalmente el que lleva camino de convertirse en el deporte nacional: la destrucción de empleo.
La espantada del anterior ministro de Economía, Pedro Solbes, acaso el miembro del equipo gubernamental al que la ciudadanía consideraba más serio y menos dado a los histrionismos de los ministros novatos, ha acrecentado esa sensación de duda sobre la existencia de unos criterios políticos claros. Para más inri, Solbes, despechado y mal encarado con el propio Zapatero, cada vez muestra una boca menos chica a la hora de desacreditar las decisiones adoptadas por su ex jefe en materia económica, empezando por las dádivas repartidas en el proceso de reforma de los estatutos de autonomía, principalmente en el caso del catalán, y acabando por los presupuestos previstos para 2010.
Ante tan sombrío panorama, Zapatero necesita más que nunca acallar las voces críticas y la inquietud del populacho, y para ello el primer e imprescindible paso es evitar el descalabro en la votación a los presupuestos, que en el caso de producirse llevaría al líder del PP, Mariano Rajoy, a elegir las cortinas para su nuevo despacho junto a la carretera de La Coruña. El segundo es ir más allá de una victoria pírrica, aunar un apoyo superior al logrado para el presupuesto del presente ejercicio, lo que convertiría a otras fuerzas políticas en cómplices de las cuentas públicas y dotaría al Gobierno de una mayor fortaleza ante los ojos de los españoles.
Las matemáticas parlamentarias resultan harto diáfanas para un gobierno que se ha empeñado durante los últimos años en enemistarse con buena parte del vecindario, sobre todo con los nacionalistas catalanes, antaño tan magníficos colaboradores y cuyos diez votos, una vez desterrados de la Generalitat, se han perdido para la causa. Así, descartados tanto CiU como el PP, el Ministerio de Hacienda y el Grupo Parlamentario Socialista llevan meses tratando de ganarse los favores de los seis diputados del PNV, un partido que a pesar de haber sido desalojado del Palacio de Ajuria Enea ansía convertirse en el principal aliado del PSOE en materia presupuestaria, un papel que permitiría mitigar su pérdida de protagonismo en la realidad política vasca.
Dando por hecho que los tres parlamentarios de Esquerra Republicana cumplirán fielmente los acuerdos del tripartito catalán, y que tampoco será complicado hacerse con el voto afirmativo de UPN, el siguiente empeño del Gobierno ha sido ganarse a los dos diputados de Coalición Canaria, que una vez más ha logrado convertirse en objeto del deseo a pesar de su exigua presencia en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo.
El papel jugado por la portavoz de los nacionalistas canarios en el Congreso, Ana Oramas, ha resultado clave en todo el proceso. A su buena sintonía con los responsables parlamentarios del PSOE se ha sumado una notable prudencia a la hora de realizar declaraciones que entorpecieran unas más que provechosas negociaciones. El éxito en la misión ha sido tal que su peso político ha crecido, a la vez que se ha afianzado su papel de sucesora de Rivero en las filas de Coalición Canaria.
El teatrillo continuará hasta el 17 de diciembre, fecha prevista para que el Congreso apruebe los presupuestos, pero las cosas hace tiempo que han quedado claras. Coalición Canaria, le guste o disguste a sus socios del PP, que con seguridad no estarán dando saltos de alegría, ha retomado la vieja costumbre de aliarse con el más fuerte, el poseedor de la llave que da acceso a la caja fuerte.De forma paralela ( y van unas cuantas entre PSOE y PP), los dirigentes del aparato estatal socialista no han tenido reparos en desenterrar su antigua amistad con quienes se han convertido en encarnizados rivales de su hombre fuerte en las Islas, Juan Fernando López Aguilar, cuya perenne inquina hacia todo lo que tenga que ver con el nacionalismo canario ha quedado en un segundo plano como consecuencia de la necesidad de cariño parlamentario del jefe supremo.
Por mucho que los diputados canarios del PSOE intenten arrogarse el triunfo, CC los ha ninguneado una vez más. Falta poco para escuchar la tan manida frase: las negociaciones presupuestarias han sido cosa de dos, sin intermediarios capaces de hacer sombra a la siempre desconcertante fuerza que pueden ejercer dos solitarios diputados en los complicados engranajes del poder legislativo.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

No hay comentarios:

Publicar un comentario