viernes, 15 de febrero de 2008

ODA A CACARECO

AUNQUE USTEDES NO SE LO CREAN, hubo una vez un candidato que logró una aplastante victoria en unas elecciones sin haber realizado una sola promesa, sin haber pronunciado una sola palabra, sin haber siquiera sonreído. Ocurrió en 1958, cuando un movimiento popular de protesta contra la corrupción de los partidos que optaban a gobernar en el estado brasileño de Sao Paulo desembocó en una curiosa iniciativa: la presentación como candidato de un hipopótamo de nombre Cacareco, toda una celebridad en el zoológico de la capital paulista. El hartazgo de la población, unido a un sistema de votación sin papeletas impresas, en el que cada elector introducía en la urna un trozo de papel caligrafiado, provocó que por vez primera en la historia de la democracia un animal se alzara como triunfador en un proceso electoral. La imaginativa protesta frente a la insatisfacción generalizada que provocaban las principales formaciones políticas se tornó en una monumental humillación para la clase dirigente, que no fue ajena a tan importante toque de atención. Aquel hito histórico, al que se sumaron posteriormente otros componentes del Arca de Noé en distintas partes el mundo, tales fueron los casos de un mono, un perro, un gato y hasta una cabra, aunque ninguno de ellos con tan magníficos resultados, ha sufrido el ninguneo de la ciencia política moderna cuando a todas luces se trata de un fenómeno aplicable a los tiempos que corren. Porque quién puede garantizarnos que llegado el caso el osito panda Chu-Lin, que en paz descanse, no se hubiese convertido en alcalde electo de Madrid, el gorila Copito de Nieve de Barcelona y el jamelgo Imperioso de Marbella, por citar a tres celebridades del panorama socioanimal patrio. Y_qué me dicen de la mona Chita, una magnífica opción populista para la Casa Blanca, y de la perrita Laika, que acaso podría haber apartado de las mieles del poder al propio Putin si no hubiese sufrido tan desgraciado final, y de la oveja Dolly, una suerte de revulsivo para la convulsa política británica. Y quién puede asegurarnos que la opción preferida de los canarios no sea el célebre mero Pancho, un privilegiado ejemplar que se pasea desde hace cuatro décadas por las aguas de El Hierro sin otra preocupación que hacer el pez. Cacareco, gracias a un proceso electoral mínimamente reglado, congregó involuntariamente en torno a sí el voto de castigo hacia las organizaciones políticas predominantes. Un enorme y pacífico hipopótamo brindó a los ciudadanos de Sao Paulo la oportunidad que esperaban desde hacía años, la excusa perfecta para expresar el profundo disgusto que guardaban en sus adentros. Por eso hoy, 15 de febrero de 2008, cuando se cumplen cincuenta años de la primera incursión animal en el complicado universo de la política y a punto de entrar en la siempre intensa campaña electoral, nos asalta una procelosa duda: ¿tendrían alguna oportunidad José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy frente al tirón electoral de la gallina turuleta?

Santiago Díaz Bravo

La Gaceta de Canarias

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