sábado, 19 de noviembre de 2011

PAGO, COPAGO Y REPAGO

Pese a lo que reza el refrán, las palabras mal dichas conviven con las mal interpretadas, y la utilización del término 'copago' a la hora de referirse al abono, por parte de los usuarios del Servicio Canario de Salud, de las atenciones recibidas, cabe calificarla de inadecuada por cuanto puede provocar un grave malentendido. El uso del prefijo 'co' unido al sustantivo 'pago' nos traslada a un escenario en el que los pacientes colaboran con la administración a la hora de hacer frente a los onerosos gastos sanitarios. Y hasta ese punto nada que objetar en el ámbito sintáctico, ni siquiera en el semántico si nos ceñimos al hecho en sí, esto es, al desembolso de una determinada cantidad que se suma a la que aporta la Comunidad Autónoma. Sin embargo, la palabra encierra una maquiavélica trampa desde el punto de vista político: nada menos que el olvido de la fuente que nutre las arcas de la hacienda pública, que no es otra que el bolsillo, cada vez más agujereado, de los ciudadanos, exactamente el mismo del que se obtendrían los fondos para materializar el hipotético copago. Ante tamaña paradoja, convendrán conmigo que 'copago' debería eliminarse del diccionario político y dejar sitio a 'repago', es decir, el pago por segunda vez.
Y no es que el repago, al que en una u otra ocasión se han referido representantes de los diferentes partidos empleando el término inadecuado, el último de ellos el presidente canario, Paulino Rivero, deba erradicarse del debate parlamentario, pero la clase dirigente, los periodistas y, sobre todo, los ciudadanos, están obligados a evitar por todos los medios el uso perverso del lenguaje, que en este caso provoca el olvido de lo esencial: absolutamente todo el dinero público cuenta con nombre y apellidos, los de quienes, con mayor o menor gusto o disgusto, aportan sus posibles para que pueda financiarse, entre otras áreas de la administración, la sanidad.
Llamar a las cosas por su nombre se torna en una exigencia ineludible, porque las inexactitudes y ambigüedades, y qué decir de las burdas falsedades, conllevan la pérdida gradual del sentido de la realidad y la conformación de un mundo paralelo capaz de devaluar el papel del ciudadano no sólo como destino de las decisiones políticas, sino también como origen de dichas decisiones. Por ello nada más erróneo y peligroso que obviar que se pague, copague o repague, el bolsillo será siempre el mismo. Y el agujero ya empieza a ser demasiado ancho.

Santiago Díaz Bravo
ABC

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