jueves, 19 de junio de 2003

EL TRÁFICO ESTÁ FATAL Cronica parlamentaria (19 de junio de 2003)

El tráfico está fatal


El retraso del aspirante a vicepresidente, Román Rodríguez, y del diputado José Mendoza, de Ican, hizo de los primeros once minutos del pleno un infierno para CC y un paraíso para PP y PSOE.
S. DÍAZ BRAVO, S/C de Tfe.
Pasaban ocho minutos de las once de la mañana cuando el diputado Pablo Matos se volvía hacia atrás para hablar con su jefe: "José Mendoza tampoco está", le decía pletórico. El mandamás del Partido Popular (PP), José Manuel Soria, intercambiaba una mirada de complicidad, con sonrisa incluida, cuasi carcajada, con Cristina Tavío, el brazo femenino de su encendido tinerfeñismo. Mendoza, parlamentario por Ican, la rama grancanaria de Coalición Canaria (CC), y el todavía presidente del Go-bierno y también parlamentario "icánico", Román Rodríguez, erán las únicas ausencias en el hemiciclo. La venganza de los nacionalistas de Gran Canaria parecía servida en forma de sillón vacío, los diputados de CC se movían en sus escaños más de la cuenta y populares y socialistas se frotaban las manos.
Once minutos le duró la felicidad al sector "soriano" del PP, compuesto por dieciocho de sus dieciocho diputados, porque ciento ochenta segundos más tarde Rodríguez y Mendoza hacían acto de aparición por uno de los pasillos laterales, culpando al tráfico santacrucero del retraso (el alcalde, Miguel Zerolo, que estrenaba escaño, no pudo escucharles) y dando al traste con las especulaciones de un periodista radiofónico acerca de tan sonada demora. El propio aspirante a la Vicepresidencia, sin que el cariño faltase, le recriminó al informador su versión, que minutos antes había narrado en directo y que, a decir verdad, coincidía con la del resto de los pobladores del pasillo. A un tiempo, Rodríguez deshacía de cuajo el titular que mascullaba una decena de periodistas y desvelaba cuál es su emisora preferida.
La sesión, como era de esperar, y a pesar de los esfuerzos del portavoz del PSC-PSOE, Francisco Hernández Spínola, que entró "a matar" al lanzaroteño Dimas Martín, del PIL, se tornó de inmediato en soporífera. Nombres y más nombres; votos y más votos, y los familiares que presenciaban orgullosos cómo su marido, esposa, hijo o padre había llegado lo suficientemente lejos en la vida como para codearse con Adán Martín, José Manuel Soria o Juan Carlos Alemán.
Al frente de todos, en una pequeña estancia acondicionada al fondo del Salón de Plenos, la esposa del líder del PP, aprovechando una de las continuas idas y venidas al estrado, le hacía una seña a su marido para que se recolocase la corbata. Dicho y hecho. A su lado, la esposa del anunciado nuevo presidente de la Cámara, el también popular Gabriel Mato, no se perdía detalle. Y sobre ellos, en el balcón superior, el resto de los invitados. Allí se mezclaban la recién estrenada alcaldesa de Las Palmas, Josefa Luzardo; el presidente de CC, Paulino Rivero, el presidente del Consejo Consultivo, el presidente de la Audiencia de Cuentas y otros destacados representantes de organismos públicos y de las fuerzas políticas representadas en el Parlamento.
Asesores por doquier
Eso en el hemiciclo, porque el exterior más parecía un congreso de asesores que un evento parlamentario. Superaban en número a los familiares, y algunos de ellos, sobre todo tras concluir la sesión, se dedicaban a medrar entre corrillo y corrillo en pos de un prometedor futuro, cuando menos para seguir igual que hasta ahora. El superasesor de Soria, Larry Álvarez, permaneció todo el tiempo en la sala de los familiares.
Y una vez acabada la sesión constitutiva, con los preceptivos discurso y aplausos incluidos, los periodistas se encargaron de dejar claro quiénes van a ser los protagonistas de la legislatura. Cámaras y micrófonos se movían juntos, como atados por una cuerda, de un lado a otro de los soportales, en busca de los parlamentarios "vip". Adán Martín, que por su diplomática labia y sus comedidos modales parece ya investido del aura presidencial, fue uno de los más requeridos. Y Soria. Y Alemán. Y, claro está, Dimas Martín. El resto, más de cincuenta, asistían como espectadores a tamaño despliegue mediático. Algunos de ellos, con la ceremonia de toma de posesión consumieron su único minuto de gloria en toda la legislatura.
Mención aparte merece Román Rodríguez, que ayer, con nostalgia o sin ella, empezó a despedirse del sillón situado en la primera fila a la derecha de la tribuna de oradores. Al marcharse miró de refilón el asiento anexo, que según lo pactado, y a pesar del PP, debería ocupar dentro de poco. Por si acaso, la medida de los restantes es idéntica.
Los periodistas trataron de recuperar el titular que el propio Román les había robado a los once minutos de dar comienzo el acto de constitución, y durante un buen rato, bajo un agobiante sol, le insistieron para que despotricase contra ATI y el PP. Lidió pregunta tras pregunta hasta que los informadores dieron la misión por imposible y se marchó en compañía de su alter ego, José María Noguerol, otro superasesor con futuro indefinido.
En ese momento, un acalorado Dimas Martín se afanaba en convencer a diestra y siniestra de que los socialistas son unos seres muy pero que muy malos.

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