miércoles, 8 de abril de 2009

EL PRESIDENTE Y LA TROPA

Hace ya unos cuantos años, muchos de los jóvenes en edad de cumplir el servicio militar que contaban entre sus familiares con un mando de alto rango comprobaban incrédulos que sus enmedallados padres, tíos o abuelos, si bien disfrutaban de la influencia suficiente para que les tocase "en suerte" un destino cómodo, apenas disponían de capacidad de maniobra para que, una vez en el puesto adjudicado, la placidez esperada cumpliese las expectativas. Allí eran otros los que mandaban, los militares de rango medio y bajo, en quienes recaía el peso de los cuarteles y a quienes correspondían las decisiones que afectaban al día a día de la tropa, incluido el temido calendario de imaginarias.
En un gobierno el presidente manda, y mucho, y probablemente sus ministros se pongan firmes como jamás lo hicieron en la ´mili´ cada vez que habla, pero tras una sonora bronca, tras una felicitación, tras un desplante o una palabra cariñosa, regresarán a sus despachos y junto a los suyos, los mandos medios y bajos, seguirán haciendo y deshaciendo a su antojo. Por ello, una remodelación como la que realizó ayer José Luis Rodríguez Zapatero va mucho más allá de un simple cambio de rostros. Salen unos ministros y entran otros, pero salen también quienes influían en las decisiones de los primeros, y quienes discutían con ellos, y quienes ejecutaban sus órdenes; y de forma paralela entran quienes influirán en los segundos, quienes discutirán sus ideas y quienes materializarán sus mandatos.
Hasta que la informática lo arregle, que uno a estas alturas, en materia de tecnología, ha llegado a creerse cualquier cosa, la política la harán las personas, y al igual que ocurre en los cuarteles, un modesto coronel seguirá influyendo más en la cotidianidad de la tropa que un laureado capitán general.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

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