sábado, 7 de abril de 2012

TODOS BEODOS


Mi amigo Ángel se convirtió hace años en militante activo de su propio e inexistente partido político: Ciudadanos Responsables. Su decálogo ideológico no es tal, porque se limita a un solitario punto: la irremplazable obligación de todo hijo de vecino de implicarse en el día a día de los asuntos públicos. Expresado de forma interrogativa sería algo así como ¿qué haces tú, que tanto te quejas, para que las cosas mejoren? Aunque coincidimos en lo sustancial, un significativo matiz nos distancia: yo, mostrándome inmisericorde con la desidia ciudadana, tiendo a culpar a la casta política de los males mayúsculos. A fin de cuentas, a dicha casta corresponden bien las decisiones que han deteriorado la sociedad, bien la omisión de las resoluciones que podrían haber evitado, cuando menos mitigado, tamaña decadencia. Él, sin embargo, se empeña en repartir las culpas casi a partes iguales entre gobernados y gobernantes. Su deducción cumple a las bravas las premisas de la lógica aristotélica: en un sistema democrático, los segundos son una mera consecuencia de los primeros.
Discutimos a menudo al respecto, en ocasiones con la vehemencia propia del que se sabe asistido por la razón. Tras acabar la charla, una vez restablecida la paz, cada cual regresa a casa con la certeza de haber apaleado dialécticamente al adversario, más reafirmado si cabe en sus propias convicciones y lamentando los desacertados planteamientos ajenos. Es por ello que me ha fastidiado sobremanera el triste epílogo de un suceso acaecido días atrás en la ciudad de La Laguna, donde una concejala que conducía beoda y en sentido contrario, a quien la Policía se vio obligada a perseguir, ha purgado su indigno comportamiento con un mero cambio de departamento. Todo un presidente de Hungría dimite por haber plagiado una tesis doctoral hace dos décadas y una modesta edil lagunera se mantiene en la poltrona tras infringir la ley como una campeona. Una de dos: o por estos lares somos demasiado flexibles o al bueno de Pal Schmit, jefe de Estado húngaro, deberían haberlo recolocado al menos como ministro de Juventud y Cantos Regionales.
Y no es que realmente me importe que la ciudadanía lagunera y la del resto de las islas se haya limitado a emitir una sonrisa indulgente ante lo ocurrido; tampoco que esa misma ciudadanía vaya a pasar por alto éste y otros hechos similares en éste y otros municipios, en ésta y otras administraciones, a éste y otros partidos, a la hora del encuentro con las urnas. Lo que de verdad me importa, lo que me reconcome por dentro, es que no me va a quedar otro remedio que plegarme y darle la razón a mi amigo Ángel.
Santiago Díaz Bravo
ABC

No hay comentarios:

Publicar un comentario