martes, 18 de diciembre de 2007

LOS ESPAÑOLES OLVIDADOS (y II)


LA LOCALIDAD de Manhasset, en las afueras de Nueva York, centrará los próximos 7, 8 y 9 de enero buena parte del interés internacional. Allí, representantes del gobierno de Marruecos y del Frente Polisario realizarán un nuevo intento, y van unos cuantos, por llegar a un acuerdo sobre el futuro del Sáhara Occidental. Las perspectivas, a estas alturas huelga decirlo, son escasamente halagüeñas. Los marroquíes se han cerrado en banda en la oferta de una amplia autonomía que respete lo que entienden como “indiscutible”_soberanía alauita; los delegados saharauis, por su parte, ya han anunciado que en ningún caso se plegarán a un convenio que ignore el derecho del pueblo a decidir su futuro, y han tardado poco en advertir de que reciben fuertes presiones de sus propias gentes para romper una tregua baldía que dura ya 16 años. El Gobierno de España, verdadero culpable de la situación tras una espantada, la de 1975, que dejó a cientos de miles de saharauis, o lo que es lo mismo, a cientos de miles de españoles, a expensas del ordeno, mando y mato de las tropas marroquíes, mira hacia otro lado como lo hacen los cobardes y ni siquiera se apresta a colaborar en la búsqueda de una solución a un conflicto que, si el frío invierno neoyorquino no lo remedia, se dirige irremediablemente hacia una escalada bélica. La diplomacia española, acomodada en los despachos del madrileño Palacio de Santa Cruz, probablemente no se haya percatado siquiera de los graves efectos que acarrearía para Canarias el reinicio de una nueva guerra de guerrillas, que si bien no afectaría al subsector pesquero como antaño, habida cuenta de su evidente pérdida de protagonismo, pondría en un brete las importantes inversiones canarias en la zona y cerraría las puertas a buena parte de los proyectos liderados por empresas del Archipiélago. Los países de África Occidental se han convertido en la gran esperanza para una economía cuya principal actividad, el turismo, muestra evidentes síntomas de cansancio que convierten en imprescindible la búsqueda de territorios, grupos humanos y subsectores hacia los que dirigir los esfuerzos productivos. Los saharauis, a quienes podemos calificar de españoles olvidados sin temor a equivocarnos, cuentan además con poderosos amigos dispuestos a financiar una interminable batería de ataques contra el muro de más de 2.000 kilómetros que custodia el ejército marroquí, entre ellos algunos países árabes y la propia Venezuela, una suerte de secuela a tiempo compartido entre el proceso de descolonización y la guerra fría que podría convertir esta zona del planeta en uno de los destinos a evitar por los turistas cautos y los inversores más precavidos. Ante este panorama, parte del futuro de las islas dependerá de lo que se decida dentro de veinte días en Manhasset, sede de una reunión casi a la desesperada con la que las partes implicadas y la propia Naciones Unidas pretenden dar sentido a tan largo periodo de tregua. Los días, semanas, meses pasan a toda velocidad, y por ello se nos hacen tan lejanas aquellas continuas noticias sobre ametrallamientos a pesqueros, capturas de pescadores y tantos otros problemas. Pero no hace tanto, y ahora la historia amenaza con repetirse.

Santiago Díaz Bravo
La Gaceta de Canarias

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