jueves, 23 de julio de 2009

MEDICINA Y MEDICINA


El principal riesgo que corren quienes practican la medicina en sus diferentes modalidades es creer que su misión acaba en las gasas, las jeringuillas y los bisturíes. Pasearse por los pasillos de un hospital con una límpida bata blanca y un estetoscopio colgado al cuello sólo evidencia que dicho señor o señora visita frecuentemente la tintorería, además de presuponérsele, con el aval de un diploma universitario, capacidad suficiente para suturar una herida sin desmayarse.
Un profesional de la medicina debe ser mucho más que un título colgado en la pared, mucho más que un sabelotodo capaz de recitar los nombres, apellidos y hasta el parentesco de los diferentes rincones del cuerpo. Debe comportarse como un humanista con la suficiente diligencia intelectual para diferenciar entre una persona y un maniquí, entre los cadáveres con los que realizó las primeras punciones y el ser humano que le mira a los ojos pidiéndole que le sane, cuando menos que mitigue el mal que le atosiga.
Un sanitario que haga honor a tal denominación jamás debe olvidar que el interior del cuerpo, además de vísceras, aloja grandezas y penurias, alegrías y miserias, sentimientos al fin y al cabo. Y tampoco debería obviar la existencia de sólidos aunque invisibles lazos entre los enfermos y quienes les quieren y sufren junto a ellos.
Los escalofriantes hechos relatados por Chaxiraxi Afonso, la madre del recién nacido que murió en el año 2000 por el error de un enfermero, marcan la frontera entre el imperdonable aunque comprensible error de un ser humano y la incomprensible y mezquina actitud de unos determinados responsables sanitarios, profesionales de pacotilla que gestionaron el caso con la misma delicadeza que un mecánico se deshace de un radiador. Y es que una bata blanca y un estetoscopio no son garantía de nada.

Santiago Díaz Bravo
La Opinión

1 comentario:

  1. Estoy absolutamente de acuerdo contigo, y a veces parece que los que nos preocupamos más por los pacientes, los que trabajamos para ellos, los que intentamos mejorar la calidad de nuestro trabajo día a día, somos los bichos raros. El sistema nos presiona demasiado y muchas veces nos puede, los responsables sanitarios actúan como si todos fuéramos máquinas, que cuando se averían son cambiadas por otras, no importa el nivel de formación, la carrera profesional no funciona, quieren hacernos a todos iguales, y no lo somos.

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