
UNA FRASE, que el uso común ha convertido en tópica, refleja de forma nítida y contundente la Cuba del sátrapa Fidel Castro: a La Habana hay que ir sin novia. El dinosaurio del comunismo, el dictador aplaudido por buena parte de la izquierda retrógrada europea, ha convertido la bella isla que le vio nacer en el burdel del Caribe, en un paraíso vilipendiado que mira cada día las ocho páginas del diario oficial Granma (sin libertad es imposible publicar muchas noticias, y la mentira en abundancia resulta complicada de disimular) en busca de una esquela que le abra el camino hacia la democracia y el progreso. Sus animosos pobladores se enfrentan con el mejor humor posible, el que sólo ellos pueden exhibir y que en otras latitudes tanto admiramos, a un universo de carencias que los defensores de lo indefendible tratan de camuflar con embustes tales como el impresionante nivel de la sanidad cubana, a la que le otorgan propiedades casi mágicas, la escolarización total o la ausencia de cualquier atisbo de discriminación social. Elevados elogios para unos hospitales sin medicinas, unas escuelas sin lápices, unas cárceles pobladas de homosexuales y disidentes políticos y una clase dirigente que probablemente disfrute de más lujos de los que usted y yo conozcamos. Esa es la Cuba que ha visitado estos días el presidente canario, Paulino Rivero, a quien no le ha quedado otro remedio que hacer de tripas corazón para estrechar la mano de los colaboradores del dictador asesino, todo con tal de llevar un rayo de esperanza a la maltrecha colonia canaria, que gracias a la ayuda de la administración autonómica puede considerarse privilegiada en una nación de parias. La limosna internacional es desde hace décadas la única vía de supervivencia de un país cuyo gobierno culpa permanentemente de todos los males al bloqueo estadounidense, absurdo argumento cuando basta con echar un vistazo a cualquier cuadro estadístico para comprobar que la isla se beneficia año tras año de cuantiosas inversiones provenientes de los países más industrializados del mundo. Porque Cuba, la Corea del Norte de América, no es sino un parque jurásico del comunismo, la reserva de un sistema económico y político tan estúpido como inútil que continúa vigente con el único objetivo de que la clase dirigente, a la que perfectamente cabría llamar clase dictadora, permanezca apoltronada en su incompetencia gestora y en su incapacidad para asumir que su tiempo ha pasado, que sus responsables, o mejor, sus irresponsables, han estado haciendo el imbécil desde la aprobación de la reforma agraria en 1959 y han dejado el país hecho una auténtica mierda. Triste panorama le espera a Cuba mientras Castro y sus compinches permanezcan adheridos como lapas a los sillones del ordeno y mando, la propina sea la principal fuente de ingresos de buena parte de la población, en concreto de los privilegiados que mantienen un trato directo con los extranjeros, y la intolerancia ideológica continúe campando a sus anchas. Pésima suerte la de un país que se ha convertido en un criadero de monstruos políticos como Fulgencio Batista y Fidel Castro. La historia les tiene reservado un trato idéntico.
Santiago Díaz Bravo
Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias
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