martes, 25 de enero de 2011

PRELUDIO DE UN ADIÓS SIN REMEDIO

LOS antiguos griegos, aquellos que se empeñaban en proclamar a los cuatro vientos que la historia es circular, que los diferentes fenómenos que conforman el devenir humano tienden a repetirse sin solución de continuidad, han refrendado una vez más su desquiciante teoría. Quién iba a decirnos hace sólo un lustro que los épicos acontecimientos que narran nuestros padres y abuelos acerca del triste adiós a la tierra de su ancestros, sobre el imperioso traslado a cualquiera de los paraísos laborales que se encontraban allende el océano, íbamos a poder contárselos a nuestros descendientes de viva voz y basándonos en la propia experiencia. Con un índice de desempleo que roza el 30 por ciento de la población activa, con unos pronósticos de reversión hacia unos niveles de ocupación media de, cuando menos, doce años, los canarios volvemos a mirar hacia la emigración como solución a todos nuestros males. A los helenos, mal que nos pese, vuelve a asistirles la razón.
Nuestra memoria cercana se ve asaltada a estas alturas por el recuerdo de unos ojos ancianos que miran, y admiran, con cierta incredulidad unos centros comerciales donde miles de personas consumen a espuertas, donde las cuentas corrientes han tornado en una suerte de fuente inagotable que bebe de no se sabe bien qué cercano o lejano naciente. ¡Quién nos ha visto y quién nos ve!, repetía la abuela una y otra vez mientras se persignaba y rogaba a Dios que tamaña bonanza económica durara mucho tiempo, al menos el suficiente para que sus retoños y los hijos de estos encauzaran su vida. Una lástima, querida abuela.
Y a la vez que nos convertimos en autoridades en materia de regateo y marcas blancas, alzamos la vista y miramos más allá, hacia la vieja Europa, hacia la lejana América, hacia la cercana aunque inhóspita África, y discernimos entre los pros y contras de convertirnos en cabeza de ratón o transformarnos en cola de león. Y buscamos las maletas y los pasaportes, para tenerlos a mano, por si acaso, mientras lo intentamos una vez más, y una vez más sin éxito, porque, visto lo visto y parafraseando la popular canción, aquí no hay camas pa’ tanta gente y los sacos de dormir, con el tiempo, se vuelven demasiado incómodos. Algún día miles de canarios, bajo el cielo que les vio nacer o bajo el que les acogió, aconsejarán a los infantes que se sienten sobre su regazo que no se fíen, que lo que un día luce blanco, al día siguiente se convierte en negro. A traición, sin avisar, como por joder.
Santiago Díaz Bravo
ABC

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