martes, 28 de febrero de 2012

CULOS A SALVO


Tras la debacle de la Armada Invencible frente a las costas británicas, Felipe II marcó la pauta para los siglos venideros: cuando las cosas se tuerzan, la mejor opción será inculpar a los elementos. El cumplimiento a rajatabla de tal máxima por parte de los prebostes de la piel de toro, insulares incluidos, con la impagable connivencia de una ciudadanía desidiosa y acomodaticia, ha hecho posible que quienes se hallaban al frente del timón cuando se puso proa a la crisis continúen apoyando sus posaderas en el puente de mando. O dicho en román paladino: si esos prominentes culos, lejos de sufrir justos puntapiés, mantienen sus nalgas a salvo de la ira del populacho, es debido a la innegable capacidad camaleónica de sus propietarios, tan dados a señalar al cielo cada vez que se les quema el potaje.
Que los mandamases del archipiélago echen la culpa a la coyuntura internacional de todo lo malo que ocurre por estos lares, desempleo incluido, es como dejar abierta de par en par la puerta de la caja fuerte y pedir responsabilidades por los hurtos al fabricante. Basta con hacer algo de memoria, con repasar de forma somera las hemerotecas, para constatar que, aparte de pedir y gastar, Canarias se esmeró bien poco durante los años de bonanza para consolidar su endeble estructura económica. Durante décadas, los sucesivos gobiernos autonómicos han protagonizado multitudinarias peregrinaciones a Madrid y Bruselas con el ánimo de reivindicar a diestra y siniestra todo tipo de prebendas, las más de las veces logrando sonoros éxitos bien por su capacidad de convicción, bien por la extenuación del adversario. Pero, en realidad, ¿qué ha hecho Canarias por sí misma para sí misma?
¿Qué esfuerzos se han realizado en pro de diversificar la economía aparte de la promesa de hacerlo ejercicio tras ejercicio? ¿Qué medidas se han tomado para que los productos agrícolas sustituyan a las subvenciones como principal fuente de ingresos del sector agrario? ¿Qué decisiones se han adoptado para mitigar los gastos corrientes de la administración antes de romper la alcancía y comprobar que el cerdito se hallaba famélico? ¿Qué fórmulas ingeniosas se han aplicado a la hora de preparar a los jóvenes para enfrentarse a un mundo globalizado y multilingüe? Un sinfín de preguntas se agolpan en esta crónica de un fracaso anunciado, el de unos responsables políticos que, recurriendo de nuevo a la historia y parafraseando a la señora madre de Boabdil el Chico tras la pérdida de Granada, lloran ahora como mujeres lo que no supieron defender como hombres.
Santiago Díaz Bravo
ABC

No hay comentarios:

Publicar un comentario