lunes, 27 de marzo de 2006

PARÍS SIGUE VALIENDO UNA MISA

ENRIQUE IV, hugonote de toda la vida y azote despiadado de la monarquía católica, no dudó ni un segundo en hacer suya la doctrina de Roma cuando fue consciente de que con ello lograría asentar sus posaderas en el mismísimo trono. "París bien vale una misa", cuentan que exclamó como única y contundente justificación. El paso de los siglos le ha dado la razón a él y a quienes piensan que hay lugares en el mundo destinados a ser importantes por sí mismos y por su influencia en el resto.
La capital de las revoluciones sociales, políticas y artísticas lleva varias centurias expandiéndose en una suerte de exportación de todo aquello que surge de sus hiperactivos bulevares y cafés.
La toma de la Bastilla y los hechos acaecidos en mayo de 1968, acaso los más conocidos en el ámbito de la política, forman parte del proceso de asentamiento de "la cité" como origen de todo cambio. 
En estos días asistimos al último episodio de ese latente protagonismo, las protestas estudiantiles contra el contrato de primer empleo que defiende el gobierno de Dominique Villepin, curiosamente muy parecido al que rige desde hace tiempo en España y otros países europeos. Sin embargo, mientras aquí y allá se protesta antes de callar y asentir, en la ciudad de las luces la presión civil ha puesto contra las cuerdas a todo un primer ministro.
Dejando en un aparte la idoneidad de ese contrato, diseñado a la medida de los jóvenes de las áreas marginales que provocaron hace meses la mayor ola de violencia gratuita en la historia de Europa, los universitarios parisinos, con su dinamismo e implicación en la realidad, han vuelto a hacer sonrojar a la pacata juventud europea, pasiva hasta la impertinencia en lo que le afecta y en lo que no.
El perfecto ejemplo lo hallamos en un país llamado España, donde un delirio de estupidez colectiva ha llevado a buena parte de las nuevas generaciones a enfrascarse en una competición para comprobar qué ciudad es capaz de concentrar a un mayor número de borrachos. París, a la vista está, esperamos que por muchos años, sigue valiendo una misa.


Santiago Díaz Bravo
El Día

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