martes, 28 de julio de 2009

GRACIAS A LA CRISIS


París, Londres, Roma, Cancún, Varadero y Santo Domingo se hallan este verano demasiado lejos para quienes sufren los sangrantes efectos de un maldito agujero en sus antaño exultantes carteras. Lanzarote y Fuerteventura también han quedado fuera del mapa, e incluso los siempre recurrentes complejos hoteleros del Sur. Así las cosas, y porque nada hay más necesario ni sano que cambiar de aires, el subconsciente colectivo ha aguzado el ingenio y el Cabildo ha tenido que hacer frente a una avalancha de solicitudes de acampada en los montes de la isla.
La misma crisis que ha llevado a un sinfín de familias a realizar un curso acelerado de productividad pecuniaria, que ha transformado en agricultores y ganaderos a fornidos obreros de la construcción, nos ofrece ahora la oportunidad de reencontrarnos con nuestro entorno natural, con esos peculiares parajes donde contemplar las estrellas es flotar en el espacio, despertar cada día es volver a nacer y apoyarse sobre un pedrusco para mirar derredor nos proporciona esa plácida sensación de haber descubierto un hermoso mundo.
Las comodidades de una cama mullida, una piscina clorada y un dispensador de cerveza tienen la culpa de que hayamos dejado de lado a la naturaleza, de que llevemos tanto tiempo sin visitarla y sin disfrutar de su hospitalidad. Ahora, gracias a la crisis, que algo bueno tenía que darnos, hemos vuelto a pedir sombra a nuestros árboles, a rogarles que nos mimen en estos complicados tiempos que nos han tocado vivir.
Y puede que cuando todo esto haya pasado, cuando los agujeros en nuestras carteras queden totalmente zurcidos, sigamos mirando hacia el monte porque nos hayamos enamorado de alguna de sus estrellas. Tal vez contemos con un motivo por el que darle las gracias a esta jodida crisis.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

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