sábado, 15 de diciembre de 2007

EL TIEMPO ES ASÍ


Qué mejor manera de entablar una conversación que con el tan recurrente “parece que hace más frío”; qué mejor forma de intercambiar unas palabras con nuestros compañeros de ascensor que con el manido “uf, qué calor”; qué mejor excusa a la hora de llegar tarde que la contundente sentencia “caen cuatro gotas y la autopista se colapsa”. El tiempo siempre ha estado ahí, a nuestro servicio, para acudir a él cada vez que lo considerásemos necesario. Nos permite lucir en invierno suntuosos abrigos, en otoño llamativos jerséis, en primavera camisetas de todos los colores y en verano bañadores donde la superficie textil es poco más que una anécdota. Es a un tiempo amigo y enemigo, aunque últimamente da la impresión de que se enrabieta con demasiada facilidad. El 31 de marzo de 2002, aciaga fecha para la historia de la ciudad de Santa_Cruz de Tenerife como consecuencia de una descomunal tromba de agua que se cobró ocho vidas, marcó un antes y un después para Canarias, que desde entonces vive inmersa en una situación de alerta permanente, una desazón social que se ha visto reforzada por fenómenos meteorológicos como las lluvias torrenciales registradas en el último lustro en el sur de Gran_Canaria, La Palma, La Gomera y_El Hierro, sin olvidar la tormenta tropical Delta, una inesperada invitada caribeña que evidenció más si cabe los sensibles cambios que sufre el clima. El tiempo es ahora más protagonista que nunca, porque de conversación de cafetería, de tema oficial en los ascensores lentos, ha pasado a las primeras páginas de los diarios. Los más alarmistas, entre ellos algunos meteorólogos, auguran que los fenómenos extremos serán cada vez más habituales en las islas. Mientras, los más precavidos, entre ellos también, curiosamente, algunos meteorólogos, afirman que no existen evidencias suficientes para que estemos más preocupados de lo necesario. La cuestión es si la tan manida frase “nunca había visto llover así” es algo más que una hipérbole, si de verdad los registros de los estudiosos del cielo reflejan un cambio significativo en lo que aquel nos envía en forma de agua, nieve, hielo, truenos y relámpagos. Ante la duda, que probablemente tardemos muchos años en despejar, o que incluso jamás disipemos del todo porque la ciencia, créanlo, de exacta tiene lo justito, el tiempo sigue colmando su afán de protagonismo con titulares enormes, aperturas de informativos de radio y televisión y un sinfín de conversaciones de todo tipo. Pero desde aquel lejano y a la vez presente 31-M la gran pregunta es si las islas cuentan con los medios necesarios para prever el peligro, para que al menos tengamos tiempo de subir a la azotea y recoger la ropa casi seca que nos disponíamos a utilizar el día siguiente. Aunque parezca mentira, que ciertamente lo parece, nadie se ha dignado aún a despejar tamaña incógnita. En el siglo XXI el cielo significa para nosotros lo mismo que para nuestros antepasados, que miraban cada mañana hacia la bóveda celeste a un tiempo agradecidos por sus dádivas y temerosos de sus misterios. Tal es la situación que sólo cabe resignarnos a la idea de que en Canarias el tiempo, como el fútbol, es así.


Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias

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