sábado, 1 de octubre de 2011

SI CARLOS III LEVANTARA LA CABEZA

Si Carlos III levantara la cabeza, entre las preguntas que realizaría a los aterrados testigos a buen seguro figuraría el estado en el que se halla una de sus más notables creaciones: el Jardín de Aclimatación de La Orotava, hoy en día conocido como Jardín Botánico de Puerto de la Cruz, una joya biológica e histórica. El ilustrado monarca probablemente se congratulase de que la presión urbanística no haya convertido tal oasis vegetal en un complejo de apartamentos plagado de rótulos con la leyenda zu verkaufen, pero junto a ese sentimiento de satisfacción acaso surgiría otro de sorpresa, puede que de irritación, al saber de la desidia mostrada por los gobernantes contemporáneos hacia esa perla que su excelsa majestad regaló a Canarias, que lleva más de una década esperando por una ampliación que jamás concluye.
Habría que conminarlo entonces a que no se sintiese ofendido, convencerlo de que nada tienen los actuales mandamases en contra del Jardín que decidió crear en 1788 en aquellas lejanas islas a mitad de camino del Nuevo Mundo, de que la evidente dejadez la sufre todo el norte de Tenerife, por extensión el de Gran Canaria, de que hace mucho tiempo que lo que está de moda son los sures, territorios prósperos, al menos hasta hace unos pocos años, donde se ha registrado una presión demográfica tal que ha obligado a, sabiamente, destinar la mayoría de los esfuerzos pecuniarios a su desarrollo, y de que como consecuencia de ello los nortes se han convertido en comarcas inanimadas que asisten mitad sorprendidas, mitad enojadas, a una muerte lenta y dolorosa.
El ilustre antepasado de Don Juan Carlos tiene derecho a saber que los nortes hace años que esperan por puertos, por carreteras, por auditorios como los que se han levantado en los sures, por extensión en las áreas metropolitanas, pero no hay forma porque quienes manejan los fondos públicos entienden que todas las muestras de cariño hacia los sures son pocas, que gracias a ellos comemos y no basta con dedicarles un par de mimos: es necesario que se sientan los reyes de la casa, que de eso Su Majestad podría dictar una interesante conferencia.
Pero los nortes no piden que se les trate igual que a los sures, sólo faltaría. Se conforman con que se les recuerde, con que de vez en cuando quienes guardan las llaves de las arcas públicas les dediquen unos ahorrillos para pequeñas obras como las del Jardín Botánico. Si no es molestia, por supuesto, y aunque sea por darle una satisfacción al rey resucitado.

Santiago Díaz Bravo
ABC

No hay comentarios:

Publicar un comentario