sábado, 6 de agosto de 2011

BUSCARSE LA VIDA

El domingo era el día esperado. Los papás, con el gesto adusto de quien pide decoro y prudencia, hacían entrega de la paga semanal: doscientas pesetas que debían ser administradas con austeridad y sentido común durante siete días. Los gastos de manutención, transporte y material de estudio quedaban fuera de tal asignación. Aún así, los infantes, manirrotos como éramos, ocupábamos la tarde del lunes hurgando en los bolsillos del pantalón con la ilusa esperanza de tropezarnos con el último duro.
Pérdida accidental de monedas como consecuencia de un inoportuno agujero, compra urgente de libretas que olvidábamos en el aula, irrefrenable invitación a un helado a la compañera por quien bebíamos los vientos, humanitaria y responsable aportación al Domund... Las excusas a las que recurríamos para incrementar las dádivas paternas rebosaban a un tiempo ingenio y sinvergonzonería. Qué remedio, había que sobrevivir hasta el domingo a la salida de misa.
Años más tarde, la metáfora del hijo pedigüeño se reproducía en buena parte de los territorios que conforman esta piel de toro que tanta desazón nos provoca en los últimos tiempos. La economía real, la que dicta la sensatez y se ejerce desde la austeridad responsable de quien mantiene presentes los altibajos de la vida, quedaba ensombrecida durante décadas por la desfachatez del hijo vividor y la euforia de quien rebuscaba en la cartera y siempre hallaba, acaso sin prever que los dobles fondos algún día darían paso al definitivo, acaso haciendo la vista gorda ante la evidencia de que un paternalismo mal entendido deviene en una economía ficticia incapaz de hacer frente a los sinsabores de la compleja adolescencia.
El triunfo de la economía ficticia sobre la real, amparado por unas administraciones empeñadas en hacerse notar incluso en aquellos ámbitos donde ni deben llegar, ni se las debe esperar, ha tornado en la proliferación de nichos improductivos que, echando mano del sabio dicho popular, engañaron a muchos durante mucho tiempo, sobre todo a los estadísticos, pero se revelaron incapaces de seguir engañando a todos durante todo el tiempo.
La recuperación económica de España en general, de Canarias en particular, no será real hasta que lo ficticio desaparezca, hasta que la intervención pecuniaria de los gobiernos se limite a los ámbitos que por nula rentabilidad empresarial pero, sobre todo, por interés social, deben disfrutar del protagonismo de los poderes públicos, hacienda incluida. Y es que no es mejor padre quien se doblega ante los caprichos de sus desbocados hijos, sino quien en ocasiones, aún a costa de romperse el alma, les responde con un lacónico “búscate la vida”.

Santiago Díaz Bravo
ABC

No hay comentarios:

Publicar un comentario