lunes, 11 de octubre de 2010

EL INGENIERO QUE HIZO DE POLÍTICO

Adán Martín fue una buena persona, que a fin de cuentas es lo mejor que puede decirse de un ser humano. Amable, cercano y defensor incansable de sus postulados, nadie puede objetarle falta de entusiasmo, empeño o trabajo. A menudo, durante su etapa como presidente regional, se iba a la cama a altas horas de la noche con una pila de expedientes que sólo abandonaba cuando el sueño le vencía. Sus colaboradores, especialmente las familias de éstos, terminaron por acostumbrarse a que los convocara cualquier domingo por la tarde, en su residencia de Vistabella, para tratar asuntos que consideraba urgentes. Devolvió con creces, en esfuerzo y sacrificio, la confianza que los canarios depositaron en él.
Pero su hoy recordada figura no ha logrado desvincularse de la arraigada costumbre de lanzar flores a tutiplén sobre las mortajas. Acaso el dolor que provoca el adiós de un ser querido y admirado impida acercarse a su legado con el talante de quien, sabedor de que la infalibilidad es una virtud reservada a los dioses, espera hallar luces y sombras en tan memorable biografía. Y es que Martín, hombre de ideas claras y clarividentes, fue un magnífico concejal y un excelente presidente del Cabildo. El Gobierno de Canarias, sin embargo, no estaba hecho para él, seguramente porque él no estaba hecho para la política.
Adán Martín fue un avezado gestor capaz de idear y materializar cualquier plan. Los gobiernos locales, donde la actividad administrativa prima sobre las procelosas aguas de los cenáculos políticos, fueron el hábitat adecuado para un ingeniero que pensaba como tal. Con la política se topó de frente cuando, cargado de proyectos, desembarcó en la jefatura del Gobierno autonómico.
En su nuevo desempeño no bastaba con reunirse con los técnicos, reflexionar y tomar la decisión que entendía adecuada. Había que hablar con éste, aquel y el de más allá, repensarlo todo, evitar agravios reales o ficticios, esperar más de la cuenta hasta que las aguas se calmaran y empezar de nuevo para, probablemente, regresar al punto de partida. Demasiado enrevesado para un ingeniero.
Con todo, a pesar de que aquella insufrible incomodidad impidió que desarrollase sus cualidades, aún resuenan los ecos de sus razonamientos acerca de la necesidad de que las islas mejoren sus infraestructuras de transporte, miren con confianza hacia África o se hagan valer en Bruselas. Su impronta teórica permanece viva, y sus planes, al fin y al cabo, acabarán por materializarse con el paso de los años por pura lógica, porque será lo mejor para Canarias. Lástima que él no vaya a poder asistir al triunfo de sus propias ideas.
Santiago Díaz Bravo

1 comentario:

  1. Santiago: completamente de acuerdo en casi todo.

    Aun a sabiendas de que no puedo ser imparcial, pienso que su etapa en el Gobierno de Canarias no fue menos productiva, pero sí mucho menos visible [y en eso alguna culpatengo] porque es mucho mas dificil comunicar abstracciones en siete islas que miles de pequeñas grandes cosas en una sola] Y por otras razones que solo desgranaré por el módico precio de un cafe :-)

    Un abrazo en momentos tan abrazantes

    Daniel Cerdán

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