jueves, 30 de marzo de 2006

SORIA PANZA ARRIBA Crónica parlamentaria (30 de marzo de 2006)

Soria panza arriba


"Hoy es un buen día para enfrentarme al mundo", debió pensar el líder del PP, José Manuel Soria, quien en plena crisis de su partido por los casos de corrupción decidió arremeter contra todo y contra todos. Alemán le dijo con claridad al presidente "ni contigo, ni sin ti", y Martín les respondió a ambos con inusitada tecnocracia.

S. DÍAZ BRAVO, S/C de Tfe.
Pocas cosas hay tan peligrosas como arrinconar a un felino, y aunque la fisonomía del líder del PP canario, José Manuel Soria, dista considerablemente de la de un gato de angora, ayer, en plena crisis de su partido por los casos de presunta corrupción, mostró la extensa longitud de sus garras para arremeter contra todo aquel que se interpusiese en su camino. El presidente Adán Martín y el secretario general del PSC-PSOE, Juan Carlos Alemán, fueron víctimas de sus arañazos, pero también el sucesor de su bienamado Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, a quien considera el azote de las islas, e incluso la vicepresidenta María Teresa Fernández "de la Vogue".
Y es que el también presidente del Cabildo de Gran Canaria decidió que era un magnífico día para enfrentarse al mundo, una actitud que sobresalió más si cabe en un debate donde las únicas notas críticas a la labor gubernamental surgían a ratos, y de forma tímida, de las cuerdas vocales del líder socialista, además de la voluntariosa intervención de los dos portavoces del escindido PIL, especialmente la de Isaac Castellano, un joven con una poco desdeñable carga de agresividad dialéctica.
Soria, nada más comenzar su intervención, que fue precedida por el sugerente "ni contigo, ni sin ti" que Alemán dedicó al presidente, aseguró que los líderes nacionalista y socialista, a pesar de que ambos lo niegan, viven una "aventura", y le faltó tiempo para hacer las veces de amante despechado y advertir al presidente de que está siendo objeto de un engaño, e incluso dejó entrever que detrás de ese engaño se esconde una vendetta por lo sucedido en 1993, cuando Jerónimo Saavedra dio con sus huesos fuera de la Presidencia para dejar paso a Manuel Hermoso.
Acaso aplicando la máxima de que la mejor defensa es un buen ataque, y respondiendo a una alusión anterior de Alemán en la que hábilmente, y con el fin de enumerar los diferentes casos de corrupción relacionados con el PP, había asegurado precisamente que no iba a referirse a ellos, Soria se situó al frente de la cruzada contra las malas artes en la vida pública y exigió que las comparecencias ante la comisión de la trama eólica se lleven a cabo cuanto antes, e incluso que se televisen. Y como quien no quiere la cosa deslizó el caso Tindaya, lamentando que la investigación de irregularidades no se hubiese puesto de moda antes.
Con abuela o sin ella, Soria se gustó tanto que decidió autocalificarse como epicentro del debate, lo que lo llevó a repetir hasta la saciedad, dentro y fuera del hemiciclo, que tanto las intervenciones del jefe del Gobierno como las del representante socialista habían girado en torno a sus palabras, tal había sido la pobreza de las aportaciones de sus contrincantes.
A punto estuvo tal actitud de sacar de sus casillas al portavoz de CC, José Miguel González, que entre loa y loa al Gobierno encontró tiempo para descalificar el "show" que, en su opinión, se había empeñado en protagonizar un líder de la oposición tan dado a las citas literarias como en anteriores debates plenarios.
Capítulo aparte merecieron los dimes y diretes acerca de los datos de desempleo, de los que tan sólo cabe concluir que la estadística es una ciencia harto inexacta. Lo que para el presidente era blanco, para Soria, que dejó claro que el economista es él, y que jamás se atrevería a dar lecciones de ingeniería a un ingeniero, tal es el caso de Martín, se torna en negro. En no pocas ocasiones se refirió al jefe de Ejecutivo como "campeón del desempleo", y para ello, en una táctica maquiavélica, se remontó a 1999, cuando Martín se hizo cargo de la Consejería de Economía. Si las cifras que dio son ciertas, Adán Martín no fue un mal consejero: es un gafe.
El escaso público que ocupaba la tribuna de invitados, Lorenzo Olarte inclusive, y que sólo aplaudió, al igual que los diputados en pleno, cuando se conoció que el portavoz socialista, Francisco Hernández Espínola, acababa de ser operado con éxito, se aburrió con el discurso tecnocrático de Martín, incapaz de levantar pasiones, y el correcto, por momentos brillante aunque condescendiente, de Alemán. Si no fuera por Soria, el respetable habría exigido que se le devolviese la entrada.

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