martes, 4 de diciembre de 2007

DEMÓCRATA A SU PESAR

A estas alturas resulta difícil discernir si el resultado del referéndum sobre la reforma constitucional de Venezuela es positivo o negativo para los intereses de los venezolanos, porque aunque la población se ha decantado mayoritariamente por limitar el creciente poder del presidente Hugo Chávez, los libros de historia ofrecen ejemplos de todo tipo acerca de la reacción de los sátrapas que de la noche a la mañana se convierten en perdedores. No cabe albergar duda alguna con respecto a la legitimidad del actual mandato de Chávez, un dirigente que ha contado en los últimos años con el apoyo mayoritario de las urnas, pero la dura ofensa sufrida por su henchido ego acaso provoque que a partir de ahora presencie con recelo los procesos democráticos y empiece a pergeñar fórmulas que garanticen el triunfo de la revolución socialista que con tanto ímpetu anuncia desde hace tiempo. Hugo_Chávez, jamás lo olvidemos, es un golpista que en 1992 intentó convertirse en presidente de la República a través de las armas, y aunque purgó aquella intentona con varios años de arresto, donde hubo, siempre queda, como bien reza el dicho popular. Ese oscuro y vergonzoso pasado, junto a una actitud prepotente hacia la hasta ahora inoperante oposición interna, el acercamiento al régimen de Fidel Castro y la entente con los gobiernos de otros países dictatoriales, nos hace temer con cierto fundamento que el presidente de la República Bolivariana de Venezuela haya podido ser demócrata mientras el viento ha soplado a su favor, pero ahora, cuando se ha dado cuenta de que la democracia, lo mismo que pone, quita, de que el cambio forma parte consustancial del sistema, tal vez se lo piense dos veces, y hasta tres o cuatro, antes de volver a someterse al capricho del populacho. Con todo, no se debe obviar que el elevado índice de abstención pudo influir de forma significativa en la consulta del domingo, y que con una mayor participación las cosas podían haber pintado de otro color para Hugo Chávez, pero esa escasa concurrencia de votantes también refleja una cierta pérdida de influencia por parte del actual gobierno, que hasta ahora había logrado movilizar en su apoyo a una amplia mayoría. Las presiones de una comunidad internacional enfrentada al estadista bolivariano para que la oposición se una y plante cara de forma creíble y contundente, la creciente percepción social de que las cosas no acaban de cambiar y la incipiente soledad de la administración chavista, de la que abominan los principales dirigentes del planeta, han llevado al presidente venezolano a sus momentos más bajos. Su vehemente labia, tan dada a la amenaza irreflexiva, sobre todo hacia España y las empresas españolas tras el ya célebre acaloramiento del Rey Juan Carlos, hace que día tras día su discurso pierda credibilidad tanto dentro como fuera de Venezuela y que su imagen sufra un sensible deterioro. Hugo Chávez tal vez se haya dado cuenta de que a la larga la población empieza a pensar por sí misma, de que se puede engañar a unos pocos durante mucho tiempo, a muchos poco tiempo, pero jamás a todos durante todo el tiempo. La democracia es lo que tiene.

Santiago Díaz Bravo

La Gaceta de Canarias

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