miércoles, 6 de febrero de 2008

LOS INDIANOS


LES VOY A CONTAR UN SECRETO: ayer, en las primeras páginas de La Gaceta de Canarias y El Mundo para la provincia tinerfeña, la imagen fue la celebración de la fiesta de Los Indianos en Santa Cruz de La Palma; mientras, en la edición de Las Palmas, el protagonismo, con similar tratamiento informativo, recayó también en Los Indianos, pero en este caso en los de la capital grancanaria. De sobra sabemos que a buena parte de los palmeros no les habrá hecho gracia alguna tal revelación, pero entiendan, queridos amigos, que ni se le pueden poner puertas al campo, ni es posible ningunear la realidad. Mal que les pese, a los defensores de la exclusividad de esta fiesta para la isla de La Palma no les queda otro remedio que resignarse, porque en un país libre, cuando un amplio colectivo de ciudadanos se empeña en llevar a cabo un proyecto y participar en él, lo más probable es que nadie pueda impedírselo. El riesgo es evidente: el mayor peso demográfico y mediático de la Las Palmas de Gran Canaria, una ciudad que ronda los cuatrocientos mil habitantes, puede convertir a Los Indianos de la calle Triana en un evento conocido nacional e internacionalmente, relegando a un segundo plano la fiesta original, la que tiene por escenario desde el siglo XIX el entorno de la plaza de España de la capital palmera. A los habitantes de la Isla Bonita siempre les quedará la satisfacción de saberse los creadores de tan original festejo, de poder clamar a los cuatro vientos que allí surgió lo que probablemente dentro de unos años se convierta en una atracción del Carnaval grancanario paralela a la Gala Drag Queen. Pero tampoco debemos olvidar que las fiestas y las tradiciones obedecen a las necesidades, creencias y deseos de las personas, y mucho menos que estamos en una tierra de emigrantes donde las costumbres, igual que los sentimientos, se llevan en la maleta junto a la ropa y la pena. Si Las Palmas de Gran Canaria disfruta desde hace años de la fiesta de Los Indianos es porque así lo han querido los palmeros, en este caso la numerosa colonia que reside en esa ciudad. Si las fiestas pertenecen al pueblo, a las personas, nadie puede negarles el derecho a reivindicar su origen, a abrir el equipaje que un día se llevaron y dejar que fluya el sentimiento de pertenencia a una Isla que sin querer, tal vez sin reflexionar lo suficiente, ha optado por darles la espalda. Bien podría Río de Janeiro reivindicar la exclusividad de las comparsas, tan populares hoy en día en los carnavales de Santa_Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran_Canaria, y Venecia la de las máscaras, que aunque casi desaparecidas, se convirtieron en una de las referencias de las Fiestas de Invierno. Y qué decir de las murgas, un “invento” gaditano que se ha tornado en un auténtico fenómeno social en las Islas. El monopolio de las fiestas es una misión imposible porque el hombre es un ser plagiador por naturaleza, un selecto sibarita que aspira a llevarse consigo todo lo que de bueno encuentra por el mundo.


Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias

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