martes, 6 de julio de 2010

EL PULPO, NI TOCARLO

La policía acaba de detener al presidente de la Diputación de Alicante por un presunto caso de corrupción; el Tribunal Supremo ha ordenado la reapertura de la investigación sobre la muerte del cámara José Couso en Irak; una mujer fallecía hace pocas horas en Girona tras ser empujada desde un sexto piso. Las tres noticias encabezan las ediciones digitales de los principales diarios españoles, presuponiendo quienes las han situado en tan privilegiado lugar que van a concitar la mayoritaria atención del respetable. Pero, pobrecitos, al menos hoy han errado en su disparo y la diana se muere de la risa, porque la noticia más leída por los cibernautas patrios, según desvela uno de esos mismos diarios, es la de un presunto pulpo adivino, de nacionalidad germana y llamado Paul, que ha pronosticado la victoria de la selección española sobre la alemana en la semifinal del Mundial.
En un primer momento podríamos llegar a la conclusión de que nos hallamos en un país de imbéciles, pero flaco favor haríamos a todo lo que tenga que ver con el estudio de la naturaleza humana si limitáramos el análisis a tan extrema sentencia (aunque tan solo sea porque quien escribe estas líneas también quedó abducido por las virtudes predictivas del bueno de Paul), y porque convendrán conmigo en la urgente necesidad de indagar en los porqués de determinados fenómenos sociales que, además de hacernos gracia, se tornan en síntomas evidentes de que alguna tuerca anda suelta.
Y es que no hay nada peor que perder la perspectiva, porque no ha hablado el seleccionador, ni el capitán del equipo nacional, ni los contrincantes, ni la señora que limpia las leoneras en las que puedan haberse convertido las habitaciones de los jugadores, ni siquiera un antiguo novio de la bella Sara Carbonero por amor despechado. Ha hablado ¡un pulpo! Probablemente el pulpo más célebre de la historia, porque en nuestra memoria se acomodan nombres de toros famosos, de leones, de tigres, de osos, de perros, de gatos, pero es la primera vez que un pulpo se convierte en una celebridad, en este caso digno de brindarnos concienzudos articulos futbolísticos en el mismísimo Marca.
El hecho de que la "opinión" de un cefalópodo concite la atención de un país es una evidencia más de la extraordinaria, a veces inexplicable y siempre desaconsejable avenencia entre lo importante y lo accesorio, una de las más preocupantes características de esta irreflexiva sociedad de principios de siglo, tan dada a aceptar las cosas tal y como vienen, tan dada a dirigir su mirada hacia un solo lado, habitualmente el más fácil de contemplar, el que más satisfacciones inmediatas nos brinda.
Porque el problema no es el bueno de Paul, ni esa nueva religión denominada fútbol, ni los vacuos programas de crónica social que pueblan las programaciones televisivas, las más de las veces refugio de podredumbre intelectual y miseria humana, ni siquiera unos medios de comunicación tan dados a olvidar su necesario papel de canalizadores de las inquietudes ciudadanas. El problema somos nosotros mismos y nuestra histriónica tendencia a la frivolidad.
Nada tiene de malo contemplar a un pulpo abrazando una bandera si nuestro interés hacia tan extravagante práctica la situamos en su justo lugar, que no es otro que el baúl de los objetos secundarios. Si nuestra distracción ante tal demostración de habilidad animal nos hace perder demasiado tiempo, si limitamos nuestra atención al movimiento de tan sabios tentáculos, probablemente nos roben la cartera mientras obsequiamos al ladrón con una amable sonrisa.
En cualquier caso, a partir de ahora los pulpos no van saber igual. El remordimiento que conlleva saberse probable cómplice de un crimen, ejecutor de un intelecto que tanto podía haber aportado a la humanidad, nos obligará a sustituirlos por las lapas. Al menos yo no conozco a ninguna por su nombre.

Santiago Díaz Bravo

6 comentarios:

  1. Me lo imagino a la gallega. Con dos cañitas en la Punta.

    Bienvenido a su propio blog, Santiago,

    Erick

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  2. Me lo imagino a la gallega, en un bar de La Punta, y unas cañitas.

    Bienvenido a su blog.

    Erick

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  3. Mucha razón, que hay asuntos demasiado importantes.

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  4. Pues me lo pienso comer igual, hasta con más gusto si se equivoca en el pronóstico
    At.

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