sábado, 3 de diciembre de 2011

BABUCHAS, CHILABAS Y CUSCÚS

Desde tiempos inmemoriales los canarios nos hemos empeñado en estigmatizar a nuestros vecinos marroquíes, a quienes consideramos hordas invasoras inasequibles al desaliento y obsesionadas con obligarnos a calzar babuchas, vestir chilaba y comer cuscús. Y aunque dichos temores se sustentaron durante años en fundamentos de peso, tales eran las apetencias de la corona alauita sobre la soberanía del archipiélago, aquel célebre mapa que lucía colgado en el despacho de Hassan II, donde el color de las islas se confundía con el del territorio marroquí, parece haberse extraviado en algún recóndito desván del complejo gubernamental del Dar al Mahkzen. El Sáhara Occidental continúa encabezando la lista de asuntos pendientes de la política exterior de Marruecos, sus autoridades se esmeran en resucitar cada cierto tiempo la artificiosa disputa sobre Ceuta y Melilla y sus relaciones con España continúan jalonadas por episodios tan pintorescos como el del islote Perejil, pero Canarias ha desaparecido del discurso reivindicativo de Rabat. Cuando el 17 de mayo de 2004 Mohamed VI recibió en su residencia de Casablanca al entonces presidente del Gobierno canario, Adán Martín, reconoció de facto el orden constitucional español, incluida su división administrativa aunque con la salvedad de las plazas norteafricanas, y renunció a cualquier aspiración sobre la comunidad autónoma. El asunto, al menos aparentemente, quedaba zanjado.
A aquel crucial acontecimiento se suma ahora la entrada en vigor de una nueva constitución y la conformación del primer ejecutivo que disfrutará de un cierto grado de independencia con respeto a los designios reales. Que el cargo de primer ministro haya recaído en un islamista apenas debe inquietarnos, toda vez que a su tendencia moderada se añade, por mor de las aritméticas parlamentarias, la necesidad de que alcance acuerdos con los partidos que han desempeñado labores de gobierno en los últimos lustros. Muy al contrario, ese paso adelante en pos de la democratización traerá bajo el brazo beneficiosos efectos económicos que conllevarán repercusiones positivas para Canarias, una magnífica noticia en los complicados tiempos que corren.
Si tenemos en cuenta que el espejo donde se mira la clase dirigente de Marruecos es la próspera Turquía, una costumbre que comparte con la de otros Estados del Magreb, y admitimos que los islamistas moderados gobiernan democráticamente en Ankara desde hace nueve años sin mayores estridencias que las de cualquier otro ejecutivo europeo, podemos inferir la conveniencia de desterrar de una vez prejuicios anacrónicos y tener a mano la sal, el azúcar y el aceite, no sea que a nuestro dinámico vecino se le ofrezca algo y no estemos en disposición de proporcionárselo.

Santiago Díaz Bravo
ABC

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