miércoles, 15 de julio de 2009

EL AMOR DURA DOS AÑOS

José Manuel hacía tiempo que se lo olía: Paulino, su querido y bien amado Paulino, ese por el que tantas veces ha dado la cara, se la está pegando con otro. Durante dos años lo compartieron todo, los secretos no encontraban cabida en tan sólida y fraternal relación. El primero salía en defensa del segundo y viceversa cada vez que era menester, y a buen seguro que lo fue en incontables y azarosas ocasiones.
Pero el tiempo es al romance lo que el sol al hielo, y Paulino y José Manuel, José Manuel y Paulino, ya no piensan lo mismo de las mismas cosas. Sus palabras difieren estos días más de lo habitual, porque lo que antes era blanco o negro sin que cupiese duda, y que a ningún incauto se le ocurriese llevar la contraria, cabe ahora la posibilidad de que sea blanco nuclear para uno y negro sideral para el otro, que los tonos grisáceos y claroscuros a estas alturas del mandato se hallan totalmente demodé.
El escritor francés Frederic Beigbeder lo definió mejor que nadie en una de sus obras más célebres: El amor dura tres años. En este caso ha errado por uno, pero es que a veces, como tan sabiamente reza la canción, el uso excesivo puede derivar en una ruptura precoz y traumática, máxime si se mete por medio el encantador del sofá, el hombre de los ojos claros y la chequera ligera, el que lo paga todo pueda permitírselo o no.
Las primeras sospechas nacieron tras advertir las tiernas miradas que se proferían en aquella reunión en La Moncloa. Meses más tarde, en las islas, bajo un sol de justicia sin que Ruano tuviese nada que ver, se les veía felices y dicharacheros, como si participasen de una travesura común. Ahora José Manuel acaba de comprobar que mientras él arremete contra el otro y los suyos, Paulino habla con el otro y los suyos a sus espaldas, y eso ni es amor ni nada que se le parezca.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

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